Realizar actividad física, no fumar, no comer en exceso, tener una alimentación alta en frutas y verduras y baja en grasas, dormir bien, no abusar del licor y seguir al pie de la letra los tratamientos indicados por su médico, harán que su riesgo de desarrollar algún tipo de demencia sea menor a pesar de que sus genes le expongan a sufrir problemas de este tipo.
Un estudio de la Univerisidad de Exeter en Reino Unido evidenció que las personas que tienen predisposición genética a este tipo de trastornos neurodegenerativos pero cuyo estilo de vida es saludable tienen 32% menos de posibilidades de desarrollarlos. Y, en el caso de hacerlo, sus manifestaciones son más leves.
La investigación tomó en cuenta a 196.383 personas mayores de 60 años. Sus resultados fueron presentados el domingo pasado en la Conferencia Anual de la Asociación de Alzhéimer Internacional 2019, que se celebra en Los Ángeles, California, Estados Unidos. Las conclusiones se publicaron de forma simultánea en la revista JAMA.
“Este estudio nos da un importante mensaje que tira por la borda la visión fatalista de la demencia. Algunas personas aún creen que es inevitable desarrollar demencia por su predisposición genética. No obstante, parece que se puede bajar el riesgo con solo mejorar la forma en la que vives", dijo al presentar el estudio David Llewellyn, uno de los investigadores principales.
¿Qué es la demencia?
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) la demencia es una “sombrilla” de enfermedades progresivas. Se trata de un síndrome, usualmente crónico, causado por una variedad de males en el cerebro que afectan la memoria, la comprensión, el pensamiento y la habilidad para realizar actividades cotidianas.
La forma más común de demencia es el alzhéimer (representa el 70% de los casos), pero existen otros tipos, como la demencia vascular, que se da por la llegada de poco flujo sanguíneo al cerebro y esto va “apagando” las funciones cerebrales. Los accidentes cardiovasculares (también conocidos como derrames cerebrales) pueden ser causa de demencia también.
Este es uno de los mayores retos para los sistemas de salud pública. El Estudio de Límites de Enfermedades, Lesiones y Factores de Riesgo 2016, presentado en diciembre pasado, señaló que la cantidad de personas con algún tipo de demencia en el mundo subió más de dos veces entre 1990 y 2016 (último año para el cual hay datos disponibles).
El análisis tomó en cuenta 195 países y encontró que en este período las personas con esta condición aumentaron en un 117%; es decir pasaron de 20,2 millones a 43,8 millones.
De esa cantidad, 27 millones corresponden a mujeres y 16,8 millones a hombres.
Dicho estudio también señala que la demencia podría triplicarse antes de 2050.
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Riesgo genético versus hábitos
Los investigadores analizaron los datos de 196.383 personas mayores de 60 años y sus expedientes se siguieron durante ocho años.
Se agruparon a los participantes según su riesgo genético en alto,medio o bajo.
Durante el período de estudio se identificaron 1.769 casos de demencia.
Al analizar solamente a las personas con riesgo genético alto se vio que quienes tenían un estilo de vida saludable presentaban un riesgo 32% más bajo de demencia. No lograron alcanzar el nivel de una persona con riesgo genético muy bajo, pero sus posibilidades de la enfermedad sí son menores que si tuvieran una vida sedentaria y con mala alimentación.
Por su parte quienes tenían una genética favorable, pero más bien llevan un estilo de vida no saludable tenían un riesgo un 20% mayor de desarrollar demencia que el grupo con genes “protectores” y con una vida sana.
“Este estudio nos dice que, aunque no hay forma de bajar de todo nuestras posibilidades de demencia, sí hay cosas que podemos hacer para bajar el riesgo, incluso el genético. No podemos escoger con qué genes nacemos, pero sí cómo ayudarlos a ‘apagarse’”, dijo a la prensa Elżbieta Kuźma, la otra investigadora principal.