Uno de los padecimientos digestivos más comunes en los costarricenses es la intolerancia a la lactosa, una sustancia que está presente en la leche y sus derivados. Quienes son intolerantes sufren “hinchazón” o distensión abdominal, gases, dolor de estómago, “gruñidos” o ruidos estomacales, y, en algunos casos diarrea, náuseas o vómito, al poco tiempo después de consumir lácteos. En algunas personas se presentarán de forma más leve que en otras, a quienes sí les puede presentar un riesgo.
Los síntomas pueden comenzar entre 30 minutos y dos horas después de consumir productos lácteos. Pueden durar desde unas pocas horas hasta un día después.
Sin embargo, ¿cómo saber si se tiene o no esta condición? ¿Cómo controlarla? ¿Por qué se da? En Siéntase Pura Vida responderemos estas y otras preguntas. Lo haremos con la ayuda de la gastroenteróloga Carolina Gutiérrez Ramírez y de la nutricionista Rosanna Mauro Gómez.
También se abordarán las diferencias con la alergia a la proteína de la leche (o caseína), que también puede provocar malestar, pero de una forma muy diferente.
Ambas especialistas señalan que uno de los principales problemas con estas dos condiciones es lo común que se ha vuelto el “autodiagnóstico” (es decir que personas digan que tienen intolerancia solo porque así lo suponen).
Incluso episodios aislados de malestar luego de consumir lácteos no tienen por qué significar intolerancia o alergia. Por ello, lo ideal es asistir primero a un médico para que confirme o descarte alguna de estas condiciones y luego con un profesional en Nutrición, para que puedan evacuar sus dudas de cómo alimentarse mejor y no dejar nutrientes por fuera.
Asimismo, es necesario aclarar que no todas las personas tienen el mismo nivel de intolerancia o alergia, por lo que lo que para un grupo puede ser una incomodidad ligera y pasajera, para otro sí podría resultar en un episodio muy molesto para otro.
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¿Cómo surge la intolerancia a la lactosa?
Para explorar la intolerancia a lactosa debe tenerse claro en qué consiste esta sustancia. La lactosa es un azúcar que está formada por dos moléculas: una de glucosa y otra de galactosa.
Cuando se toma leche o se ingiere otro lácteo que contiene este azúcar, este se degrada en el intestino gracias a una enzima que se denomina lactasa. Eso permite que el sistema digestivo absorba la lactosa correctamente y sin causar síntomas.
Es decir, la intolerancia a la lactosa es la dificultad para digerir bien la lactosa; se debe a la escasez de lactasa en el organismo. La lactosa que no se digiere por falta de lactasa pasa al colon. Las bacterias en el colon descomponen la lactosa y crean fluidos y gases. En algunas personas, estos fluidos y gases adicionales causan bastantes molestias.
Gutiérrez indicó que con la edad se va perdiendo la actividad de la lactasa en el organismo. Por ello, algunas personas que nunca tuvieron problemas para digerir ningún tipo de lácteos lo experimentan conforme envejecen y esto va siendo cada vez más común.
“No se sabe por qué vamos perdiendo esa actividad, pero también hay personas que logran consumir lactosa a lo largo de su vida”, destacó la gastroenteróloga.
También las poblaciones afrodescendientes o de ascendencia asiática tienen más intolerancia. Además, no todas las personas consumen la misma cantidad de lácteos en su vida diaria, por lo que no todos tendrán el mismo impacto.
La nutricionista añadió que hay enfermedades que también producen intolerancia, como algunos casos de celiaquía o crohn. A esto se le denomina intolerancia secundaria, porque la deficiencia de lactasa no se dio de forma espontánea si no como consecuencia de otro mal.
Por otra parte, no todos los alimentos tienen la misma cantidad de lactosa, por lo que no todos van a generar el mismo nivel de síntomas. Gutiérrez indicó que los lácteos con más lactosa son la leche entera, la leche condensada, la leche evaporada. Por otra parte, la mantequilla, el yogur y los helados tienen menos. Y el producto con menos lactosa es el queso, entre más maduro tiene menos lactosa.
Mauro señaló que hay otros lácteos que tienen otros componentes que pueden ser difíciles de tolerar por el sistema digestivo de algunos pacientes. Por ejemplo, la crema dulce y la natilla, pues tienen más grasa.
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Determinar si se es intolerante o no
Muchos médicos diagnostican con base en los síntomas y en el seguimiento de los hábitos alimentarios de las personas. Sin embargo, hay un test de aliento.
El examen consiste en tomar una carga de lactosa y luego se le pide soplar por un periodo. Ahí se miden los gases. Si se libera mayor cantidad del promedio eso sería indicador de intolerancia a la lactosa. Se hacen varias pruebas y si se mantienen constantes se diagnostica.
Mauro manifestó que la importancia de ir con un médico es que hay otras enfermedades digestivas que podrían tener síntomas en común. El especialista podría indicarle a la persona si más bien tiene otro tipo de padecimiento que no está relacionado con los lácteos.
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¿Qué hacer?
Gutiérrez fue enfática en que no hay una cura definitiva para esta condición. Además, no hay un tratamiento en sí mismo. Mauro recalcó que también esto depende del nivel de intolerancia que presente la persona.
La importancia es reconocer los niveles de cada uno, cuál es el tipo de lácteo que más le genera estos síntomas y así saber qué evitar. Hay productos lácteos sin lactosa que pueden conseguirse fácilmente en supermercados.
Sin embargo, esto puede ser difícil cuando se va a un restaurante. Mauro indicó que, si se va a ir, por ejemplo, a una pizzería, alguien con determinado nivel de intolerancia podría consumir menos lácteos durante el día para tener más disponibilidad de lactasa. O consumir otro platillo del menú.
Ambas especialistas indicaron que hay cápsulas de lactasa que son de venta libre y se consumen antes de una comida.
“Son muy nobles. No se absorben, nada más reaccionan con el alimento. No se acumulan. Se pueden usar con tranquilidad según las necesidades del paciente”, resumió Gutiérrez.
Sin embargo, una lactasa no alcanza para una comida muy prolongada. Si es una cena de más de dos o tres horas y la intolerancia es mucha, es mejor tomar otra cápsula.
La alergia a la caseína
Gutiérrez manifestó que la alergia a la caseína es diferente. Es una respuesta atípica del sistema inmunitario a la proteína y a los productos que la contienen. El sistema inmunitario se “despierta” y responde ante el lácteo como si fuera un invasor, por esta razón los síntomas son más intensos que con la intolerancia.
Quienes sufren de alergias tienen manifestaciones como diarreas, cólicos, retortijones, vómitos y reacciones en la piel. Las personas también podrían perder peso.
La Clínica Mayo indica que, en el caso de niños pequeños, puede incluso llegar a anafilaxia, una reacción grave que puede poner la vida en peligro si no se atiende a tiempo.
En estos casos la recomendación médica sería evitar del todo estos productos. Las familias deben estar atentas a leer los ingredientes de los alimentos que compran, porque muchos de ellos tienen lácteos que contienen caseína.
También es importante el control con un alergólogo que les guíe.
Para diagnosticarla el alergólogo expone al individuo a diferentes alimentos para ver su reacción tanto en el sistema digestivo como en su piel.
Importancia de los lácteos
Mauro enfatizó que una de las razones por las cuales es buena la guía nutricional es por los aportes que brindan los lácteos. El acompañamiento de un profesional en Nutrición ayudará a las personas a determinar en qué nivel pueden consumirse los lácteos o buscar sustitutos.
El calcio y la vitamina D son dos de los nutrientes que se encuentran en los lácteos. Estos son muy importantes para el desarrollo cerebral y la fuerza de los huesos.
“Si no los consumimos podemos tener deficiencias que pueden afectar en todo. Desde las funciones cognitivas, como la atención y concentración. O no tener los huesos lo suficientemente fuertes. Los lácteos son muy importantes. Si no consumimos lo suficiente hay que determinar si no hay deficiencias para entonces encontrar los suplementos adecuados”, subrayó.
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