En ocasiones, las arterias del cerebro presentan debilitamientos en sus paredes que hacen que se formen bultos de sangre que impiden la circulación normal. Esto se conoce con el nombre de aneurisma.
Cuanto mayor sea su tamaño, más difíciles son de tratar; pero una nueva técnica en el país, desarrollada en el Hospital México, los trata y normaliza la circulación sanguínea.
Consiste en colocar un dispositivo, de menos de 5 milímetros, llamado “diversor de flujo”, que baja el aneurisma para permitir el paso de la sangre. En otras palabras, lo “desinfla”.
Las arterias en el cerebro son sumamente delgadas, por lo que un abultamiento de pocos milímetros de diámetro complica el paso de la sangre, y la presión de esta al intentar circular puede ocasionar la ruptura.
“Es como ver una ‘tetilla’ de las que tienen las llantas de carro viejas, que se abultan y pueden romperse. La llanta vieja se desinfla, el aneurisma estalla y la sangre sale”, comentó el neurólogo Luis Rosales.
No todos estos abultamientos estallan y causan la salida de sangre; algunos tienen un tamaño mayor y provocan un efecto “de masa” que aprieta lo que está a su alrededor, especialmente los nervios ópticos.
A la fecha, un joven de 15 años y una magistrada del Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) han sido beneficiados con esta técnica. Dos personas más son posibles candidatas.
“Los gigantes son los menos comunes. En el hospital vemos de uno a tres casos al año, pero, si no se tratan, corren el riesgo de que tarde o temprano se rompan”, explicó Rosales, coordinador de la nueva alternativa.
Paso a paso. No cualquier persona es candidata a este procedimiento. Para determinar si lo es, los médicos deben someter al paciente a varios análisis.
Entre otras pruebas, se le hace un tac del cerebro, una resonancia magnética, un test para determinar si hay riesgo de isquemia (derrame o infarto cerebral) y una angiografía.
Posteriormente, un equipo, conformado por neurólogo, neurocirujano y neurorradiólogo, discute si el candidato puede someterse a la técnica.
Si el paciente es seleccionado, se hace una incisión en su ingle y, a través de la arteria femoral, se introduce un catéter que conduce al sitio del cerebro donde se encuentra el aneurisma.
Una vez allí, se coloca el diversor de flujo. Este impide que al aneurisma vaya la cantidad de sangre que normalmente llega, hasta el punto de que, como consecuencia de esta falta de sangre, se va “desinflando” y desapareciendo con el tiempo.
La realización del procedimiento dura de dos a cuatro horas. Luego, el paciente permanece hospitalizado por dos o tres días para que se monitoree su evolución.
Posteriormente, la persona pasa una semana de reposo en su casa y tiene citas de revisión al mes del procedimiento y consultas de control cada seis meses.
La técnica no es cosa sencilla. Para realizarla, los especialistas pasaron un año preparándose para tener la condición idónea y dar cada paso.
“También es algo que representa una inversión alta. Solo en materiales –sin contar equipo humano, medicamentos y hospitalización– este procedimiento puede oscilar entre $30.000 y $40.000 (de ¢15 millones a ¢30 millones)”, aseveró Rosales.