Con el retorno a las actividades que ha sido posible por la baja en casos, hospitalizaciones y muertes por covid-19, han comenzado a hacerse más visibles afectaciones en la salud mental de niños y adolescentes.
Los efectos han sido más evidentes en los últimos dos meses, con el retorno a clases presenciales, luego de dos años de clases a distancia o en grupo pequeños, según explicó Max Figueroa, psiquiatra especialista en niñez y adolescencia.
“Hubo gran repunte de los trastornos emocionales en niños y adolescentes, a todo nivel: desde ansiedad, trastornos de pánico, depresión en todas sus formas, hasta el temido acto de intento o consumación suicida. No es que mágicamente regresen a la escuela y colegio y todo mágicamente se iba a acomodar, ha sido un desafío”, dijo.
De acuerdo con el especialista, así como hay quienes lo manejan muy bien, también hay un “gran grupo de población” al que le está costando mucho este proceso de adaptación. “Dentro de ellos, quienes están en el grupo más vulnerable son nuestros niños y adolescentes”, advirtió.
Durante una transmisión en vivo en el perfil de Facebook de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), Figueroa explicó que se trata de generaciones más vulnerables, no solo por lo abrupto de los cambios en estos días, sino también porque muchos no habían acudido a las aulas de la escuela, el colegio o la universidad antes de la crisis sanitaria.
“Por ejemplo, por su edad nunca habían ido a la escuela y la interrupción de la presencialidad entre preescolar y primaria fue mucho más fuerte. Lo mismo pasa con quienes tuvieron sus últimos años de escuela o primeros de colegio en la virtualidad y llegaron a un mundo presencial muy diferente del que conocían antes de la pandemia”, dijo.
Para el especialista, eventos de violencia en los colegios también son señal de estas situaciones en las cuales las cargas emocionales se juntan con la carga académica y con cambios bruscos en la dinámica cotidiana.
Entre incidentes de ese tipo registrados en los últimos días están una riña en el Instituto de Alajuela que dejó 23 jóvenes heridos, o un pleito en el Liceo de Escazú en el que un estudiante escupió a un policía.
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De acuerdo con Figueroa, es normal sentir ansiedad cuando hay cambios, especialmente como los que hemos vivido durante los últimos dos años. Primero, al empezar la pandemia, y ahora, con un retorno a las actividades que se hacían antes, con la diferencia de que la emergencia no se ha acabado. Este ambiente, dijo, también genera más tensión.
Para el especialista, todo ser humano pasa por esta adaptación y es normal que el proceso y el estrés que conlleva dure unos tres meses.
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“Si ya pasamos de los tres meses y todavía está esa ansiedad producto de la adaptación a los cambios es cuando debemos encender las alertas”, puntualizó.
¿A qué deberían poner atención las familias? Figueroa enumeró algunas señales.
- Cambios en los patrones del sueño: insomnio, desórdenes en los tiempos de levantarse y acostarse, dormir más o menos horas que de costumbre.
- Cambios en los patrones de alimentación: falta de apetito, comer a deshoras, comer más o menos de lo acostumbrado, saltarse comidas.
- Sentirse abrumados por la carga académica al punto de que se “bloquean”. Dicen “no puedo, no lo voy a lograr”.
- Falta de concentración.
- Baja en el rendimiento académico.
- Manifiestan abiertamente que se sienten abrumados, tristes o agotados.
- Sienten miedo de que algo malo vaya a pasar, aunque no sepan definir qué es.
- Pensar mucho en el futuro, lo que pueda pasar: temor a enfermedad, a lo que les espera, a las pruebas académicas.
- Cambios en comportamiento: no se ve tan alegre, no comparte tanto como antes.
- Pérdida de interés en lo que le gusta.
- Temores cuando se va a enfrentar a determinada tarea o a estar con determinada persona.
“Hay casos en los que se pasan de estos síntomas a una tristeza o depresión. ¿Quiénes son los chicos con más riesgo? Los que ya tienen mucho tiempo de estarse sintiendo angustiados y ya no hallan cómo lidiar, cómo manejar esta ansiedad“, enfatizó.
También se debe estar atento a síntomas más físicos que pueden ser señales de ansiedad, por ejemplo:
- Sudoración.
- Tensión muscular.
- Dolor de cabeza.
- Dolor de estómago.
- Boca seca.
- Dificultad para respirar.
- Palpitaciones.
Sentir esto una vez esporádicamente no sería problema. El problema es cuando se da de manera frecuente. Si ya ha pasado más de un mes y se están incrementando estos síntomas físicos o de comportamiento, ya es necesario buscar ayuda.
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El apoyo: qué hacer y qué no hacer
Todas los miembros de una familia pueden aportar para mejorar la situación de salud mental y emocional del niño o joven. Figueroa advierte, eso sí, que debe encontrarse un balance.
“Si soy muy intenso y pregunto, pregunto y pregunto si todo va bien o si se siente mal y necesita algo, va a sentirse más ansioso y no van a querer hablar conmigo”, recalcó.
- No atosigue con preguntas constantemente, ni reitere su apoyo cada dos minutos. Dé espacios para su hijo.
- No minimice sus sentimientos, no diga “eso no es nada”, “eso ya pasó”, “a mí también me pasó y no me puse así”.
- Escuche sin interrumpir. Que diga todo lo que tenga que decir, independientemente de si usted ya tiene la respuesta, no la diga antes de que termine de hablar. Una vez que termine, analice lo que le dijeron y a partir de ahí dé su consejo o apoyo.
- No imponga sus criterios antes de escuchar los de ellos.
“El error que más frecuentemente cometemos como padres es no escuchar. O pasar por alto las cosas”, dijo el psiquiatra.
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¿Cuándo buscar ayuda?
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Figueroa indica que se sabe que hay manifestaciones de un trastorno y que ya es mejor buscar ayuda en el momento en el que se vea que esto interfiere con el desempeño de sus actividades, como tareas y exámenes, actividades deportivas o culturales que antes disfrutaba o la salidas con amigos, vecinos o primos, como lo hacía hasta hace poco.
También es necesario analizar si hay cambios en su conducta. No es lo mismo que un muchacho tenga un comportamiento tímido e introvertido cuando siempre ha sido así a si esto fue una transformación que tuvo una persona extrovertida y muy sociable en las últimas semanas.
Además, quienes ya han enfrentado anteriormente trastornos depresivos o de ansiedad también pueden enfrentarlos nuevamente, por lo que se debe estar pendiente.
“Si yo tengo un chico que está con ansiedad más de un mes, o más de mes y medio o de más de dos meses va a ser más difícil ayudarle. No todos necesitan medicación, con la terapia psicológica puede ser suficiente, pero si dejamos pasar el tiempo puede complicarse”, subrayó.
Para Figueroa, desde el hogar debe tenerse mucho apoyo y comprensión, pero también poner límites.
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