Tener los oídos taponeados es muy molesto, no se escucha bien pues pareciera que se está sumergido en una piscina. Igualmente molesta es la picazón constante en el oido, común cuando estamos resfriados.
¿Le suena familiar? Seguramente que sí, lo mismo que los malos hábitos que lejos de solucionar, más bien podrían complicar el problema.
Por eso la limpieza de los oídos es el tema que abordaremos en Siéntase Pura Vida. Para ello La Nación conversó con el audiólogo Jorge Antonio Jiménez y revisó lo dicho por asociaciones internacionales de Audiología y por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
¿Por qué se taponean los oídos?
No todas las personas tienen esta misma sensación por la misma causa, por lo que la solución no es la misma, aunque el síntoma sea muy similar.
Por ejemplo, una de las causas más comunes son los resfríos u otros virus respiratorios, como la influenza. En estos casos, es normal que las trompas de Eustaquio, que están entre el oído medio y la parte posterior de la nariz, se obstruyan. A veces, sucede por exceso de mucosidad, otras veces por inflamación; ambas condiciones son propias de estas enfermedades.
La Clínica Mayo explica que, en estos casos, el oído se destapará por sí solo, cuando el sistema inmunitario combata al virus. Los medicamentos para estas afecciones también ayudarán a disipar la mucosidad y la inflamación y esto ayudará a que escuchemos mejor.
Eso sí, en estos casos, donde es común que haya picazón, debemos evitar la tentación de rascarnos o de introducir hisopos, aplicadores o cualquier otro objeto.
También puede ser que tengamos una infección en el oído, y esta sí requerirá atención de un especialista en Otorrinolaringología.
Los oídos también pueden taparse si hay cambios de presión atmosférica, como cuando viajamos en un avión o escalamos una montaña alta. En estos casos, masticar, tragar, bostezar o simplemente abrir bien la boca puede ayudar.
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Cerumen no es suciedad, pero sí puede taponear
Jiménez fue enfático en que la cera o el cerumen, un componente necesario en nuestros oídos no es sinónimo de que estén sucios.
“Se tiene la falsa idea de que la cera es suciedad, y no. La cera es algo que más bien se produce en el oído para lubricar y proteger el mismo oído para que no ingrese un cuerpo extraño”, subrayó.
En la parte interna de nuestro oído, explicó el audiólogo, hay unas glándulas que generan la cera en forma líquida. Por la propia gravedad, esta va saliendo hacia partes más externas y ahí es donde se vuelve más viscosa, cabalmente para proteger al oído del ingreso de cuerpos extraños.
Se pueden dar tapones de cerumen. A veces, por mala manipulación o uso de aplicadores nos introducimos cera y se comienza a acumular ahí. En otros casos, hay problemas en nuestra anatomía (un conducto muy estrecho o menos recto, el cual dificulta la salida del cerumen). En esos casos, deberíamos visitar a un médico, de preferencia a un especialista en Otorrinolaringología.
La oreja sí se ensucia, el oído externo también, cuando entra en contacto con ambientes propios del aire libre: viento, polvo y otros. Pero esto no sucede con la parte interior del oído. Si no le introducimos nada, no se ensuciará.
En condiciones normales, el cerumen se irá creando, protegiendo y eliminando por sí solo, sin que hagamos algo extraordinario. Si notamos que se nos dificulta la escucha pues se debe acudir con el profesional, porque también podría deberse a problemas más graves que involucren pérdida de audición, de ser así, una detección temprana sin duda ayudará.
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Malas prácticas
Hay tres cosas que debemos evitar.
1. Aplicadores o hisopos. Estos suelen ser utilizados, aunque incluso en sus empaques se advierte de que no deben introducirse en los oídos (y, sin embargo lo hacemos).
Jiménez expresó que si se utilizan aplicadores pueden pasar dos cosas. La primera, si tenemos un conducto de nuestro oído ancho, el aplicador podría limpiar de más ese conducto y dejarnos sin cera que necesitaremos para protección. Esto llevará a resequedad y la picazón más bien podría ser mayor.
La otra consecuencia, más preocupante, se da si nuestro conducto auditivo es estrecho. En esos casos, un aplicador más bien estaría empujando la mayor parte de la cera hacia dentro del oído.
“Al empujarla nos va a generar una obstrucción y la cera líquida no va a poder salir, entonces ahí el oído se nos tapará todavía más. En el peor de los casos podríamos dañar la membrana timpánica y esto sí tendría consecuencias más graves en nuestra habilidad para escuchar”, añadió.
En esos casos, la visita al otorrinolaringólogo es necesaria, porque es el profesional capacitado para determinar si hay un tapón de cera, y, de ser así, eliminarlo de forma correcta. Muchos de ellos utilizan una técnica de aspirado para poder quitar el exceso de cera.
2. Justo ahí viene la segunda cosa que no debemos hacer bajo ninguna circunstancia: intentar lavarnos nosotros mismos los oídos.
“En el oído no debería entrar agua, podríamos limpiar de más el conducto, eliminar cera que sí necesitamos, que ingresen microorganismos a nuestro oído, entre otras cosas”, subrayó el especialista.
Además, dijo, el agua requiere una temperatura correcta, más o menos de esa temperatura podría producir vértigo.
De esta mala práctica se desprende otra también desaconsejada: utilizar gotas de glicerina u otro componente cuando no fueron recetados por un profesional, aunque podamos conseguirlas en las farmacias sin receta médica.
3. La tercera acción inconveniente y peligrosa es hacer un cono de papel periódico, colocar una vela encendida y poner la base del cono dentro del oído. Esta vieja práctica se basaba en la creencia de que el calor “despegaría” el cerumen del oído, pero no solo no es así, sino que además corremos el riesgo de quemarnos el oído, la oreja o el cabello.
Entonces, ¿cómo limpiar los oídos?
Jiménez indicó que la limpieza no es tan profunda como la imaginamos.
Después del baño diario, podemos tomar la toalla, ya húmeda y, con el dedo meñique, limpiar los oídos por fuera y limpiar los pliegues de la oreja. No intentemos introducir la toalla en el oído, solo en la parte superficial.
Esto también es válido para los niños. Si son muy pequeños, debemos hacerlo con las toallas diseñadas para ellos, que son más suaves, tomando en cuenta que su cuerpo es más pequeño y frágil. Si son niños más grandes, debemos enseñarles cómo hacerlo para que lo hagan por ellos mismos.
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