Los antibióticos son fármacos necesarios para atacar una infección con bacterias y los tratamientos hay que aplicarlos y terminarlos tal y como los recete el médico. Sin embargo, en su acción de eliminar todos los microorganismos “malos” que enferman, estos medicamentos también “barren” o matan la microbiota, es decir, el conjunto de bacterias “buenas” que están en el sistema digestivo y que ayudan con los diferentes procesos fisiológicos.
Por si fuera poco, en esta “limpieza” también se van los nutrientes de los cuales la microbiota se alimenta.
“La mayoría de los antibióticos son sistémicos. Si nos tomamos una pastilla de amoxicilina para una infección en la garganta o en la piel, ese medicamento va a entrar al tracto gastrointestinal, ahí se va a absorber, y de ahí va a viajar a los diferentes tejidos a través de la circulación. Ayudan a tratar la infección, pero va a barrer las bacterias saludables”, manifestó el gastroenterólogo Farhad Rezvani.
En este paso, estos importantes medicamentos dejarán a nuestro sistema digestivo en una condición llamada disbiosis. En otras palabras, un desbalance o desequilibrio de los organismos que deberían estar en el tracto digestivo.
Para Rezvani, es comparable con un bosque: cuanta más biodiversidad, más flora y más fauna, ese bosque es más rico. Cuando se toma un antibiótico es como si se diera un incendio forestal que deja a su paso un desierto árido, en ese bosque podrían aparecer especies invasoras como roedores o plantas no habituales. Los intestinos también pueden llenarse de bacterias no tan “buenas”, sino más bien agresivas, que podrían ocasionar distensión (o estómago inflamado), “gases” o diarreas.
¿Qué hacer?
El especialista explicó que sí hay formas de evitar que el medicamento afecte tanto nuestra salud digestiva. Como primer punto, mencionó que desde el inicio del tratamiento el paciente debe tener una buena hidratación y una buena alimentación. Frutas, verduras, hortalizas, todo esto aporta fibra y son prebióticos que ayudan a mantener fuertes las “bacterias buenas”.
Además, la recomendación es utilizar probióticos durante el tratamiento e incluso una o dos semanas después. Los probióticos son microorganismos, bacterias o levaduras, que en cierto nivel de concentraciones, ayudan a repoblar la microbiota.
No obstante, el especialista recalcó que no puede tratarse de cualquier probiótico, ya que algunos también podrían morir con los antibióticos. Estos probióticos, al igual que los medicamentos, tienen una dosis particular y un tiempo durante el cual deben consumirse.
“No es cualquier probiótico que se encuentre en cualquier tienda. Tiene que ser algo específico. No todos son iguales, los probióticos tienen su denominación de cepa, un código numérico que permite saber que se ha estudiado en humanos y que tiene efectos beneficiosos. Si no trae esta denominación de cepa no vamos a saber cómo funciona. Algunos funcionan para la llamada diarrea del viajero, son diferentes de los del estreñimiento o de trastornos del colesterol, tampoco será el mismo si se recetó uno u otro antibiótico“, afirmó el médico.
Los probióticos son tan específicos que no solo se fijan con la especie de la bacteria, sino la cepa. Rezvani dio el ejemplo de la Escherichia coli (E. coli). Esta bacteria está asociada a diarreas y males gástricos, pero hay una especie de E. coli que más bien es probiótico y ayuda a la microbitota.
La ventaja, aseguró el especialista, es que muchos médicos ya recetan los probióticos cuando van a administrar antibióticos. De lo contrario, estos son de venta libre, si usted llega a una farmacia, podrá informarse con el regente de cuál tomar y cómo hacerlo.
No olvide terminar su tratamiento
Los médicos recetan (o deberían recetar) antibióticos únicamente en casos de infecciones con bacterias y no por virus.
Si a usted le recetaron un antibiótico debe terminar el tratamiento hasta el final. Si usted da por terminado el tratamiento antes de tiempo podría causar que la bacteria se vuelva resistente al producto. En otras palabras, desarrolla una forma de defenderse de los antibióticos ante los que normalmente sucumbe. En ese caso, el médico tendría que buscar otra opción y podría llegar el momento en que se quede sin más.
“Si uno deja incompleto el tratamiento, la infección puede reactivarse e incluso peor. Tampoco busque recetarle a otra persona lo que usted no se terminó, cada infección va a requerir un antibiótico específico; una infección de bacteria en garganta no va a servir para una infección urinaria. Podemos estar creando problemas en nuestra microbiota y encima de eso no estar solucionado el problema”, concluyó el gastroenterólogo.