La esclavitud no se extinguió ni con leyes ni con tratados internacionales. Hoy se viste de otra forma y sigue provocando daños a la humanidad.
El trabajo forzoso, la prostitución y el tráfico de órganos son las nuevas camisas que viste este fenómeno, que trabaja de forma más disimulada que hace unos siglos y por eso, el combatirla requiere de más investigación.
La Pontificia Academia de las Ciencias analiza este tema con especial interés. Desde 1603, este ente tiene como misión “honrar la ciencia pura donde sea que esta se encuentre, asegurar su libertad y motivar la investigación por el progreso de la ciencia”.
Por ello, Monseñor Marcelo Sánchez Sorondo, canciller de esta institución, busca alianzas con instituciones en diferentes países para estudiar el fenómeno y, con base en los datos, trabajar.
Como parte de esa labor estuvo en Costa Rica para participar del Tercer encuentro nacional sobre trata de personas y extracción ilícita de órganos.
La Nación conversó con él, quien explicó que su lucha contra la esclavitud moderna no es antojadiza, es una orden expresa del Papa Francisco.
“Cuando el Papa estaba recién electo, nosotros estábamos reunidos, al ser compatriotas yo le pedí que si nos podía recibir. Nos dijo ‘sí, solo fotografía y un saludo’”, recordó.
Le enviaron una carta para agradecerle el gesto.
“A los pocos días yo recibo un sobre, el mismo en el que le enviamos la carta. Decía: 'Marcelo, quiero que estudie la Academia el problema de la esclavitud: el tráfico humano en todos los aspectos, incluso el tráfico de órganos. Fue una orden directa, y nos pusimos a trabajar”, relató.
--¿Cómo comenzó ese trabajo?
Tuvimos un primer encuentro ese mismo año, en donde el Papa nos habló y nos dijo que el tráfico humano era un crimen de lesa humanidad.
"¿Qué cosa es la esclavitud? Cuando una persona no elige lo que quiere para ella y no tiene conciencia casi del propio yo porque es violentamente instrumentalizada contra su voluntad al servicio de una persona o de otros intereses.
“Por ejemplo, un chico que trabaja 20 horas al día y allí apenas le dan de comer y no tiene posibilidades de estudiar o desarrollar sus capacidades, eso es trabajo forzado. O gente que trabaja en una fábrica y duerme allí también para poder seguir trabajando y no puede tener casa, no puede tener amigos, no puede casi salir, eso es esclavitud"-
--¿Qué información han logrado ver?
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) tiene estadísticas que actualiza todos los años. Indican que el trabajo forzado y la prostitución mueven $150.000 millones al año. Y hay 40 millones de víctimas anuales.
"Hay más personas esclavas de trabajo forzoso que de prostitución, pero el mayor dinero viene de la prostitución: el 80%. Y, además, la prostitución va en aumento.
“Nosotros consideramos que esa es solo la punta del iceberg, que la situación es mucho peor.
"Es muy importante tener una estimación de lo que pasa. No hay cuántos son, dónde son. Tenemos cosas genéricas, pero no tenemos estimaciones bien claras. Necesitamos los datos, si el problema existe hay que saber cómo existe para poder atacarlo.
“Y eso es lo que estamos estudiando”.
--¿Cómo se genera esa información?
Con alianzas en cada país también, le hemos pedido a la Universidad Católica que nos ayude, pero cada país debe conocer su situación para trabajarla.
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--¿Cómo llegar a esas soluciones?
Las tres formas de esclavitud tienen soluciones diferentes.
"Un primer paso fue en el 2014. El Papa convocó a líderes musulmanes, anglicanos y de las grandes tradiciones de la india.
"Todos ellos declararon que esas formas son un crimen contra la humanidad y declararon que si bien todos tienen distintas manifestaciones de espiritualidad, sí deben actuar juntos en defender la dignidad humana.
“Luego se invitó al secretario de Naciones Unidas, que en ese entonces era Ban Ki Moon y pidió que el tema se incluyera en los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Ya estaban a punto de salir, pero se logró incluir en el punto 8, que es el del trabajo. Es la meta 8,7 donde dice que hay que erradicar las nuevas formas de esclavitud y el tráfico humano”.
--Hablemos del trabajo forzado, ¿cómo solucionarlo?
Es muy importante denunciar las multinacionales que tercerizan, porque las multinacionales son muy hábiles, dicen que todo está en regla, pero emplean empresas que hacen trabajo forzoso. Hemos visto empresas suizas que tercerizan trabajo forzoso en Brasil o empresas españoles que lo hacen en India.
"En Australia, por ejemplo, se logró conseguir que la Iglesia Católica, que es la segunda fuente de trabajo (después del Estado) hiciera una ley interna que dijo que como Iglesia y segunda fuente de trabajo y comercio en el país, no se puede tener relaciones comerciales con países que tienen trabajo forzoso. Y a ellos le funcionó.
"Pero el trabajo forzado es la más fácil de las soluciones, porque es cambiar las cosas para que exista trabajo, pero digno. Además, las personas ya tienen un oficio y saben desempeñarlo, con esto les resulta más sencillo buscar trabajo si se quedaran cesantes”.
--Algo que no se ve con quienes son forzados a la prostitución...
Las víctimas de prostitución tienen algo peor, las deshumanizan, les dicen 'no sirves para nada’, les mancillan el autoestima, les quitan toda conciencia de sí mismos. Es dificilísimo, aunque sean chicas jóvenes llenas de capacidades, porque sus proxenetas las han anulado.
"La solución es doble. Una parte preventiva, por las leyes. Es el modelo nórdico, que por primera vez lo hacen en Suecia. No solo van a las víctimas de la tragedia, si no a la causa: los consumidores machistas que creen que tienen derecho sobre la mujer o el hombre al que compran servicios sexuales. Es comprar la dignidad, aunque quienes la compran no dimensionan que en todo eso hay esclavitud.
"Se les hace una multa muy fuerte. Se multa a quien busca el servicio, y no a la chica, que es la víctima. Y además aparece como un acto criminal.
“El resultado es que el 70% de la prostitución se acabó”.
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--¿Y la solución para las víctimas?
Debe ir en varias vías. Estas son chicas a las que se les mancilló el autoestima y se les cortó la posibilidad de estudiar o adquirir otras habilidades.
"Muchas religiosas se hicieron cargo, y ¿cuál era el problema?, ¿por qué no había resultados?, ¿por qué regresaban a la prostitución? Porque se les daba acompañamiento espiritual y con psicólogos, que es muy importante, pero el problema de las monjas es que no saben cómo está el mercado laboral.
"¿Qué pasaba? Que las chicas salían y solo sabían rezar, ¿y entonces?, ¿de qué van a comer? Se volvían a prostituir.
"La solución es darles habilidades, que sepan cómo trabajar, cómo emprender y que tengan una red de apoyo dónde acudir.
“Siguiendo al Papa, la Iglesia se tiene que involucrar más para acabar con este flagelo”.
--Usted me decía que de todos los temas el más complicado es el tráfico de órganos
Es el más complicado porque se involucran profesionales e instituciones de alto nivel y hasta gobiernos. Se maneja muy hábilmente.
"El líder en la Academia en esto se llama Frank Delmónico. Era el mejor doctor en trasplante de órganos. Cuando llegó a cierta edad dijo: ‘no hago más trasplantes, de ahora en adelante me dedico a combatir el tráfico de órganos que hacen mis colegas’.
"Pero hay que tener datos concretos, ¿existen?, ¿cómo existen? Si no hay donaciones pero sí hay trasplantes, ¿de dónde salen los órganos? Si los datos no aparecen debe haber sospechas de que hay tráfico.
“Debe haber un listado único donde se registren quiénes necesitan qué órganos, los potenciales donantes (cadavéricos y vivos), de qué mueren más las personas que esperan órganos. Saber quién es el que dona y a quién. Pero en esto los países cuesta mucho que avancen.
"Cada país debe autoabastecerse para evitar el turismo de órganos.
"A veces se descubre y van a prisión dos, ¿pero dos de cuántos? Hay muchos involucrados.
“Otra cosa importante es seguir las cuentas bancarias. El dinero debe aparecer en algún lado, ¿de dónde aparece de un momento a otro con un millón de dólares más?
“Pero ante todo, se necesita el coraje de los médicos que denuncien a sus colegas. Sin esa valentía es muy difícil lograrlo. Se requieren todas las fuerzas para acabar con el problema”.