Si algo no falta en la comida de los costarricenses es sal.
Según la última encuesta sobre consumo, realizada por el Instituto Costarricense de Investigación y Enseñanza en Nutrición y Salud (Inciensa), cada tico ingiere cerca de 10 gramos de sal por día: el doble de lo que los médicos consideran saludable.
Ese exceso puede afectar la salud cardiovascular, principalmente si ya se tiene problemas con la presión arterial o una sensibilidad especial al exceso de sodio.
“Estudios poblacionales muestran que, a nivel global, un consumo excesivo de sal se asocia con niveles de tensión arterial más altos y más casos de hipertensión, lo que puede provocar más problemas cardiovasculares”, dijo James Hospedales, epidemiólogo y principal asesor en la Unidad de Prevención y Control de Enfermedades Crónicas, de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
Según Hospedales, el exceso de sodio (uno de los compuestos de la sal) provoca que el organismo retenga agua: “El incremento de líquido aumenta el volumen de la sangre, que se ha relacionado con el desarrollo de hipertensión arterial y con daños en el corazón pues se ve sometido a un mayor esfuerzo”, explicó Hospedales.
Por si eso fuera poco, la sal es considerada por los médicos como un irritante de la pared estomacal, por lo que su consumo contribuye a la gastritis y otras afecciones.
Menos. “Si el consumo de sal baja a cinco gramos diarios durante cuatro meses, la presión arterial disminuye hasta en un 10%”, explicó Enrique Jacoby, asesor regional de la OPS en nutrición y estilos de vida saludables, quien agregó que la disminución ocurre tanto en quienes son hipertensos como en quienes no tienen problemas de presión.
Según la experiencia clínica de Jacoby, esta reducción se traduce, en un año, en una merma del 24% en los accidentes trombo-embólicos y de un 18% de enfermedades coronarias. “Este es un impacto espectacular y el esfuerzo es mínimo: basta con que la gente se proponga moderar su consumo de sodio”, dijo el médico de la OPS.
Con ese fin, la OPS emitió la semana pasada una serie de recomendaciones, entre las que destaca la de no salar la comida después de la cocción y utilizar olores y condimentos naturales.
Sin embargo, mantener a raya el salero no es la única medida que se debe emplear para controlar el consumo de sal, ya que la mayoría del sodio que se ingiere a diario proviene de productos procesados.
Se trata de sal que se utiliza para preservar ciertos alimentos y, en algunos casos, para bloquear sabores amargos y mejorar la textura.
Según Jacoby, controlar la cantidad de “sal invisible” que se consume no siempre es fácil, sobre todo porque no todo lo que lleva sal sabe salado: los cereales de desayuno y las mermeladas, que aparentemente son dulces, contienen grandes cantidades de sodio.
No queda más que leer las etiquetas, pero conviene tener en cuenta que otros productos procesados que contienen mucha “sal invisible” son los panes, los embutidos, los quesos y las sopas.