Abrimos el tubo y el agua que sale la utilizamos para todo: tomarla, lavar, preparar alimentos, asearnos... ¿cómo cuidamos nosotros que esa agua no se ensucie?
Normalmente, las preocupaciones afloran en casos como el visto recientemente en Alajuelita, donde un aumento en los casos de diarrea motivó un llamado de las autoridades de salud a hacer análisis y a que la población hirviera el líquido antes de utilizarlo.
Sin embargo, quienes viven en zonas donde no hay este tipo de alertas podrían tener prácticas que ensucian el agua que llega limpia a través de las tuberías. ¿Cómo podemos evitarlo?
La Nación conversó sobre este tema con Luz Chacón Jiménez, coordinadora de la sección de infección y nutrición del Instituto de Investigaciones en Salud (Inisa), de la Universidad de Costa Rica (UCR).
Ella es microbióloga especialista en aguas y ha detectado hábitos comunes que, en lugar de mantener el agua limpia, la podrían ensuciar.
“Siempre es bueno tener cuidados adicionales, máxime que ahora llueve tanto. Cuando el agua viene de fuentes superficiales, de ríos, es aún más vulnerable, por más que se trate. Entonces, hervir agua siempre es buena opción para evitar contaminantes microbiológicos”, manifestó.
Al abrir el tubo de agua
El primer consejo de Chacón tiene que ver con agua que, desde un inicio, no se encuentra tan limpia.
Según explicó, si los tubos de agua no se han abierto en toda la noche, las primeras gotas de líquido que llegarán en la mañana serán de agua que estaba estancada y que pasó horas allí.
“Cuando usted abre ese tubo, no debería abrirlo de una vez para llenar un vaso y tomárselo. Debería dejar el agua correr un poco, unos 30 segundos, o lavar un par de platos con esa agua.
“Así, usted no se va a tomar esa agua estancada, sino la que viene directamente del alcantarillado, recién clorada”, manifestó.
Pero este no es el único cuidado. Chacón subrayó que también hay que ser muy minuciosos cuando se almacena el agua.
Esta es una práctica normal cuando nos dicen que habrá racionamientos, y hay a quienes les gusta tener picheles con agua fría en la refrigeradora. Otras personas acumulan para alguna emergencia.
Sin embargo, el agua que utilizaremos para tomar, para lavarnos los dientes o para lavar los alimentos sí debe cuidarse de forma especial.
El primer paso es garantizarse que el recipiente esté limpio, porque de lo contrario estaríamos ensuciando el agua antes de comenzar a utilizarla.
“A veces usted ve limpio el recipiente, pero tiene como una babita. Hay que estarlos lavando continuamente para evitar esas películas, que pueden esconder bacterias. No todas van a ser dañinas; la mayoría no lo serán, pero pueden esconder alguna que sí”, señaló.
Por otra parte, el agua debe almacenarse siempre en dispositivos con tapa. Y, a la hora de manipularlos, evitar tocar el agua con nuestras manos (a no ser que acabemos de lavarlas).
Tampoco es conveniente utilizar una taza para sumergirla y sacar el líquido. Lo ideal es tenerla en botellas o recipientes que fácilmente puedan volcarse para llenar un vaso o lavar o hacer uso de ellas.
Si utilizamos un contenedor muy grande y sacamos el agua con un vaso o taza, esto haría que nuestra piel pase en contacto directo con el agua, además de que deberíamos cerciorarnos antes de que la taza esté limpia.
“Esto va en dos vías: que no sabemos cuán limpio está el recipiente y el que no queremos contaminar el agua con nuestras manos”, resumió.
Chacón aprovechó para recordar la importancia del lavado de manos, de forma rigurosa, no solo para evitar enfermedades, sino también para no ensuciar más el agua o los alimentos.
Unas manos que no están limpias antes de cocinar o de consumir alimentos que se comen crudos, aumenta el riesgo de contaminar esos productos e incrementa el riesgo de enfermedad.
En ese sentido, el lavado de los alimentos debe ser más riguroso para los que se comen crudos, ya que los que se cocinan quedarán protegidos por el calor de la cocción.
“El lavado de manos es invaluable para evitar, no solo diarreas, sino todo tipo de enfermedades”, concluyó Chacón.