¿Es malo bañarse después de hacer ejercicio? Si bien existe una serie de beneficios asociada a bañarse, tanto con agua fría como caliente, hay un cuidado que se debe tener antes de meterse bajo la ducha después del ejercicio: no debe hacerlo inmediatamente después de terminar.
Si lo hace así puede tener un cambio brusco de temperatura a nivel corporal.
“Según los estudios científicos, durante una sesión de entrenamiento el cuerpo llega a una temperatura de 38,3 º C a 39,5º C. Al entrar a un ambiente frío de manera brusca, en este caso el agua de la ducha, sucede una descompensación en el cuerpo. Esta puede desencadenar problemas circulatorios y cambios en la presión arterial”, explicó el director deportivo en el Colegio de Médicos, Johan Salas.
El promotor de la salud también dijo que hay riesgo de sufrir una parálisis facial periférica. Esto porque ese nervio se mantiene dilatado cuando la temperatura corporal es elevada, como cuando se hace ejercicio, y puede verse afectado por un cambio térmico brusco.
Por eso, la fisioterapeuta Marcela Calvo no recomienda meterse a la ducha recién terminado el ejercicio, sino, hacerlo después de unos 20 o 30 minutos de reposo y/o enfriamiento, para que en este periodo, poco a poco el cuerpo vuelva a su temperatura habitual.
¿Agua caliente o fría? La temperatura del agua con la que se baña también es algo que debe tomar en consideración pues cada una tiene efectos distintos en el cuerpo.
La caliente, por ejemplo, puede estimular la circulación y relajar los músculos y articulaciones, al tiempo que abre los poros de la piel para facilitar la liberación de impurezas, explican en el sitio de ejercicio Livestrong.
Por su parte, el agua fría, explica el entrenador Joseph Mercola, logra una amplia gama de beneficios de salud, incluyendo una recuperación más veloz después del ejercicio, una reducción del dolor muscular de aparición tardía, una mayor tolerancia a estímulos de estrés biológico (ocasionan dolor e incomodidad en el cuerpo), un aumento en las capacidades para quemar grasa, entre otros.
Coincide con él el entrenador Dean Piazza, quien considera que el agua fría puede ayudar a reducir las inflamaciones producto de las lesiones que puedan haber ocurrido durante el entrenamiento.
Esto puede ayudar a una recuperación más rápida, pero no es recomendable para la persona promedio, asegura.
Por eso, los fisioterapeutas Mauricio Marín y Marilyn Barrientos consideran que la elección de la temperatura del agua que se use para ducharse depende del tipo de entrenamiento que se tuvo.
“Si es una persona que busca relajarse con el ejercicio, y tiene un entrenamiento relativamente promedio, lo preferible es el agua caliente; pero si es, por ejemplo, un futbolista o un peleador de artes marciales mixtas, definitivamente necesita agua fría y ojalá casi consumirse en hielo para evitar inflamación y disminuir los golpes que ha sufrido del entrenamiento”, dijo Barrientos.
Aún así, para Calvo lo más recomendable es, luego de que la temperatura corporal regresó a sus niveles normales, iniciar el baño con una ducha de agua tibia o caliente y luego pasar a una de agua fría.
“Cuando se efectúa un ejercicio, el ritmo cardíaco aumenta y el ácido láctico se acumula. Luego, una ducha con agua caliente previene el cúmulo del ácido láctico, relaja los músculos y mejora la circulación de la sangre”, detalla.
Por otro lado, añade, una ducha con agua fría logra que el organismo responda a las bajas temperaturas intentando proteger a los órganos internos, y para ello hace que la sangre fluya fuera de las extremidades y de la piel, lo cual es beneficioso para la salud.
“Además, el agua fría y la mejor circulación ayudan a recuperar rápidamente el ritmo cardiaco y reduce la inflamación muscular”, detalló.
Por eso, la especialista recomienda efectuar un “baño de contraste” después de entrenar: abra la llave de agua caliente por unos dos o cuatro minutos, y luego, la de la fría durante no más de dos minutos. Repita eso unas cuatro veces.