El cerebro es uno de los últimos órganos del cuerpo en terminar su desarrollo, por lo que en la adolescencia aún no ha terminado de madurar. De ahí que el consumo de drogas en esta etapa pueda ser aún más riesgoso que para un adulto y es más fácil que surja dependencia.
Cuanto más joven comience el uso de esas sustancias, mayor el peligro de tener adicciones, afirmó Karla González Urrutia, neuropsicóloga y especialista en Psicología Clínica de la Clínica de Adolescentes del Hospital Nacional de Niños (HNN).
En algunos casos, dijo, el consumo no comienza por gusto, sino por la necesidad de pertenencia a un grupo. El problema es que puede generar dependencia y será más difícil salir de ella. “Es una enfermedad y muchas veces implica recaídas”, advirtió.
Profesionales de los centros de rehalitación a los que el Patronato Nacional de la Infancia (PANI) remite menores de edad para su recuperación, advirtieron que han detectado que el consumo comienza cada vez a edades más tempranas. Además, antes se iniciaba con alcohol y tabaco, ahora, es con marihuana.
Para conocer el efecto de las drogas en el cerebro aún en desarrollo, La Nación consultó con especialistas en Neurología, Neuropsicología y Pediatría con énfasis en adolescentes y revisó literatura científica.
Cerebro funcional, pero inmaduro
Para entender mejor la acción de estas sustancias y de la adicción en estas edades, debe comprenderse las características de este órgano.
La pediatra y neurodesarrollista Roslyn Valerín Ramírez, del Programa Nacional de Normalización del Niño y la Niña de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), recalcó que el cerebro es el órgano más complejo del organismo humano. Lo comparó con el director de orquesta que lidera todas las funciones, tanto las simples como las complejas. Además, recibe estímulos del exterior, procesa la información y emite respuestas y comportamientos.
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En este desarrollo, las neuronas tienen un papel preponderante. Valerín hace el símil con una computadora, que tiene muchos chips (neuronas) que se comunican a través de conectores (sustancias llamadas neurotransmisores). Hay más de 40 neurotransmisores (como la dopamina o la serotonina) con los que las células se comunican.
Conforme crecemos, nuestro cerebro adquiere funciones cada vez más especializadas. La etapa entre los 10 y 20 años es dinámica para el desarrollo cerebral. Las conexiones son sometidas a una intensa “remodelación” y “poda”. Esta flexibilidad permite a los jóvenes aprender rápido y adaptarse a un ambiente cambiante, pero los hace vulnerables a riesgos.
Los procesos cerebrales se vuelven más rápidos. Las estructuras de la percepción sensorial maduran pronto en la pubertad, pero las áreas del córtex prefrontal, que permiten planificar, priorizar, sopesar los pros y los contras y controlar nuestros impulsos, maduran en último lugar, ya cerca de los 24 años.
Ana Gómez Porras, psicóloga clínica del Programa de Normalización de la Atención Integral a la Adolescencia de la CCSS, señaló que por eso el adolescente es más impulsivo. Además, el entorno al que responde hoy no es el de hace unos años.
“En Costa Rica en este momento ser joven es un riesgo”, afirmó.
Estas características de esta etapa de la vida, hace al adolescente más proclive a conductas de riesgo, como explicó Daniela Carvajal Riggioni, jefa de la Clínica de Adolescentes del HNN.
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“No porque lo quiera, ni porque sea ‘malportado’, o porque no se le ha enseñado correctamente, sino porque su cerebro es inmaduro”, enfatizó.
Sustancias en el cerebro y la adicción
El uso de drogas afecta la corteza prefrontal, por lo que la persona pierde el control de los impulsos y hace lo necesario para conseguir más sustancia, señaló Tatiana Mata Chacón, médico especialista en Salud Pública del Programa de Normalización de la Atención de las Adicciones de la CCSS.
Como todavía esta zona no está terminada de formar, es más fácil que un joven desarrolle una adicción que alguien que tenga su primer contacto a los 30 o 40 años.
Además, por la forma en la que trabajan las drogas, que dan “oleadas” de neurotransmisores, cada vez se necesitarán mayores cantidades de droga en un periodo de tiempo más corto para lograr el mismo efecto. En los jóvenes este impacto es mayor.
Otro tipo de daños cerebrales
La posibilidad de que el cerebro sufra otras consecuencias depende del tipo de sustancia que se consume. Chacón explicó que las drogas tienen diferentes efectos según su categoría. Sin embargo, todas trabajan alterando la forma en la que las neuronas envían, reciben y procesan las señales de los neurotransmisores. Todas las sustancias alteran esta vía de comunicación, solo que de formas diferentes.
Estimulantes: producen sensación de estimulación, aumento de la energía. Pueden aumentar la frecuencia cardíaca y la respiratoria. Ejemplos son la cocaína, el éxtasis o la nicotina.
Depresores: producen relajación, desinhibición, sensación de descanso. Ejemplos son el alcohol o sedantes.
Alucinógenos: producen alucinaciones y también pueden generar déficit motor o cognitivo. Ejemplo de esto es la marihuana.
Los mecanismos son diferentes en cada droga, por ejemplo, la marihuana y la heroína tienen estructuras muy similares a las de neurotransmisores ya conocidos por el cerebro. Se acoplan y envían un mensaje, distorsionado y anormal. Otras sustancias liberan cantidades excesivamente altas de un neurotransmisor que ya tenemos.
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Esto afecta zonas específicas, como los ganglios basales, que están relacionados con la recompensa y el placer. Las drogas generan hiperactividad en esta parte.
“No es un placer normal, como el de comerme un helado. Va mucho más allá”, dijo.
La amígdala también se afecta, esta glándula está relacionada con sensaciones de ansiedad e irritabilidad y se ve principalmente relacionada con el síndrome de abstinencia.
De acuerdo con Karla González, mientras trabajó en el Hospital Nacional de Salud Mental vio a jóvenes que desarrollaban brotes psicóticos luego del consumo de marihuana.
Tatiana Mata recordó que también pueden darse conductas sexuales de riesgo o situaciones de violencia. A largo plazo, hay más riesgo de problemas del corazón o respiratorios.
Problemas de alimentación y trastornos del sueño, así como la falta de concentración para los estudios, son otras eventuales consecuencias, apuntó Carvajal. Igualmente, se pueden incurrir en conductas ilícitas y conflictos familiares.
“Se entra como en un ciclo que afecta en varias áreas, es una cascada de eventos, por eso cuesta tanto salir”, sentenció.
Otras adicciones
La jefa de la Clínica de Adolescentes, Daniela Carvajal, mencionó que también hay adicción a actividades, como las relacionadas con las pantallas: videojuegos, series de televisión, redes sociales, celulares.
“También entran en el sistema de recompensa. La persona se siente feliz, produce dopamina, pero después necesita más, más y más para encontrar otra vez esta sensación. Como padres debemos poner límites en el uso de pantallas”, dijo la pediatra.
González dijo que, con la adicción a pantallas sucede lo mismo que con las sustancias: conforme más se use, más cambios causa en el cerebro, y dormir, salir con los amigos o comer un pedazo de un queque de chocolate no genera el mismo placer.
“El celular pasa a ser tan importante como comer, dormir o tomar agua. El cerebro ya lo interpretó como fuente de placer y como necesidad”, afirmó.
Factores de riesgo y factores de protección
¿Por qué algunos jóvenes desarrollan adicción y otros no? Hay factores que podrían proteger de las afectaciones del cerebro en las adicciones, mientras que otros podrían aumentar su riesgo.
Los factores de protección motivan la plasticidad, que es esa capacidad del cerebro para adaptarse, cambiar, moldear conexiones neuronales. Y esa plasticidad puede darse ante estímulos positivos y negativos. Aquí es vital el concepto de poda neuronal, donde las mismas neuronas actúan dejando lo que consideran vital y desechando lo que no, pero la acción de las drogas puede cambiar esto.
Dentro de los factores de protección están:
Dentro de los factores de riesgo están:
En busca de soluciones
La CCSS trabaja de la mano con el sistema educativo y del Instituto de Alcoholismo y Farmacodependencia (IAFA). El abordaje no solo es médico, es trascendental el acompañamiento psicológico y de trabajo social. Se hace un tamizaje desde el centro de salud para ver si hay problemas de uso de sustancias.
¿Cómo podemos acompañar a los jóvenes que están a nuestro alrededor para evitar que comiencen el consumo? Estos son algunos consejos brindados por las especialistas: