Si una persona con depresión sufre una enfermedad cardíaca, o si después de un evento cardiovascular comienza a sufrir de este mal mental, su riesgo de muerte es el doble, en comparación con las personas no depresivas.
Estas son las conclusiones de un estudio realizado tras analizar una base de datos con los expedientes de 24.138 pacientes cardíacos a lo largo de 10 años.
Las pesquisas fueron realizadas por el Intermount Health Institute en Salt Lake City, Utah, Estados Unidos y fueron publicados en la revista médica European Heart Journal - Quality of Care & Clinical Outcomes.
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La depresión se caracteriza por una tristeza persistente sin razón aparente y por la pérdida de interés en las actividades con las que normalmente se disfruta, así como por la incapacidad para llevar a cabo las tareas cotidianas, durante al menos dos semanas. También pueden presentarse pérdida de energía; cambios en el apetito; necesidad de dormir más o menos de lo normal; ansiedad; disminución de la concentración; indecisión; inquietud; sentimiento de inutilidad, culpabilidad o desesperanza; y pensamientos de autolesión o suicidio.
Los investigadores, liderados por Heidy May, una epidemióloga cardiovascular, vieron que solo el hecho de tener este mal mental ya era un factor de riesgo muy alto para una muerte temprana (diez años o menos después del diagnóstico de su enfermedad cardiovascular). Esto se mantenía independientemente de si la persona tenía o no otros factores de riesgo, como fumado, genética que lo predisponía a males del corazón, sedentarismo, etc.
"No importa de si se trataban de episodios aislados de depresión o algo más contínuo, o de si era depresión mayor o menor, los pacientes con esta enfermedad tenían el doble de riesgo de morir que quienes no eran depresivos", comentó May en un comunicado de prensa.
"Depresión era el factor de riesgo más fuerte para la mortalidad. Ni la edad, ni el tipo de enfermedad del corazón, ni la diabetes, la hipertensión, las fallas renales o el haber tenido un derrame cerebral tuvieron un peso tan fuerte como la depresión", añadió.
El estudio
May y su equipo estudiaron una base de datos con la historia clínica completa de 24.138 pacientes que tuvieron algún tipo de enfermedad cardíaca y a los que se les hizo una angiografía. Durante 10 años se les siguió su historia médica.
Durante este tiempo, el 15% de los participantes (2.646) sufrieron depresión. Luego de diez años, el 48% de ellos había muerto, en comparación con el 22% de quienes no tenían depresión.
Este mal mental era más común en los pacientes más jóvenes y en las mujeres.
Aunque la investigación no ahondó en las razones por las cuales la mortalidad era mayor en este grupo, May tiene su teoría.
"Sabemos que los depresivos tienden a no ser menos adherentes con la medicación (a no seguir bien el tratamiento médico) y es más posible que no sigan otras recomendaciones relacionadas con la dieta o el ejercicio", destacó May en el comunicado.
"Esto no quiere decir que todos los depresivos estén menos comprometidos con su salud, pero, en general es más probable que este mal mental haga más difícil seguir las indicaciones médicas", agregó.
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Más evidencia
Este reporte se suma a otros que anteriormente han dicho que las condiciones mentales, como la depresión, la ansiedad e incluso el estrés pueden enfermar al corazón.
En enero pasado, una investigación desarrollada por la Universidad de Múnich en Alemania y el Centro Alemán para la Salud Ambiental analizó el vínculo entre depresión y estrés con los males cardíacos.
Los científicos revisaron los datos de una investigación que tomó en cuenta a 3.428 personas entre los 45 y 74 años, dándoles seguimiento por diez años.
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El estudio, publicado en la revista Atherosclerosis, comparó el impacto de la depresión y el estrés sobre los males cardíacos y las muertes por estas causas. La comparación se hizo con obesidad, nivel de colesterol, fumado e hipertensión.
El equipo vio que, aunque la hipertensión y el fumado son los mayores factores de riesgo para un mal cardíaco, la depresión o el estrés por sí solos (no necesariamente deben vivirse ambos trastornos) son los causantes del 15% de las muertes de males del corazón: la misma cifra que se ve para la obesidad y los niveles altos de colesterol.
Además, en el 2014, un estudio de la Universidad de Pittsburgh, publicado en la revista Biological Psychiatry, señaló que las emociones negativas (estrés, tristeza, ansiedad, ira, nerviosismo) aumentan el nivel de sustancias químicas inflamatorias en el organismo. Estas aumentan el riesgo de arteriosclerosis –mal en el que una placa de colesterol, grasa y calcio se forma en las arterias y dificulta el paso de la sangre–.
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Aplicaciones en Costa Rica
En nuestro país, los médicos ya estudian la salud mental y emocional de la persona como un factor de riesgo cardiovascular.
La Guía de prevención de enfermedades cardiovasculares, que entró en vigencia el año pasado incluye un apartado para la parte psicosocial, en donde los médicos hacen un cuestionario para determinar si la salud mental y emocional del paciente podría incidir en su salud cardíaca.
Dentro de las preguntas están: ¿se siente usted en control de su trabajo?, ¿su salario es adecuado para su esfuerzo?, ¿tiene problemas de pareja?, ¿se siente triste y desesperanzado?, ¿ha perdido interés por la vida?, ¿se siente nervioso o ansioso?, ¿es incapaz de dominar las preocupaciones?
Con base en esto los médicos hacen sus recomendaciones de si es necesario también tratar la salud mental del paciente y cómo hacerlo.