Más allá de los factores de riesgo genético, nuestras prácticas de alimentación, ejercicio, descanso y hasta nuestra relación con otras personas aumentan o disminuyen las posibilidades de desarrollar alzhéimer.
“Deberíamos asumir que todos tenemos riesgo genético de la enfermedad para así cuidarnos más. Comer sano y hacer ejercicio no solo nos protegen de enfermedades cardíacas o del cáncer; también de la demencia”, aseguró el geriatra Daniel Valerio.
“La idea es que haya calidad de vida hasta el mismo día de la muerte, pero para eso debemos poner de nuestra parte”, añadió.
Para los especialistas en envejecimiento, el fumado no solo aumenta el riesgo de cáncer de pulmón; también el de demencia. El fumado afecta la llegada de sangre y oxígeno al cerebro; esto puede desencadenar deterioro cognitivo.
Otro aspecto vital es dormir bien. El sueño es una de las fuentes más fuertes para alimentar el cerebro y la memoria. Se recomiendan de seis a nueve horas al día, pero el sueño debe ser de calidad.
También es imprescindible realizar actividad física. El ejercicio relaja la mente, genera hormonas que ayudan al desarrollo cerebral y evita la hipertensión y la diabetes, males que son factores de riesgo para la demencia vascular.
Además, la alimentación con frutas, verduras y pocas frituras y condimentos ayuda al buen funcionamiento del cerebro.
Otra buena práctica es mantener la mente activa mediante la lectura, la escritura, hacer crucigramas o juegos de destreza mental.
Y, finalmente, las relaciones interpersonales ayudan a mantener la actividad neuronal.
Sin embargo, los especialistas señalan que tampoco hay que obsesionarse y convertirse en esclavo del estilo de vida.
“Hay gente que sufre esclavizándose a un estilo de vida; eso genera estrés y tampoco es bueno para la mente”, concluyó la genetista Henrriette Raventós.