Desde muy joven, a Felipe Mora Bermúdez le llamó la atención la evolución humana. No era para menos, tenía dos grandes influencias en su vida: una mamá antropóloga y un papá geólogo, por lo que para él, esa área era justo el punto de unión en lo que hacían sus padres.
Cuando llegó el momento de optar por una profesión escogió Biología. No le fue difícil decidir. Este camino lo llevó después a Alemania, donde se formó primero en Biología molecular y luego fue especializándose en el desarrollo de las células cerebrales.
La meta es conocer bien el cerebro humano y un paso para lograrlo es compararlo con el de otras especies similares, ya que ayuda a dar otra perspectiva y obtener más información.
Su trabajo lo llevó a estudiar el cerebro de los neandertales y denisovanos, considerados los familiares más cercanos a nosotros los Homo sapiens, y que cohabitaron el planeta durante miles de años.
Fue así como Mora llegó al Instituto Max Planck, donde conoció a Svaten Pääbo, padre de la paleogenómica, que es el estudio de los genes de la prehistoria. Desde entonces han participado, cada uno desde su especialidad, en varios trabajos.
Sin embargo, el del tico no es cualquier compañero, pues este 3 de octubre Pääbo fue anunciado como el ganador del premio Nobel de Medicina o Fisiología 2022.
Desde su casa, en Dresden, Alemania, Mora conversó con La Nación. Eran cerca de las 9 p. m. para él, tomó una taza que en su exterior tenían dibujados motivos costarricenses y se sentó frente a la computadora. Confesó que no tenía café en ella, ama el café costarricense y nunca le falta en su despensa, lo considera un bien preciado que sabe rendir (”lo cuido como oro en polvo”), pero admitió que tomar café por las noches le dificulta dormir.
Este es un extracto de la conversación con este tico de 46 años, quien además es apasionado de leer, conversar y aprender.
- ¿Cómo fue esa cercanía con las ciencias en la niñez y cómo fue tomando el camino hacia donde está hoy?
- Recuerdo desde pequeño estar fascinado por los animales, las plantas, las células, la evolución humana, ese punto en común con mi madre antropóloga y mi padre geólogo.
“Después de sacar mi bachillerato en Biología en la Universidad de Costa Rica, tuve la oportunidad para ir a Alemania a hacer mi maestría en Heidelberg y de ahí un doctorado en el Laboratorio Europeo de Biología Molecular. Ahí estudié dinámica y condensación de cromosomas.
“Después, pasé a Dresde para estudiar del desarrollo cerebral, en particular la división celular de las células madre del neocórtex (región de la corteza cerebral relacionada con las capacidades que diferencian al ser humano de otros mamíferos).
“Esto me fue acercando a los neandertales”.
- ¿Cómo fue el acercamiento con Svante Pääbo?
- Esto fue ya en Dresde, en el Instituto Max Planck (donde ambos trabajan). El equipo de Svante estaba en Leipzig (una ciudad a 60 minutos en tren desde Dresde). Teníamos reuniones cada varios meses para intercambiar ideas y analizar resultados.
“En algún momento, cuando el equipo de Svante tenía ya lista la secuencia completa y de alta cobertura del genoma de los neandertales, surgió la posibilidad de colaborar y de hacer proyectos conjuntos para ver si las diferencias genómicas que ellos habían encontrado tenían también alguna importancia fisiológica.
“Es decir, no solo que fueran diferencias en las bases del ADN que ellos ya habían visto, sino que también fueran diferencias que tuvieran algún impacto en la biología celular o en la fisiología del cerebro y condujeran a diferencias entre nosotros y nuestros “primos” neandertales y denisovanos””.
- ¿Cómo es Svante Pääbo, trabajar con él?
Svante es un hombre tremendamente inteligente, brillante, con una trayectoria impresionante a lo largo de su vida, que ha publicado muchísimo. Se le ha reconocido con varios premios y ahora con el Nobel.
“Es una persona muy enfocada. Cuando se trata de trabajo es muy concentrado, muy enfocado y es muy bueno para comprender cosas, incluso que están fuera de su expertise.
“Al comenzar el proyecto, por ejemplo, él no tenía mayor conocimiento en división celular, pero rápidamente se puso al día.
“Y fuera del trabajo es una persona agradable. Le gusta conversar amenamente, reírse, hacer chistes. La verdad es una persona agradable para conversar y trabajar”.
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- ¿Cómo se unen la Biología celular y molecular, que es su campo, con esos estudios de ADN de Pääbo?
- La base fue el trabajo espectacular que Svante y su equipo hicieron para secuenciar genomas (analizar gen por gen) de seres humanos arcaicos. Un avance espectacular, que es difícil de creer que haya sido posible. Es ADN que se obtenía de fósiles.
“Ya con esos genomas, era sencillo compararlos con el genoma de nosotros, los seres humanos modernos y ver si había diferencias”.
- ¿Qué diferencias encontraron? ¿Allanaron el camino al Nobel?
- Se vio, por ejemplo, que había 100 diferencias en proteínas, esto en el genoma.
“La idea fue pensar “sabemos que hay estas diferencias en el genoma, pero no sabemos cuál es el resultado fisiológico, si hay cambios en las células o en el funcionamiento del organismo, si es que lo hay.
“Como son muchas, nos hemos estado repartiendo ese trabajo. A mí me propusieron encargarme de seis diferencias que, se sabía, algo tienen que ver en el desarrollo cerebral, porque son proteínas muy activas en el cerebro y algo tienen que ver en la división celular”.
- ¿Cómo ha sido ese trabajo? ¿Ha dado resultados?
- Comencé a analizar esas proteínas en el contexto de células madre, en el cerebro. Haciendo experimentos con mi equipo de trabajo, pudimos ver que sí había diferencias, por ejemplo, en que se comenten menos errores en la división celular de los Homo sapiens que en los neandertales. Todavía seguimos estudiando”.
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- ¿Cómo era coordinar con el trabajo en Leipzig?
- Teníamos reuniones para compartir resultados experimentales, discutir, debatir cuáles serían los siguientes pasos, ver si los resultados tenían sentido y en qué podían mejorarse. Fue un trabajo en conjunto.
“Del trabajo práctico hice la mayoría en Dresde, porque aquí está la tecnología para estudiar tejidos y células vivas y en Leipzig se ha hecho más el trabajo de secuenciar el ADN antiguo.
“En Dresde, era un asunto de preparar células, de preparar tejidos para poderlos observar en el microscopio. Estos tejidos tenían células madre, ya sea de los neandertales o de humanos modernos y se comparaban y se veía qué pasaba en las células madre del cerebro”.
- Ni el trabajo de Pääbo ni el suyo terminan con este premio, ¿qué sigue? ¿más colaboraciones?
- Bueno, habiendo visto estas diferencias en la división celular con los aminoácidos (moléculas que forman proteínas) humanos y los aminoácidos neandertales y que eso llevaba a menos “errores” celulares en los humanos modernos versus los neandertales, ahora la idea es ver qué efecto tiene esa reducción de errores en el funcionamiento de las células neurales, por ejemplo, las neuronas del córtex.
“En resumen es ver si hay impacto en esas diferencias y cómo es, en las neuronas y en el funcionamiento cerebral. Pero, recordemos, estos estudios son en seis de más o menos 100 diferencias que hay.
“Hay otros proyectos, con otros investigadores, y son muy interesantes, y se analizan otras 100 diferencias”.
- ¿Qué le han enseñado los neandertales y denisovanos de nosotros, los humanos? ¿Qué falta por saber?
- Hay algo que es muy claro. Con los neandertales y denisovanos tenemos, por mucho, muchísimas más similitudes que diferencias. Somos realmente muy parecidos a ellos. Las diferencias son pocas, mínimas. Pueden ser diferencias importantes, pero tenemos mucho en común con ellos.
“Sería muy interesante saber por qué fue que se extinguieron y cómo es que nosotros logramos sobrevivir, para comprender más qué es lo que nos tiene aquí y ver los riesgos para nuestra supervivencia y existencia futura.
“Lamentablemente, se extinguieron y no tenemos otra forma de analizarlos que no sea con fósiles. Hubiera sido muy interesante conocerlos y aprender más de ellos. Para conocerlos cómo fueron hace 50.000 años, lamentablemente nos quedan pocas pistas”.