Saber cómo impacta la covid-19 en los niños y adolescentes es vital para tener un retorno a lecciones presenciales de forma segura.
Países de Europa y Estados Unidos comienzan a abrir las aulas y esto da pie a muchas preocupaciones. En algunos casos se han visto brotes de covid-19 en centros educativos, lo que lleva a exigir mayores precauciones para determinar en qué momento es sabio reabrir estos espacios.
En Costa Rica, las lecciones presenciales se suspendieron en marzo y desde entonces se aplica educación a distancia, aunque hay 372.000 estudiantes sin acceso a Internet, mientras que otros 91.000 alumnos abandonaron los estudios.
La tarde de este martes, la ministra de Educación, Guiselle Cruz, anunció que se recurrirá a la televisión para dar contenidos del curso lectivo y así paliar la falta de Internet. El programa Aprendo en Casa, llevará contenidos a través de los canales 4 y 11.
Esto es una medida antes de volver de forma presencial, algo para lo cual todavía no hay fecha, según confirmó Cruz en conferencia de prensa.
El impacto en las dinámicas de la enfermedad en las aulas aún se estudia.
Un nuevo análisis del Centro de Control de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés), publicado este lunes indica que los niños con edades entre los 5 y los 11 años, cuando se les compara con adolescentes entre 12 y 17, tienen la mitad de riesgo de contagiarse y, en caso de ello, de sufrir complicaciones.
Para llegar a estas conclusiones, los investigadores estudiaron los 277.285 casos de covid-19 presentados en Estados Unidos en menores entre los 5 y 17 años (edades clave en el regreso a clases presenciales), entre el 1.° de marzo y el 19 de setiembre.
“Es importante para los centros educativos y para las comunidades monitorear los indicadores principales de covid-19 entre los estudiantes y, con base en eso, trazar estrategias para reducir el riesgo para ellos, educadores, personal administrativo y familias”, cita el documento.
En Costa Rica, el virus ha afectado 6.151 menores de edad, el 8,24% de los contagios acumulados de la enfermedad. Al corte de este lunes, tres de ellos estaban en el Hospital Nacional de Niños. Un bebé de un año está en cuidados intensivos. No se han registrado muertes en este grupo de edad.
Explorar la enfermedad en menores de edad
Los analistas dividieron a la población en dos: los que tenían entre 5 y 11 años (correspondientes a escuela primaria) y entre 12 y 17 años (los que están en los niveles middle school y high school).
Entre mayo y setiembre, los casos en el grupo de adolescentes fueron de 37,4 por cada 100.000 personas de su edad, mientras que en los niños fue de 19 por cada 100.000, casi la mitad.
La incidencia fue mayor en julio, cuando, si se unen ambos grupos de edad, pasó de 13,8 por cada 100.000 personas de ambas edades a 37,9.
El 58% de los menores reportó más de un síntoma, el 5% fueron asintomáticos, pero faltan datos del 37% de ellos.
Del totalidad de menores analizados, 1,2% (3.240) estuvo en un hospital; dentro de ellos, 404 (el 12,47% de los hospitalizados, el 0,1% del total) requirieron cuidados intensivos. En total, 51 niños y adolescentes fallecieron (menos, del 0,01%).
Si nos vamos a los factores de riesgo, estos se vieron en 7.738 (el 3% de los adolescentes y el 2% de los niños). El más común fue alguna enfermedad respiratoria (incluyendo asma), con un 55%, seguido por alguna discapacidad (9%), condiciones de inmunosupresión (7%), diabetes (6%), enfermedades cardiovasculares (5%), y obesidad mórbida (4%).
Si se toman en cuenta las complicaciones de la enfermedad y el riesgo de hospitalización, este también fue cercano al doble en los adolescentes que en los niños. Sin embargo, en ambos casos, quienes mostraron cuadros más graves de la enfermedad tenían al menos un factor de riesgo o una condición médica que los hacía más vulnerables ante el virus.
“Entre los casos estudiados, el 16% de quienes requirieron hospitalización, el 27% de quienes estuvieron en cuidados intensivos y el 28% de quienes fallecieron tenían una o más factores de riesgo”, afirma el informe.
Los menores afrodescendientes y latinos también tuvieron más riesgo de complicaciones, aunque los autores señalan que esto puede deberse también a un menor acceso a los servicios de atención primaria.
Los autores indican que también hay limitaciones en su estudio. Por ejemplo, al tomarse en cuenta los casos diagnosticados pueden obviarse casos asintomáticos en menores, que es algo común y que muchas veces pasa desapercibido por las familias, los centros de salud y las escuelas.
Además, al Estados Unidos no tener un sistema de salud unificado en todo el país, los diferentes prestadores de servicios de salud pueden dar información con parámetros diferentes en cuanto diagnósticos y síntomas. Además, debe tomarse en cuenta que hay retrasos en los reportes de casos, por lo que estos no pueden evidenciar la realidad a hoy, si no a hace unas semanas.
LEA MÁS: Covid-19: ¿Cómo podemos, usted y yo, evitar el contagio y proteger a quienes queremos?
¿Cómo influyen estos datos en las clases presenciales?
LEA MÁS: (Video) 200 millones de dosis de vacuna contra covid-19 para países pobres
Para los autores, es necesario tomar en cuenta estos datos a la hora de diseñar estrategias de lecciones presenciales.
“Implementar múltiples estrategias de mitigación simultáneas y comunicar claramente la importancia del distanciamiento físico, el lavado de manos constante y el uso de mascarillas puede reducir la diseminación de covid-19 en los centros educativos y las comunidades”, concluye el reporte.
El pasado 16 de setiembre, el Fondo de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicaron una guía sobre cómo pueden reabrirse los centros educativos.
El documento incluye recomendaciones para países o regiones según sus escenarios de transmisión: sitios donde no hay casos, donde hay casos esporádicos, donde los contagios están en conglomerados o clústeres y donde ya hay transmisión comunitaria.
En donde hay transmisión comunitaria, el monitoreo según los riesgos específicos de cada localidad e incluso barrio deben seguirse día a día.
“Las escuelas no trabajan en aislamiento, son parte de las comunidades, y si en una comunidad hay un brote o no hay control de la transmisión, este puede llegar a la escuela y la transmisión continuar ahí”, expresó al presentar la guía Maria Van Kerkhove, jefa técnica de covid-19 para la OMS.
“Pero sí hemos visto ejemplos exitosos en varios países, ese regreso presencial se ha hecho lentamente y escalonado. Seleccionan grupos de edad específicos, o buscan habilitar solo las aulas más grandes y más ventiladas, o tener menos personas en clase para facilitar el distanciamiento físico”, añadió.
Las instituciones piden priorizar las clases presenciales cuando estas sean seguras, lo cual depende de cómo es la dinámica de transmisión del virus en cada país.
“Entre más tiempo pasen los niños sin volver, peores serán las consecuencias, especialmente para los más vulnerables, que no tienen acceso a educación a distancia y que muchas veces su alimentación depende de clases presenciales, pero debe darse con medidas. A esto se le une el que están más expuestos a violencia física, psicológica y sexual y a trabajo forzado”, manifestó en la presentación de la guía Audrey Azule, directora general de Unesco.