La bioquímica costarricense Diana Chinchilla llevaba años ligada a la industria farmacéutica en Estados Unidos cuando llegó la pandemia de la covid-19. Poco después el mundo comenzó a hablar de los trabajos para una vacuna contra el virus y ella quiso ayudar.
Así fue como empezó una búsqueda que la llevó a ser parte de un gran equipo de trabajo que hizo realidad una de las vacunas que llegó a los brazos de los costarricenses: la de la empresa AstraZeneca, —con la Universidad de Oxford—, donde labora desde diciembre del 2020.
“En el momento en el que la pandemia empezó yo sabía que quería ayudar, cuando la oportunidad vino, no lo pensé. Yo quería trabajar con una vacuna, la pandemia estaba generando mucho dolor”, comentó esta josefina, quien se crió en Sabana sur.
El foco de su trabajo no estuvo en la formulación ni en la parte médica, sino en la llamada transferencia técnica, en aportar apoyo en la manufactura. En esa parte técnica, garantizar una producción masiva de dosis, las necesarias para poder abastecer a muchos países con dos dosis para todos sus habitantes.
En otras palabras, su parte estaba más dedicado a la parte técnica, tomar la fórmula ya diseñada y llevarla a un vial y garantizar que el producto fuera el mismo todo el tiempo.
Al lado de ella trabajaron médicos, ingenieros químicos, biólogos, especialistas en informática, escritores científicos, especialistas en inmunología, estadísticos y químicos en áreas distintas a la bioquímica.
“Algunos de mis familiares tomaron la vacuna. Fue lindo saber que parte de mi trabajo también llegaba a Costa Rica. Se produjeron millones de millones de dosis en todo el mundo y se distribuyeron en otros países y se salvaron vidas”, manifestó esta madre de dos hijos, de 17 y 19 años.
Un camino a la salud de las personas a través de la química
Fue su madre la que de algún modo la impulsó a buscar un punto de la química que le permitiera acercarse a la salud humana. Ella estudió enfermería y desde niña la vio estar en contacto con esa búsqueda de la mejoría de la salud de la población.
Desde que estaba en el colegio le gustó tanto la química como la biología y poco a poco fue mezclando ambas áreas.
Cuando estaba en la Universidad de Costa Rica (UCR) un profesor invitado que estuvo más de un año de visita le animó a concursar por una beca. Allí obtuvo su doctorado y posdoctorado en bioquímica y esto la fue llevando donde hoy está.
Ella se fue con varios de sus compañeros y la idea era regresar a Costa Rica a poner en práctica su conocimiento, pero las oportunidades de trabajo y ese amor a la ciencia fueron floreciendo en Estados Unidos, donde también floreció el amor y allí se casó y formó una familia.
“Hay que aprovechar las oportunidades y tomar los riesgos. No tener miedo”, subrayó.
Muchas personas le han preguntado que si por ser mujer ha sido diferente o más difícil. Ella asegura que no, pero sí conlleva un esfuerzo de hacer balance entre vida personal y laboral, y fijar las prioridades.
¿Qué sigue? La lucha contra más enfermedades, su trabajo con el control de calidad de los medicamentos también toca otras enfermedades, como el cáncer o enfermedades renales.
“Me encanta seguir aprendiendo. Por tener veintitantos años de trabajar no puedo decir que ya se todo, especialmente en la ciencia, con lo que evoluciona. Por eso me gusta aprender”, concluyó.