El consumo excesivo de azúcar pone en riesgo su salud presente y futura de los adolescentes costarricenses, pues los encamina a sufrir problemas del corazón, entre una amplia lista de enfermedades.
La advertencia surge de un estudio liderado por el Instituto Costarricense de Investigación y Enseñanza en Nutrición y Salud (Inciensa), publicado en la revista Nutrients. Forma parte de una investigación sobre alimentación entre los 12 y los 19 años.
“Nuestros hallazgos sugieren que los adolescentes en Costa Rica tienen una plétora de fuentes de azúcar añadida en todos los ambientes donde socializan (...). El consumo de azúcares añadidas, especialmente en las bebidas azucaradas, se ha asociado con varios daños a la salud durante la adolescencia”, indica el estudio.
Las azúcares añadidas son aquellas que no existen naturalmente en un alimento (como la glucosa de las frutas), sino que se agregan durante el procesamiento o la preparación.
La recomendación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) es que el azúcar no supere un máximo del 10% de las calorías diarias; en el ideal de los casos debe rondar el 5%. No obstante, de acuerdo con el estudio del Inciensa la realidad es muy diferente:
- En promedio, el consumo de azúcares añadidas fue del 19,2% de la ingesta calórica.
- El 90% de los estudiantes consumía más del 10% de sus calorías diarias de azúcar.
- El 43,2% tenían un consumo calórico en el que, al menos, un 20% provenía de azúcares.
Como referencia, la OMS recomienda consumir un máximo de 25 gramos diarios de este endulzante, lo que equivale a cinco cucharaditas.
“El consumo de azúcares añadidas, especialmente de bebidas azucaradas, se asocia a un riesgo mayor de aumento de peso, resistencia a la insulina, síndrome metabólico, anomalías en lípidos, acumulación de grasa abdominal, obesidad y adiposidad visceral”, cita el artículo.
Dichas condiciones, a su vez, incrementan el riesgo de enfermedades cardiovasculares, como infartos y accidentes cerebrovasculares, así como diabetes e hipertensión.
“La mayoría del azúcar añadido consumido por los jóvenes proviene, en efecto, de diferentes tipos de bebidas azucaradas. Constituyen el 64,9% del azúcar consumida“, manifestó Rafael Monge Rojas, coordinador de la investigación.
Para Rommy Reñazco Martínez, representante del Colegio de Profesionales en Nutrición, la adolescencia es una etapa vital y se requiere de muchos nutrientes, porque se está en fase de crecimiento y desarrollo.
Reñazco sostuvo que a esa edad es tan importante la cantidad como la calidad de los alimentos, así como la formación de hábitos de vida saludables.
“Hay un crecimiento exponencial muy importante. Terminamos de desarrollar nuestro organismo, crece del 40% al 50% del músculo que tendremos de adultos. La alimentación es vital por ese pico que tenemos de crecimiento“, expuso.
¿Cómo consumen azúcar los adolescentes?
El estudio permitió establecer dos aspectos importantes sobre la ingesta de azúcar: por un lado, los perfiles de los consumidores, y por otro, las fuentes de alimentos.
Con respecto al primer aspecto, no hubo diferencias entre hombres y mujeres en cuanto al consumo de este nutriente.
La diferencia tampoco fue muy significativa entre zonas rurales y urbanas. Fue ligeramente mayor en sitios urbanos, donde la ingesta de azúcar representaba el 19,7% del consumo calórico diario, en los rurales era de 18,3%.
Tampoco hubo mayor diferencia por estratos socioeconómicos, pero el consumo era ligeramente mayor conforme mayor era el poder adquisitivo, al pasar de 18,1% en el estrato más bajo a 19,6% en el más alto.
Quienes presentaban obesidad eran ligeramente más proclives a mayor consumo: un 19,8% mostraba esa tendencia contra un 18,9% de quienes tenían un peso saludable.
Por otra parte, al descomponer las fuentes de azúcar resultó que los “frescos” preparados en el hogar están en primer lugar: el 29,4% de este nutriente provenía de ahí.
“No sé qué pasó, pero en este momento son como cajetas líquidas, como 30-40 gramos por 250 mililitros. Tres cucharadas son 30 gramos”, expresó Monge.
Este comportamiento es más común en zonas rurales, donde los frescos aportan el 33,5% de las calorías de azúcar, frente al 25,2% en zonas urbanas.
Para Monge, la familia debe preparar los refrescos con menos azúcar.
En segundo lugar estaban los refrescos o jugos sin gas, con un 22,9%. En tercero, las bebidas gaseosas o carbonatadas, con 12,3%.
Con menos de un 10% aparecen las galletas, confites, postres, cereales de desayuno y repostería.
Finalmente, con menos de un 5% están el pan, la comida rápida y los snacks o “paquetitos”.
¿Cómo se midió la ingesta de azúcar?
La investigación empezó en 1996 con adolescentes de entre 12 y 19 años de la provincia de San José. Se hicieron rondas posteriores en 2006 y 2017 con las nuevas generaciones. Los análisis han continuado en años siguientes.
Este es un trabajo conjunto del Inciensa, la Universidad de Costa Rica (UCR) y la Universidad George Washington, en Estados Unidos.
Dicho estudio se hizo en los centros educativos de toda la provincia, públicos y privados, de zonas urbanas y rurales. Había colegios del cantón Central y otros muy urbanos, y se incluyeron colegios en La Gloria de Puriscal y sitios alejados en la zona de Los Santos.
En cada colegio se seleccionaron 10 aulas, de sétimo a duodécimo año, donde se les preguntó a los estudiantes si querían participar. Por ser menores de edad, los padres o encargados debían firmar un consentimiento.
Una vez seleccionados los participantes, se les pesó y midió. Posteriormente, con la ayuda de nutricionistas se registraban en un diario los alimentos tomados tres veces por semana (dos entre semana y una en fin de semana) durante todo el curso lectivo.
Los nutricionistas les pedían ser lo más específicos en sus registros sobre qué comían a qué hora y aclarar las porciones que ingerían de cada alimento. También podían adjuntar fotografías. Con base en esto, se indagó en el consumo de azúcar y sus fuentes.
Para este artículo se tomó la información de 818 jóvenes de entre 12 y 19 años.
¿Qué hacer para bajar consumo de azúcar en adolescentes?
Monge y Reñazco afirmaron que es necesario que las familias reduzcan el consumo de azúcares, tanto en los alimentos que compran como en los que preparan en casa.
“En grupos focales me decían ‘mi mamá me dice que en mi casa se come lo que hay, que no es un hotel’. Es necesario comenzar por los adultos. Ver qué se compra, cómo se prepara y cómo puede afectar a los hijos”, manifestó Monge.
Reñazco complementó: “No vamos a satanizar las gaseosas, pero tampoco vamos a tenerlas siempre en la ‘refri’. Son para ocasiones especiales. Un vaso de vez en cuando no hace mal, el problema es cuando ya eso se transforma en un hábito”.
Para ambos investigadores, es muy importante el tiempo de comida en familia. Si se come en conjunto, sin interacción con dispositivos electrónicos, es más fácil tener una alimentación sana, balanceada y sin abusos.
El estudio también señala medidas de salud pública que se han tomado en otros países, como el impuesto a las bebidas azucaradas y el etiquetado frontal que advierta cuando los productos contengan exceso de azúcar.
En Costa Rica, no existe una obligación de incluir en los alimentos etiquetas que alerten del alto contenido de grasa, sodio, azúcar u otras sustancias. Incluso, el Ministerio de Salud instruyó, en agosto de 2023, prohibir esas etiquetas en productos importados.
No obstante, en abril de 2024, la Sala Constitucional dejó sin efecto la instrucción de Salud al declarar con lugar un recurso de amparo de un ciudadano. En la Asamblea Legislativa se tramita un proyecto de ley para establecer el etiquetado frontal de alimentos.