Tomar siestas durante el día es un privilegio que no todos tienen, pero hay quienes las necesitan porque no descansaron suficiente por la noche. Los médicos les recomiendan a ellos hacerlas ‘inteligentemente’ para que recarguen energías sin afectar tampoco el buen descanso nocturno.
Según coinciden los expertos, en la antigüedad las horas luz natural eran las que le indicaban al organismo cuando dormir o despertarse. Sin embargo, la prolongada exposición a luz artificial por causa de los estilos de vida contemporáneos y el uso de aparatos eléctricos con pantallas relucientes provocan que los periodos de sueño se alteren dramáticamente.
Así, según Liliana Estrada, líder de la Unidad del Trastorno del Sueño del Hospital Calderón Guardia, actualmente muchas personas viven con una deuda constante de sueño. “Ahora se duerme casi dos horas menos y se realizan más actividades sociales que generan somnolencia. Entonces, las siestas se han vuelto casi una necesidad”, asegura Estrada.
Ante esta situación, el neurólogo del Hospital Metropolitano Keneth Castro asegura que la prioridad sigue siendo organizarse para dormir ocho horas cada noche.
Él explica que es durante este periodo de tiempo que se cumplen entre cuatro a cinco ciclos de sueño que le permiten a las personas recobrar vitalidad, afianzar la memoria y restablecer aspectos anímicos.
No obstante, si por alguna razón no se pudo dormir la cantidad de tiempo recomendado, Castro indica que las siestas pueden ser un buen paliativo. Eso sí, se debe hacer una siesta corta, pues una siesta larga podría desajustar más bien los ciclos de sueño nocturno y generar un efecto contrario al deseado: el agotamiento. “La siesta es completamente permitida siempre y cuando no exceda los 45 minutos y sea por una necesidad. Sería completamente inútil o no funcional que una persona que ya tiene una excelente rutina de sueño cumpla un ciclo más, estaría durmiendo casi 12 horas diarias, es decir, la mitad del día”, añadió.
Sara Mednick, profesora asistente de psicología en la Universidad de California, dividió las siestas en tres periodos según sus beneficios: 10 a 20 minutos se obtiene un golpe rápido de energía, en 60 mejoraría la memoria cognitiva y en 90 ayudaría a la creatividad y a la memoria emocional.
Los nacionales Castro y Estrada están en desacuerdo y advierten que completar un ciclo de sueño durante el día podría afectar el descanso nocturno. “De 45 a 60 minutos puede ayudar a mejorar la memoria cognitiva a largo plazo, pero con un día no necesariamente va a mejorar. Si no se está acostumbrado, un solo día de gran siesta podría generar como una borrachera de sueño”, comentó Estrada.
La afectación del descanso nocturno puede causar males a largo plazo como depresión, ansiedad, trauma o fobia a la hora de ir a la cama, problemas en la memoria, perturbaciones del comportamiento y el raciocinio debido a que hay una alteración química cerebral.