La vacuna contra la covid-19 es una de las herramientas más significativas en la lucha contra la pandemia. No es la única ni es la solución milagrosa, pero los científicos estiman que sí constituye un antes y un después en la historia de la enfermedad.
No obstante, por su novedad aún hay “áreas grises” que la ciencia estudia para dilucidarlas.
Esta incertidumbre no está relacionada con la seguridad de la vacuna, pues ya se determinó que sus efectos secundarios son menores a los beneficios.
Sin embargo, se desconocen muchas cosas sobre su funcionamiento. ¿Si yo me vacuno y por alguna razón me expongo al virus, evito la infección? ¿O me infectaría sin darme cuenta porque no desarrollo síntomas? ¿Podré infectar a alguien más?
La respuesta corta es “es muy pronto para saberlo”.
La respuesta completa tiene varios componentes: comportamiento del virus, características de la vacuna, la forma en la que se desarrollaron las pruebas y el sistema inmunitario de la persona.
Para responderlas, La Nación fue parte de un seminario previo al Congreso de Ciencia de Prevención del VIH (HIVR4P), con investigadores que estudian de cerca VIH y covid-19.
Asimismo se revisaron publicaciones de virólogos que estudian el SARS-CoV-2, virus causante de la pandemia.
¿Cómo interpretar la eficacia?
Los ensayos clínicos de la vacuna de Pfizer y BioNTech, que se aplica en Costa Rica, hablan de una eficacia del 95%.
¿Qué significa? Cuando se realizan pruebas a una vacuna experimental, a unas personas se les inyecta la vacuna (grupo experimental) y a otras se les da un placebo (grupo de control). Los investigadores les dan seguimiento para ver cuántas enferman.
Las pesquisas mostraron que, a noviembre pasado, 170 enfermaron de covid-19. El 95% estaba en el grupo de control y el 5% sí había recibido la vacuna.
En sencillo: la vacuna no evitó la enfermedad en el 5% de las personas. Siempre hay un margen de error de vacunas que, por alguna razón, no generan la respuesta inmunitaria necesaria en algunas personas o durante el tiempo necesario.
Algo que debemos tener claro es que una cosa es la eficacia de una vacuna y otra su efectividad. Los ensayos clínicos nos hablan de eficacia; los resultados de las campañas, dentro de un tiempo, nos hablarán de efectividad.
La eficacia está relacionada con la cantidad de infecciones que se desarrollan durante ensayos clínicos, cuando las personas reciben un seguimiento, se les vacuna en las fechas correctas y están en un ambiente controlado.
En cambio, efectividad sucede cuando la vacuna llega al “mundo real”. Allí, las personas pueden tener miles de factores que les impidan inyectarse en las fechas exactas y no hay un monitoreo tan cercano.
En la gran mayoría de los casos, la efectividad de las vacunas es más baja que su eficacia.
“La eficacia nos dice que la vacuna funciona, la efectividad nos dice si podemos llevarle la eficacia a la gente”, resumió el epidemiólogo Marcel Tanner.
¿Cuán alto es un 95%? Zeda Rosenberg, microbióloga y epidemióloga, considera: “es casi milagroso. En meses lo obtuvimos. Es algo sumamente difícil de lograr”.
La viróloga Angela Rasmussen opina igual: “Estas vacunas excedieron nuestras expectativas más salvajes de protegernos de la enfermedad. Un logro tremendo para la salud pública”.
Como comparación, de las vacunas actuales, la que se coloca contra el sarampión es de las más efectivas, con un 98%; la del tétanos ronda el 90%.
No todas son así; la de la influenza, por ejemplo, tiene una efectividad del 50% y al 60%; la del dengue está entre 58% y 59%.
Algo más para tomar en cuenta: toda vacuna toma tiempo en alcanzar inmunidad.
“Ninguna vacuna contra covid-19 te enfermará, pero sí es completamente posible adquirir covid-19 aun después de la segunda dosis; tu cuerpo tarda tiempo (cerca de 14 días después de la segunda dosis) en completar la respuesta inmunitaria”, expresó Rosenberg.
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¿Por qué no se sabe si se previene la infección?
Esta es, tal vez, la pregunta que tomará más tiempo en responderse. Robin Shattock, profesor de Inmunología e Infectología del Imperial College en Londres, explica las razones.
“Los ensayos clínicos de la mayoría de las vacunas se concentraron en ver quiénes desarrollaban síntomas. A ellos les hacían la prueba para ver si efectivamente era covid-19 u otra cosa. No se midió quiénes adquirieron la infección”, puntualizó.
¿Pudo haber quienes sí se infectaron pero se mantuvieron asintomáticos? Sí, pero aún no hay evidencia que nos diga a qué nivel. Ni tampoco cuán eficaz es la vacuna en personas que se expusieron al virus ¿se infectaron y nunca lo supieron, o la vacuna lo evitó del todo?
“La mayoría de los ensayos no le hicieron pruebas diagnósticas a quienes no desarrollaron síntomas. No podemos saber cuántas personas sí se infectaron pero no enfermaron, y mucho menos si la vacuna evitó esa infección”, prosiguió.
Helen Rees, investigadora de la Universidad de Witwatersrand en Sudáfrica, complementa: “Hay algunos estudios (como el de AstraZeneca) que están tratando de ver qué sucede con la infección asintomática”.
En estos casos, apunta la experta, se toma un grupo de participantes a los que se les realizan pruebas de PCR constantemente para ver si salen positivos, aún cuando no haya síntomas.
Rasmussen, aunque se mantiene cauta, tiene esperanzas: “una vez que el virus ‘topa’ con un inmunizado es un callejón sin salida. Incluso cuando está persona pueda infectarse e infectar a alguien, usualmente ese alguien será alguien que no está vacunado. Es muy difícil que se lo transmita a un vacunado”.
¿Hay otras vacunas que eviten enfermedad y no infección? Sí: las de tosferina, neumococo, rotavirus o algunas contra la polio.
Por ello hay esperanza: “Si se reduce la cantidad de virus que se transmite habrá impacto para reducir transmisión”, subraya Shattock.
Rasmusssen coincide: “Mi sospecha es que vacunas que previenen síntomas tendrán un impacto en proteger contra infección y con esto se reducirá la transmisión. Es mi sospecha, pero aún no lo sabemos”.
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¿Por qué, aún vacunados, debemos seguir usando mascarillas?
Por lo que sabemos a hoy, los vacunados podríamos contagiar a alguien que sí desarrolle síntomas y pueda complicarse.
“Como todavía no sabemos si la vacuna previene la infección y si podremos infectar a alguien, sí, por respeto a los demás, aún vacunados usemos mascarilla”, dijo Rosenberg.
Sin embargo, esto no será de forma indefinida.
“Ser cautelosos, especialmente cuando no muchas personas se han vacunado. Esto no quiere decir que usaremos mascarillas y estaremos distanciados por siempre, pero por ahora sí”, comentó Rasmussen.
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¿Qué sucede con las nuevas variantes del virus?
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Hasta ahora, las vacunas sí funcionan contra las variantes potencialmente más contagiosas del SARS-CoV-2 que emergieron en Reino Unido y Brasil.
No obstante, eventualmente podrían surgir linajes que le resten efectividad a las vacunas actuales.
“Las variantes continuarán emergiendo mientras sigamos teniendo un gran número de infecciones; el virus mutará, y pueden darse variantes que nos preocupen”, destacó Rees.
Con la variante de Sudáfrica, por ejemplo, hay preocupación de que las vacunas actuales tengan eficacia reducida. Esta variante tiene tres mutaciones que aceleran o mejoran el “enganche” del virus a las células humanas o que podrían interferir con la generación de anticuerpos.
Sin embargo, por ahora solo hay hipótesis. La esperanza de Rees es que la tecnología de ARN mensajero, usado en la vacuna de Pfizer, se adapte rápido para cubrir nuevas variantes.
Esto también hace más complejo de responder cuánto tiempo durará la protección a la vacuna y cada cuánto se necesitará un refuerzo.
“Puede ser que una vacuna te proteja durante mucho tiempo contra unas variantes, pero no contra todas las que vayan surgiendo”, reconoció Rees.
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¿Y los que fallecieron después de haberse vacunado?
En las últimas semanas se ha informado de personas que murieron después de vacunarse.
Rees es enfática en que esto debe analizarse bien antes de sacar conclusiones.
“Si vacunamos a mayores de 85 ellos ya tienen mayor riesgo de morir por su edad y sus enfermedades crónicas. Entonces: ¿cuál fue realmente la causa? ¿Fue la muerte tomando su curso natural o la persona seguiría viva de no haberse vacunado?”, reflexionó.
Y concluye: “¿Estamos viendo tendencias en mortalidad en el grupo de vacunados que no vemos en no vacunados con las mismas características? Si el comportamiento es igual, la vacuna no tiene que ver, si hay cambios, debemos analizarlos”.
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