Una de las mayores preocupaciones que tienen las familias con adultos mayores es si ellos están durmiendo suficiente, en cantidad y calidad. Los hijos y nietos describen desvelos, un sueño liviano y pocas horas en las que permanecen dormidos, especialmente si hacen siestas durante la tarde.
No obstante, esto no necesariamente quiere decir que haya un trastorno de sueño, porque conforme se envejece las necesidades en este ámbito van cambiando.
Ese fue el eje de una ponencia presentada por la geriatra Laura Víquez Acosta, quien se especializa en trastornos del sueño en esta población, en el Congreso Médico Nacional, que se celebró esta semana en Guanacaste.
En entrevista con La Nación, la especialista dio orientaciones para las familias.
“A veces llegan a la consulta diciéndome que les recete algo para que duerman, cuando no necesariamente tienen un trastorno del sueño. Y si lo tienen, muchas veces puede resolverse sin necesidad de medicamentos”, expresó Víquez.
Así dormimos
Lo primero que debe tenerse claro, explicó, es que el organismo humano tiene diferentes necesidades según la edad en la que se encuentre. El ciclo del sueño nunca es igual.
Conforme envejecemos la cantidad de sueño necesaria es cada vez menor. Los niños recién nacidos duermen casi todo el día, y a medida que van creciendo y desarrollándose van durmiendo menos. Los adultos duermen menos. Y los adultos mayores ya necesitan de seis a siete horas, en promedio.
Los cambios no se ven solo en la cantidad de horas, sino también en el ciclo del sueño. Conviene, entonces, entender las diferentes fases.
N1 y N2. Sueño ligero. Los adolescentes, adultos jóvenes y adultos de mediana edad pasan aproximadamente un 50% del tiempo en estas fases. En los adultos mayores el 85% se pasa en sueño ligero.
N3 y N4. Sueño profundo. Es cerca del 50% en personas jóvenes y de un 15% en adultos mayores.
Como consecuencia, los adultos mayores tienen un sueño más fragmentado, se despiertan más, se desvelan más. Además, otros cambios fisiológicos, como problemas en la próstata o en la vejiga, llevarán a que se levanten más para ir al baño.
Hay otros aspectos que suceden desde más jóvenes. Uno de ellos se da aproximadamente a partir de los 45 años, cuando la melatonina, la llamada hormona del sueño, comienza a descender y sus niveles van siendo cada vez más bajos.
Otro cambio que se suma es que el envejecimiento también lleva implícito, en algunos casos, que las personas sientan ganas de dormir más temprano. Entonces, si se duermen a las 7 p. m., ya para las 3 a. m. pasaron esas seis horas y el adulto mayor ya no va a tener sueño y, muy probablemente, no quiera permanecer en la cama.
“Esto no pasa porque tengan un trastorno del sueño, es porque ya durmieron todas las horas que necesitaban dormir”, aclaró la doctora.
En esas situaciones, recomendó Víquez, es mejor que las familias busquen procuren que esta persona permanezca despierta y ocupada como mínimo hasta las 9 p. m., de manera que ya cuando pasen las seis horas, sean las 5 a. m., para cuando es más probable que haya otros miembros de la familia activos.
Hay que considerar también que si el adulto mayor durmió una hora durante la tarde, tendrá menos sueño al acostarse, y podría levantarse todavía más temprano, en la mitad de la madrugada. La especialista no recomienda las siestas, pero si estas se realizan no deberían ser superiores a 20 minutos.
¿Cuándo hay problemas de sueño?
Víquez aseguró que una cosa es la cantidad y lo liviano del sueño y otra la calidad de este. Esas pocas horas, con un dormir más ligero y fragmentado, pueden ser de alta calidad. Por eso es bueno examinar cuando se dan condiciones en las que no sea así.
Una de ellas está relacionada con los dolores que pueden provocar algunas enfermedades o condiciones de salud, o enfermedades que les hacen sentir falta de aire. Esto puede ocasionar que el descanso pierda calidad. Asimismo, algunos medicamentos pueden causar insomnio.
Por otra parte, está el insomnio. Víquez afirmó que el 45% de los adultos mayores tienen este problema, la cifra es muy alta.
Hay que considerar que los trastornos de depresión o ansiedad pueden causar insomnio. En estos momentos son comunes los duelos y pérdidas de personas queridas y esto podría aumentar el riesgo de trastornos anímicos. En estos casos, la terapia psicológica y atender estas necesidades emocionales puede resolver el problema del sueño.
Antes de dar medicamentos, la geriatra explicó que es necesario examinar si esta persona tiene higiene del sueño y ver sus hábitos.
El primer paso es entender esa fisiología del sueño, pero estos son otros consejos que pueden ser útiles.
- Crear un horario donde la persona se acueste y se levante a las mismas horas.
- Utilizar la cama solo para el momento de ir a dormir.
- Que la persona no vea televisión, coma o lea en la cama.
- Apagar toda luz al momento de dormir, esto incluye el televisor y dispositivos electrónicos como tabletas y teléfonos celulares.
- Terapias de relajación: oír música suave, terapias de respiración, un masaje, una ducha caliente.
- Evitar la cafeína y otras bebidas que pueden ser diuréticas (como el té verde) después de las 3 p. m.
Si con estas pautas la persona no mejora, es necesario buscar ayuda de un profesional en geriatría para determinar si hay causas subyacentes, dado que otras enfermedades o un deterioro cognitivo pueden ser causantes del insomnio.
La geriatra señaló que, aunque los medicamentos pueden ser necesarios en algunos casos, debe tomarse en cuenta que los efectos secundarios en estas edades son mayores, pues el hígado, órgano encargado de metabolizar los medicamentos, está más envejecido y esto hace que el medicamento permanezca más tiempo sin metabolizarse y cause más eventos adversos.
Además, en el caso de que la persona necesite ir al baño, Víquez indicó que prefiere a un adulto mayor que se levante en “sus cinco sentidos” y no uno que lo haga con somnolencia, puesto esto aumenta el riesgo de caídas y fracturas. Por eso, si los medicamentos son necesarios deben ser recetados específicamente para cada caso.
¿Qué sucede cuando se duerme demasiado?
Hay adultos mayores que más bien se ubican en el otro extremo y duermen más y prefieren pasar durmiendo. Esto puede suceder tanto en quienes han tenido episodios de insomnio como en quienes no.
En este caso, Víquez recomienda una visita médica para descartar otras enfermedades, trastornos cognitivos o una depresión.
También es importante tener una buena higiene del sueño.
La especialista concluyó que la higiene del sueño debe cultivarse desde la niñez, porque si llegamos a adultos mayores con malos hábitos para dormir será más difícil dejarlos y esto hará que la calidad de sueño sea peor en esta etapa de la vida.
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