Boston, EE. UU. “Cuando mi nieta tuvo edad de ir al preescolar, mi hija me dijo: ‘voy a cancelar la suscripción en el gimnasio y comenzaré a correr por el barrio para pagarle un buen kínder a mi hija’. Yo le dije: ‘es la mejor inversión porque la educación preescolar le dará herramientas para toda la vida’”.
Estas palabras no son de cualquier abuela. Son de Kathy Silva, investigadora de la Universidad de Oxford , en Inglaterra, quien entre 1997 y 2015 dio seguimiento a más de 3.000 niños, desde sus etapas preescolares o en sus casas, a los tres o cuatro años de edad, hasta sus 21 o 22, cuando muchos ya finalizaban carreras universitarias o tenían su primer trabajo.
Esta doctora en Psicología Educativa y su equipo concluyeron que el asistir a un kínder de buena calidad da mejores herramientas en Lenguaje, Matemáticas y Lectoescritura, lo que eleva el rendimiento académico en la escuela, colegio y universidad. Pero hay más, estos niños, al crecer, también se verían favorecidos con mejores salarios que quienes se quedaron en casa los primeros años de vida.
Silva aclara que no se trata de gastar mucho dinero porque la alta calidad también se puede ver en centros públicos y, por el contrario, podría haber un bajo desempeño en centros que cobren altas sumas.
La Nación conversó con Silva luego de una conferencia que brindó en la Universidad de Harvard, en Estados Unidos, para el grupo ProLeer, integrado por personas del sector de enseñanza de varios países. Ella ahondó sobre su estudio, pero también sobre los beneficios del preescolar para la vida.
Paso a paso. El trabajo de Silva, llamado Educación preescolar, primaria y secundaria efectiva (EPPSE, por sus siglas en inglés)”, registró los resultados logrados por los chicos en cada uno de los niveles educativos.
El primer análisis midió el desempeño entre los tres y los siete años. Así vieron que quienes fueron a preescolar, tuvieron mayor motivación para el aprendizaje y su desempeño cognitivo y social era mejor. Además: los menores con padres interesados por ellos, que les brindan amor y una relación cercana, presentaron mejores resultados.
Los pequeños entre los siete y los 11 años que recibieron educación preescolar de buena calidad, aprendieron a leer más rápido y con mejor comprensión que los demás. Asimismo, tenían mejores habilidades en Matemáticas.
A los 11 años, los niños analizados hicieron sus pruebas nacionales (una especie de bachillerato escolar) y, quienes estuvieron en una institución preescolar de buena calidad demostraron un rendimiento 29% mejor en Inglés y un 34% mejor en Matemáticas, en comparación con quienes no fueron al kínder o estuvieron en uno deficiente.
De igual manera, los primeros tenían un autocontrol 24% mejor que los otros, así como un comportamiento social 23% mayor al resto de los menores.
Impacto en la adolescencia. Cuando llegaron a los 14 años, quienes hicieron preescolar ya llevaban cerca de diez años en el sistema educativo y obtenían calificaciones hasta un 37% mayores en Matemáticas y Ciencias que quienes se quedaron en casa entre los tres y los seis años.
Al cumplir 16 años, las calificaciones en las pruebas nacionales (bachillerato) fueron un 38% mayores en Inglés y un 21% mejores en Matemáticas.
Finalmente, ingresar a la universidad fue más fácil para los que hicieron preescolar. Ellos, en promedio, obtuvieron calificaciones 12% más altas.
Al momento en que el estudio finalizó, los jóvenes tenían entre 21 y 22 años.
Los que trabajaban y habían pasado por un kínder ganaban un 8% más que quienes nunca recibieron enseñanza preescolar.
Silva concluyó diciendo que en la educación preescolar, más allá de impartir materias, lo que se hace es brindar herramientas para la vida misma.
“En el sistema preescolar se adquieren los hábitos de aprendizaje, es decir, se aprende cómo aprender y cómo relacionarse con los demás”, concluyó.
Cuando se habla de calidad, ¿en qué fijarse?
¿Cómo identificar un centro educativo ideal? Para Kathy Silva, investigadora de la Universidad de Oxford (Inglaterra), en la Primera Infancia hay dos cosas que deben evitarse a toda costa.
La primera es un lugar en donde las maestras dejan a los niños jugar sin una guía y solo intervienen para evitar riñas.
El otro extremo tampoco es bueno: los centros educativos que, con la excusa de "potenciar al máximo los talentos", fuerzan el aprender a leer y piden a sus alumnos trabajar como si fueran casi adultos.
"Son pequeños; necesitan descubrir su mundo. Necesitan jugar, pero si la maestra los va a poner a jugar sin prestarles atención, que mejor se queden en casa", expresó Silva.
"Que jueguen con la lluvia y la luz del sol, usen los libros e inventen historias, pero que no los fuercen a leer o a hacer operaciones matemáticas o, aun peor, a llevar tareas escritas a casa. Eso más bien los frustra", añadió.
Catherine Snow, investigadora en lenguaje y alfabetización de la Universidad de Harvard, opina igual: "El kínder permite interacción de niños con adultos y con otros niños y da oportunidades de aprender más y mejor".
Agregó que "ellos son curiosos; hacen hasta 150 preguntas al día. No pueden estar en un kínder que les quite esa curiosidad".
Las especialistas aseguran que los menores deben estar en un lugar donde las maestras los traten con amor, que interactúen con ellos, que los pongan a participar y a hablar y que no intenten protagonizar el aprendizaje de los alumnos. "No es cierto que no pueden haber letras o números en el aula, es más, deben estar allí, pero la idea es que aprendan sin darse cuenta", concluyó Snow.
Escenario tico. En Costa Rica, se calcula que un 63% de los niños con cuatro años y tres meses ya cumplidos asisten al nivel de preescolar.
La población de edades menores aún no está cubierta por el sistema, según el V Informe del Estado de la Educación (2013-2014) .
El Ministerio de Educación Pública (MEP) se ha propuesto ampliar al 69,5% el porcentaje de cobertura en este nivel para el 2018, además de impulsar la capacitación de los docentes y un nuevo plan de estudios, afirmó a La Nación, la ministra de esa cartera, Sonia Marta Mora, en setiembre del año pasado.
Menores son los protagonistas en escuela pública en Boston
Con solo ingresar al salón de clases, se confirma que en la Escuela Primaria Rusell, en Boston, Estados Unidos, los estudiantes son protagonistas.
Los niños, de cuatro o cinco años, pasan de una estación de juego a otra con la guía de su maestra, pero ellos escogen qué hacer: unos dibujan y otros pintan letras y números. A pocos metros, cinco menores se sentaron alrededor de su teacher; ella entonces emite sonidos de una letra y los alumnos intentan adivinarla y la escriben en pequeñas pizarras.
En el llamado "rincón del agua", la maestra asistente les pregunta a los pequeños por qué algunos objetos flotan y otros no y oye sus conjeturas.
Al mediodía, todos se reúnen para oír un cuento; primero tratan de adivinar qué pasará con solo ver los dibujos. Luego, mientras leen, la educadora explica el nuevo vocabulario.
Todos los estudiantes hablan un inglés fluido, pero provienen de hogares donde sus papás no manejan ese idioma, pues su lengua materna es el español.
El secreto: una maestra de origen mexicano que domina el inglés y el español y que deja que cada niño aprenda a su ritmo.
Para Tamara Blake-Canty, directora de la escuela, el alumno debe ser protagonista y los docentes deben tener un plan para potenciar talentos.
"Si es en deporte, hay convenios con escuelas deportivas que dan clases gratuitas; si es en música, contactamos a los promotores de la zona; ya hay violinistas y pianistas en potencia; si es en letras, los motivamos a crear sus historias; y si es para Matemáticas o Ciencias, se les dan mayores retos", explicó la educadora.
El apoyo de los padres es vital. La escuela tiene un proyecto de voluntariado de papás que, según su horario, participan en las clases, ayudan en el comedor, o reciben a los niños que llegan. ¡Los niños son los ganadores!