Desde el inicio de la pandemia, autoridades y especialistas de salud advertían del alto precio que sufriría la salud mental como consecuencia de este emergencia sanitaria. La Organización Mundial de la Salud (OMS) lideró un estudio con 194 países en el que se vio que, solo durante el primer año de la pandemia, los casos de depresión y de ansiedad subieron en un 25%.
Esta situación podría ser un subregistro, pues no todas las personas que requirieron de ayuda pudieron obtenerla. La condición es especialmente difícil para quienes viven con algún trastorno mental o emocional, pues el acceso a tratamientos y terapias se ha dificultado. Esta es solo una de las conclusiones del Reporte Mundial en Salud Mental 2022.
“Ya desde antes de la pandemia de covid-19 solo una pequeña fracción de las personas que lo necesitaban tenían acceso a atención en salud mental que fuera efectiva, de calidad y accesible”, cita el documento.
“La salud mental es mucho más que la ausencia de enfermedad: es una parte intrínseca de nuestro bienestar individual y colectivo”, resumió el texto.
De acuerdo con el informe, en 2019, cerca de mil millones de personas (dentro de las cuales está el 14% de los adolescentes) vivían con un desorden mental. Los suicidios sumaban el 1% de las muertes, el 58% ocurrían antes de los 50 años.
Uno de los principales problemas que refleja el reporte es que hay falta de recursos destinados a salud mental. Siempre fueron insuficientes y con la pandemia se redujeron más.
“La pandemia ha afectado la salud mental y el bienestar de muchísimas personas, tanto con como sin condiciones de salud emocional preexistentes. Esto también ha exacerbado las inequidades sociales y las debilidades de los servicios de salud”, destacó el documento.
La preocupación es mayor para aquellas personas que tienen alguna condición mental o requerían estar bajo tratamiento farmacológico, porque vieron limitado su acceso a medicamentos.
“Todos conocemos de alguna forma a alguien con una condición mental. La buena salud mental se traduce en buena salud física y este reporte da la pauta para hacer un cambio. Hay un vínculo intrínseco entre la salud mental y la salud pública, los derechos humanos y el desarrollo económico” dijo Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS.
“Si transformamos las políticas y las prácticas en salud mental le daremos beneficios reales y sustantivos a los individuos, a las comunidades y a los países. Invertir en salud mental es invertir en una mejor vida”, añadió.
LEA MÁS: China enfrenta montaña de desechos médicos y sanitarios
¿Cómo afectó la pandemia?
LEA MÁS: ¿Qué características deben tener las próximas vacunas contra covid-19?
Son muchos los impactos que la pandemia trajo a la salud mental. La OMS destaca como uno de los principales los duelos de quienes perdieron a seres queridos como consecuencia de las complicaciones de la covid-19, o el impacto emocional de efectos a largo plazo como la covid prolongada. Las familias y las comunidades han sido separadas. Los niños y adolescentes han perdido calidad en su enseñanza y en la socialización, algunos han quedado huérfanos. Negocios se han declarado en bancarrota y millones de personas han caído por debajo de la línea de pobreza, esto generó nuevos impactos en la salud mental y exacerbó los que ya traíamos.
Según el reporte, la pandemia de covid-19 ha creado diversos estresores a corto o largo plazo para la salud mental. Dentro de ellos destacan:
Estrés del impacto potencial del virus. Esta fue especialmente una preocupación durante los primeros meses, donde se sabía poco del virus y las medidas de salud pública eran más estrictas. El temor a enfermarse y a morir (ya fuera uno mismo o personas queridas) causaba distrés (estrés negativo). Quienes afrontaban la pérdida de familiares no podían tener una despedida como la hubieran querido porque los ritos funerarios cambiaron.
A esto se le une el impacto en la salud para quienes se recuperaron, pero perdieron calidad de vida y aún tienen síntomas o para quienes sienten que las condiciones poscovid en su salud y memoria no les permitieron regresar a trabajar como lo hacían anteriormente.
Estrés por las medidas de salud pública. El distanciamiento físico, las cuarentenas y otras medidas de salud pública protegieron a las personas de infectarse, pero también redujeron la convivencia día a día y las contribuciones que esta daba a la salud mental. Esto hizo que algunas personas se sintieran aisladas, solas, desesperanzadas y aburridas.
También impusieron desafíos para familias que convivían con la agresión a niños, mujeres o adultos mayores. Las personas con discapacidad, los niños y los adultos mayores sufrieron esto en mayor medida.
A esto se le añade que muchos servicios de salud mental dejaron de funcionar durante varios meses y las personas no tenían a quién recurrir.
Estrés por desempleo e inseguridad financiera. El desempleo, la pobreza y la adversidad son ya factores de riesgo que ponen en jaque la salud mental. La recesión global de 2020 dejó a millones de personas sin trabajo y llevó a niveles nunca vistos de pobreza extrema. La recuperación ha sido lenta. A mediados de 2022, los niveles de empleo no han llegado a los que se tenían a finales de 2019.
Estrés de información falsa e incertidumbre. Al inicio de la pandemia, la falta de comprensión de la enfermedad, el desconocimiento, los rumores y la desinformación alimentaron miedos y preocupaciones. Cobertura excesiva de la información, en ocasiones falsa, contribuyeron con el distrés. La infodemia continúa esparciendo información incorrecta, incluyendo noticias falsas, y esto afecta la salud física y mental.
Impacto desigual
La pandemia no afecta por igual a todos. Según el reporte, las mujeres y los jóvenes se llevaron las mayores cargas sociales, emocionales y económicas. Otros, como los privados de libertad, los migrantes, los residentes en hogares de larga estancia, y los sobrevivientes de violencia doméstica son todavía más vulnerables.
Muchos factores frenan a las personas para no buscar ayuda. Dentro de ellas están analfabetismo, servicios de poca calidad, estigma y discriminación. En muchos lugares ni siquiera hay servicios de salud mental, y si existen son impagables para ciertos sectores.
Algunas personas escogen sufrir este distrés mental por miedo a sufrir discriminación. A esto se le añade que nos falta comprender que la salud mental no es algo que se tiene o no, más bien es un proceso.
LEA MÁS: Más niños y adolescentes buscan poner fin a su vida, ¿por qué?
“La salud mental no es un estado binario: no es de estar bien o mal. La salud mental existe en un complejo vaivén que va desde experiencias óptimas de bienestar hasta estados debilitantes de gran sufrimiento y dolor emocional”, subrayó el reporte.
En Costa Rica
El reporte de la OMS es general y no da detalles sobre países individuales. Sin embargo, un estudio realizado por las universidades estatales encontró a finales de 2021 que más de 1,3 millones de costarricenses han sufrido ansiedad, depresión y estrés por la pandemia (un 32% de la población), y cerca de 800.000 quedará con secuelas mentales prolongadas sin la posibilidad de contar con un sistema de apoyo que les permita recuperarse con la rapidez y fortaleza que necesitan.
Las mujeres jóvenes, de zonas costeras, pobres y con bajo nivel educativo, junto con las personas que no tienen ni estabilidad económica ni condiciones para resolver sus necesidades básicas, son quienes están enfrentando la pandemia en un situación de mayor vulnerabilidad, la cual venía desde antes, pero que se agudizó con esta emergencia.
LEA MÁS: Niños de 6 meses a 4 años podrán vacunarse contra covid-19 en Estados Unidos a partir del martes