El impacto de la covid-19 en los costarricenses no vacunados se reflejó en la presencia de síntomas durante meses y una baja en la calidad de vida de algunas personas, especialmente en mujeres y quienes tuvieron una infección de mayor gravedad.
Así concluye una investigación realizada con 1.588 costarricenses; de ellos, 641 sufrieron una infección de covid-19 y no estaban vacunados. Los resultados del estudio fueron publicados en la más reciente edición de la revista científica BMC Infectious Diseases.
Cristina Barboza Solís, coordinadora de este artículo, indicó que la investigación pretendía evaluar la acción del virus sobre el organismo de personas sin innocularse.
“Queríamos saber el efecto de la historia natural de la enfermedad, por eso tomamos a la fracción de la población que todavía no tenía una sola dosis. Pero también, a la luz de los últimos estudios, se ha visto que la vacuna tendría un efecto protector sobre síntomas prolongados.
“Como ese factor podría confundir la enfermedad y sus secuelas, siendo la vacuna un factor protector, preferimos ver la relación más limpia, más pura”, destacó Barboza.
Los autores determinaron que la enfermedad sí tiene un impacto en el cuerpo humano que puede durar meses e incluso años.
“El estudio revela que la covid-19 tiene impactos duraderos en los individuos no vacunados, que pueden persistir entre seis meses y dos años después del diagnóstico. Estos efectos incluyen una reducción en la calidad de vida, caracterizada por mayores limitaciones físicas, vitalidad reducida y discapacidad mental (principalmente la llamada ‘niebla mental’)”, cita el documento.
Las consecuencias a largo plazo de la enfermedad no fueron igual para todas las personas que tuvieron casos moderados y graves. Además, resultó que las mujeres tenían más probabilidades de síntomas prolongados que los hombres y que quienes tuvieron manifestaciones leves en su infección.
¿Cómo se midió el impacto de covid-19?
Esta es una investigación denominada de casos y controles. En este tipo de pesquisas, se tiene a dos grupos de personas: quienes tienen la enfermedad o condición en estudio (casos) y un grupo muy similar de personas sin la enfermedad o la condición (controles).
Los investigadores estudian los antecedentes médicos y las manifestaciones de cada una para ver las diferencias entre cada grupo y entender cómo afecta dicho mal.
Para Barboza, este diseño les permitió determinar todavía mejor cómo se manifiesta la covid-19, porque ambos grupos respondieron cuestionarios frecuentes sobre sus síntomas y su calidad de vida. Entonces, podía verse qué afecciones específicas respondían a la enfermedad y no a otros posibles factores.
Desde el reclutamiento que se hizo para el estudio, las personas que fungían como casos debían tener una prueba positiva de covid-19 de laboratorio, tomada con la técnica PCR; también se corroboraba con los datos del Ministerio de Salud su diagnóstico.
En el caso de los controles, para minimizar el riesgo de que hubieran cursado una infección asintomática, se les tomaron muestras de sangre en busca de anticuerpos. Si estas personas tenían anticuerpos, quería decir que sí habían tenido covid-19 en algún momento, entonces se les excluía del estudio.
A cada participante se le visitó una vez al mes no solo para tomarle muestras de sangre y saliva, sino también para preguntarle si tenía algún síntoma (dolor de cabeza, tos, fatiga, fiebre, diarrea, vómito, dolor al tragar, dificultad respiratoria, dolor muscular, dolor articular, dolor abdominal, congestión nasal y brotes en la piel). Además, a los seis meses se les hizo un cuestionario sobre calidad de vida.
Ese análisis de calidad de vida a seis meses de la primera visita se hizo a personas que tenían desde seis meses de diagnóstico (pues estaban recién diagnosticados cuando fueron reclutados) hasta 25 meses (pues fueron de las primeras personas en ser diagnosticadas y el estudio los reclutó más tarde).
Rolando Herrero Acosta, coordinador de la investigación que dio origen a este artículo, rescató que no solo los casos tienen síntomas, también pueden verse en los controles, porque son síntomas inespecíficos que pueden responder a diferentes condiciones.
“Cuando comparamos los casos y los controles nos permite ver lo que sí está relacionado con la covid-19. Si seis meses después del primer acercamiento que tuvimos con ellos decían que tenían dificultad respiratoria, comparamos cuántos mencionaron eso en los casos y cuántos en los controles para ver si había diferencias estadísticamente significativas que podríamos atribuir a la enfermedad”, explicó Barboza.
Los síntomas de covid-19 prolongada
En la visita realizada entre 15 y 30 días luego del diagnóstico, el 46% de los casos reportó síntomas. Esa proporción bajó a un 24% entre el mes y el tercer mes posterior al diagnóstico. Para el cuarto mes, el porcentaje con síntomas se mantuvo estable, pero significativamente más alto que en los controles.
En cuanto a manifestaciones físicas, sí hubo unas atribuibles a covid-19 por las diferencias entre lo reportado entre casos y controles, que eran significativas. Dentro de ellas está la falta de vitalidad, la fatiga, sentirse nervioso y la niebla mental.
“La diferencia afecta la vida diaria. El 23,2% de los casos reportó dificultades para trabajar y realizar otras actividades. En los controles, el 14,6% dijeron esto, 8,6 puntos porcentuales menos”, afirma la publicación.
Sin embargo, Herrero y Barboza indicaron que el mayor impacto se observó a los seis meses de análisis. Ahí, quienes tuvieron covid-19 vieron su calidad de vida deteriorada 2,6 veces más que quienes no habían tenido la enfermedad.
Mayor impacto según gravedad de enfermedad
No todas las personas valoradas presentaron las mismas secuelas. Los pacientes se dividieron en tres grupos según su severidad: leve, moderado y hospitalizados.
Los moderados eran personas que no requirieron hospitalización, pero tuvieron tres o más de estos síntomas: fiebre, dificultad respiratoria, desorientación o confusión, y fatiga. Los casos asintomáticos fueron raros (2,3% de los pacientes).
Los casos leves no tuvieron mayor impacto y su comportamiento fue casi igual que el de los controles, ya que no vieron cambio en su calidad de vida. Esto ya se ha visto con otros estudios.
Esta situación también responde a que las personas que estuvieron más graves y requirieron de atención hospitalaria podían tener más factores de riesgo, y mayores probabilidades de recuperación más lenta y de obtener una infección con otro patógeno en su estancia hospitalaria.
Mujeres con más síntomas de covid-19 por más tiempo
Las mujeres presentaron mayores índices de covid-19 prolongada, con más síntomas y más duración.
“Esta disparidad de género, que ya ha sido observada anteriormente, puede atribuirse a factores hormonales, diferencias biológicas o sesgos en los reportes”, afirma el documento.
Barboza aseguró que es muy difícil determinar las señas exactas de por qué las mujeres tienen más síntomas a largo plazo. Lo anterior puede deberse a múltiples factores, incluyendo el cuidado que se tiene por la salud, la atención a nuevas manifestaciones y su duración.
Herrero complementó: “En general las mujeres tienen una reacción más intensa a todo, por eso tienen más enfermedades autoinmunes, como lupus o artritis”.
Artículo ‘hijo’ de gran investigación sobre covid-19
Esta publicación es parte de un estudio mayor llamado Evaluación a la Respuesta Inmune al SARS-CoV-2 en Costa Rica (RESPIRA), que busca evaluar las características de la covid-19 en Costa Rica.
En esta investigación participan científicos de la Agencia Costarricense de Investigaciones Biomédicas (ACIB), la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) y la Universidad de Costa Rica (UCR).
También se cuenta con la colaboración del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (NIAID, por sus siglas en inglés), del Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos (NCI, por sus siglas en inglés) y del Centro Alemán de Investigación del Cáncer.
Dicho estudio ya ha generado diferentes publicaciones científicas. En octubre pasado, se divulgó un artículo según el cual las infecciones de covid-19 en 2020 y 2021 en Costa Rica habrían cuadruplicado las cifras oficiales.
Para diciembre de 2021 los números del Ministerio de Salud indicaban que el 11% de la población ya se había infectado, pero la publicación en la revista The Lancet Regional Health estimó que este número era más bien cercano al 47%.
Entre los hallazgos que ya se divulgaron también están las razones por las cuales algunas personas no enfermaron cuando la covid-19 llegó a su hogar. En dicho documento, publicado en la revista Nature Communications Medicine, se vio que si se implementan medidas, como el uso de mascarilla y dormir en habitaciones separadas, se previene el contagio.
Los investigadores indicaron que pronto saldrán a la luz otras publicaciones sobre los anticuerpos, tanto los generados por la infección natural como por la vacunación y si hay diferencias entre hombres y mujeres.
Otro tema pendiente de análisis son los factores de riesgo y protección para desarrollar síntomas prolongados de la enfermedad.