Flor Pizarro tiene solo una dosis contra covid-19. No quiere una sola más. William Azofeifa tiene dos y no quiere la tercera. Rubén Navarro no tiene una sola y pretende “quedarse así”. Ninguno tiene hijos pequeños, pero aseguran que no los vacunarían.
Los tres son vecinos de Chacarita, Puntarenas, una de las áreas de salud donde la reticencia es mayor y los equipos vacunadores luchan para iniciar y completar esquemas.
“La única dosis me puso muy mal por unos días, me cansé tanto que no podía ni caminar. No quiero volver a sentir eso. Decidí nunca más volverme a poner esa cosa”, dijo Pizarro.
Historias como esta se repiten en otras comunidades del Pacífico central, como Barranca y Esparza.
“Cuando vamos a las casas ni siquiera nos abren y se nos enojan. En las fábricas no siempre nos dejan entrar o nos hacen pedir permiso con mucha antelación”, contó Dilcia Segura Hernández, coordinadora de los asistentes técnicos de atención primaria en salud (ATAPS) de Barranca.
A casi un año y 11 meses de inicio de la campaña, esta es la situación de 566.815 de costarricenses mayores de 6 meses que no tienen su primera dosis, según datos de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) al 14 de noviembre pasado. Es el 10,98% de los habitantes, según las proyecciones actuariales de la institución.
Si se divide por grupos de edad, representan al 4,49% de los mayores de 12 años, al 21,11% de los de 5 a 11 años y el 80,46% de los de 6 meses a 4 años. En Chacarita estos porcentajes, respectivamente, son del 27%, 27% y 93%.
“Es una población muy pobre, con mucho desempleo. Tenemos un rezago de unas 6.400 primeras dosis que no hemos puesto, es un aproximado“, comentó Denia Ávila, enfermera encarga de la inoculación en esta área de salud.
Debe tomarse en cuenta que el grupo de menor edad recién comenzó su campaña el pasado 3 de octubre y por eso marcha más lento en todo el país. Sin embargo, si se toma Chacarita como ejemplo, la diferencia es de 13 puntos porcentuales.
Justo al lado, en Barranca, se encuentra la población con mayor población sin una sola dosis en Costa Rica: allí, el 36,09% de los mayores de seis meses no se ha vacunado. El faltante con mayor peso está en los mayores de 12 años: el 32% no se ha vacunado, ocho veces más que el promedio nacional.
“Los padres nos están bloqueando mucho. Cuando vamos a centros educativos hay niños y adolescentes que al ver a sus compañeros vacunarse ellos también quieren y sus padres dicen que no”, manifestó Dilcia Segura.
Para los menores, la situación es más difícil en Esparza, donde el 50% de los niños de 5 a 11 años no tiene una sola dosis, más del doble del promedio nacional. En este mismo cantón, el 96% de los infantes de 6 meses a 4 años está sin vacunar, una cifra el promedio nacional dejó atrás en la primera semana de vacunación a este grupo de edad.
Yuliana Vargas Barrantes, enfermera de vacunación en ese cantón, afirmó que los miedos principales es que haya efectos secundarios para sus hijos. Por otro lado, desconocer la vacuna aumenta el temor.
Esto contrasta con los casi 886.828 mayores de 18 años que a este 14 de noviembre ya sumaban cuatro dosis y muchas de ellas indican que sin problemas se pondrían una quinta.
Las razones
No todas las personas dan la misma razón. Ávila decía que en Chacarita uno de los problemas es que la población es de muchos pescadores, y ellos trabajan de noche y duermen de día, o salen durante mucho tiempo y llegan a casa solo para descansar, o se van por semanas completas.
La desinformación en redes sociales y mensajes de WhatsApp también ha calado y alejado a las personas.
“Ha habido mucha divulgación negativa, y en quienes no tienen el esquema completo muchos dicen que con dos es suficiente”, señaló Javier Molina, ATAPS de Santa Eduviges, en Chacarita.
Esto también pasa en Barranca. Segura comentó que incluso han tenido la vacuna lista para ponerse y los miedos echan para atrás a la persona y se va del vacunatorio sin ser inyectado. En los barrios ni siquiera están abiertos a escucharlos.
Vargas añadió: “yo sigo oyendo eso de que esta vacuna no es segura y es ‘sustancia experimental’ a cada rato. Cuesta la educación”.
En Quepos, otro lugar donde también se lucha contra la baja vacunación, la geografía es bastante difícil, especialmente en sitios montañosos y esto lo hace más lento. A esto se le une quienes son renuentes desde el inicio.
“Desde hace seis meses el inicio de esquemas ha estado lento. Ha sido bastante difícil poder captar la población que desde el inicio ha estado renuente”, dijo Jenny Delgado Vanegas, coordinadora de la vacunación en Quepos.
Allí también hay quienes consideran que el esquema es de solo dos dosis y sientan que no es necesaria la tercera.
En todas las áreas de salud de la zona, la vacunación de los más pequeños, de 6 meses a menos de 5 años, ha sido la más difícil.
“Desde que empezamos hace mes y medio ha sido muy poca la afluencia, se abre solo un vial, se descartan muchas dosis”, lamentó Delgado.
Sin perder la fe
Los equipos vacunadores siguen yendo casa por casa a tocar las puertas en los lugares donde más cuesta iniciar y completar esquemas. Aunque el ritmo es lento, siempre encontrarán a quién ponerle una vacuna. Este jueves 10 de noviembre ,los equipos de Chacarita salieron a los diferentes barrios y ahí encontraron a Rosángela O’connor, cuyo hijo mayor, ya adulto tiene discapacidad física e intelectual y no puede movilizarse, por lo que la visita valió para una tercera dosis.
“Yo agradezco muchísimo que ellos vengan, no tendría cómo llevarlo a vacunar”, dijo.
Molina indicó que el dar educación a la población también ha funcionado para bajar los números de reticentes: “La gente está receptiva a escuchar. Sí hemos aplacado miedos”.
Delgado indicó que, como Quepos es zona turística, se llega a los hoteles a vacunar a los trabajadores. La mayoría se han logrado visitar.
Vargas indicó que las vacunaciones en el parque Pérez, en las actividades más importantes y cuando hay eventos, se da una gran oportunidad para inocular. También llegan a la salida de las misas de los domingos por fuera de los diferentes templos y esto ha ayudado a subir los números. Asimismo se ha coordinado con la sociedad portuaria.
“Ahí nos ha servido, no tanto para gente de aquí, pero sí para transportistas, muchos no tenían esquemas completos por su tipo de trabajo, entonces a ellos les sirvió mucho que llegáramos ahí”, destacó.
Diana Obando, farmacéutica de la Región Pacífico Central de la CCSS, comentó que en las últimas semanas se está dando un leve repunte de primeras y segundas dosis, especialmente en población nicaragüense. Dicho país está pidiendo para ingresar dos dosis de la vacuna o, de lo contrario, una prueba negativa de covid-19. La vacuna presenta una salida más fácil para ellos porque no les significa pagar por un examen, por lo que calculan su tiempo para que, al viajar a fin de año, tengan al menos dos semanas de tener esas inyecciones.
En medio de los miedos, de las dudas y de la reticencia, los equipos vacunadores seguirán trabajando. Saben que cada vacuna suma en la lucha contra la pandemia.