Las hijas de parejas con una división equitativa de las tareas domésticas entre hombres y mujeres suelen expresar un mayor interés en trabajar fuera de casa y en tener una ocupación menos estereotipada y potencialmente mejor pagada.
A esta conclusión llegó un estudio realizado por la Universidad de British Columbia en Canadá, en el que se analizaron datos de 326 niños de 7 a 13 años.
“Los resultados sugieren que un mayor equilibrio en la división del trabajo doméstico entre los padres podría promover una mayor igualdad de fuerza de trabajo en las futuras generaciones”, afirma Alyssa Croft, autora principal del estudio.
Eso sí, debe ser un hecho y no solo un pacto verbal. De acuerdo con el estudio, si los papás decían querer ayudar con las tareas del hogar pero no lo realizaban, las niñas no crecían con ambiciones profesionales menos tradicionales y eran más propensas a imaginarse a sí mismas en trabajos tradicionalmente femeninos, como enfermeras, maestras, bibliotecarias o amas de casa.
Para el sicólogo del Instituto WEM de masculinidad, Fabio Romero, esto se da porque “se aprende observando y viviendo las divisiones de tareas y los comportamientos en la casa, sin que necesariamente hayan palabras de por medio”.
En su opinión, es importante que ambos padres se orienten a roles no estereotipados acerca de qué es lo que define a una mujer y qué es lo que define a un hombre.
También recomienda que no se diga –ni se crea– que el hombre “ayuda” en la casa, como si estuviera colaborando con lo que naturalmente le corresponde a su pareja. Lo correcto es comprender e internalizar que él hace su parte de lo que le corresponde como miembro del hogar.
“Así, la niña en desarrollo podrá observar que las tareas tradicionalmente aceptadas y asignadas a la mujer no obedecen a una asignación por aptitud o habilidades, sino que es arbitraria bajo una construcción social. Esto permite que su rol de género se vea ampliado y desprovisto de estigmas asociados a mandatos específicos”, comentó Romero.
La psicóloga de Enfoque a la Familia, Kathia Morales, coincide: “Si ellas ven que papá hace cosas que tradicionalmente hacen las mujeres, entonces van a concluir que las mujeres pueden dedicarse a cosas que tradicionalmente hacen los hombres”.
Para Romero, una distribución equitativa de los deberes domésticos dependerá de las necesidades del día a día del hogar, tomando en cuenta factores como la presencia de hijos o no, los horarios de trabajo de la pareja y del grado de placer en la realización de los oficios domésticos.
Morales también afirma: “No debemos creer que la igualdad de género se logra permitiendo que hombres y mujeres hagan lo mismo, exactamente igual. Lo conveniente es que cada quien realice las cosas según sus habilidades, potencialidades y talentos naturales, independientemente de si es hombre o mujer”.
Además, no solo es importante que la pareja haga las labores domésticas, sino también que los hijos (hombres y mujeres, sin importar la edad) se involucren, incluso si hay empleada doméstica en la casa.
Esto permitirá que en el futuro sean capaces de desarrollar cualquier oficio doméstico por su cuenta. Además, estas actividades ayudan a reconocer que todos forman parte de una familia y generan un mayor sentido de pertenencia a ella y al hogar.
“Hay hombres a los que les gusta cocinar pero en su hogar no se les permitió cuando eran niños pues era ‘labor de mujeres’. En otras ocasiones, su involucramiento era cortado dado que no hacían los oficios de la manera ‘correcta’ y, en vez de enseñarla, se optó por no volver a asignarle esa labor”, contó Romero.
En esta misma línea, Morales considera que a los hombres también se les debe permitir expresar emociones y afecto. “Si papá se involucra con ellas y les muestra afecto adecuado, van a crecer más seguras, con mejor autoestima y con el deseo de superar obstáculos. Eso las va a llevar a tomar decisiones asertivas, maduras y adecuadas”, comentó.
Más allá del hogar
Para Romero, es importante que estas prácticas trasciendan las paredes del hogar y lleguen a los ambientes educativos, para evitar estereotipos en las aulas.
“Luego del hogar, el ambiente educativo es uno de los más influyentes en la formación de identidad de los niños y de sus roles de género”, aseguró.
Gabriela Blanco, sicóloga y coach profesional, afirma que aunque la sociedad ha venido experimentando cambios, aún hay una tendencia a estimular en las mujeres carreras de entrega, de conexión con otros y de ayuda a otros, como ciencias sociales, educación, salud. “Se verán más cambios, cada vez se están rompiendo más esas barreras de género”, asegura.
De acuerdo con Croft, el estudio sugiere que el logro de la igualdad de género en el hogar puede inspirar a las jóvenes a fijar su mirada en carreras de las que han sido tradicionalmente excluidas y en las aún tienen poca representación, desde ciencias hasta puestos directivos.