Durante los primeros meses de la pandemia, uno de los factores que más llamaba la atención era ver cómo, en algunas familias, un miembro llegaba a casa con la covid-19 y no contagiaba a los demás; o solo a algunos, pero no a todos.
Con esta pregunta en mente, un grupo de científicos de la Agencia Costarricense de Investigaciones Biomédicas (ACIB), la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), el Ministerio de Salud y los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos (NIH, por sus siglas en inglés) hicieron un estudio con personas que hubieran tenido el virus y con quienes viven, para identificar cuáles factores motivaban a la infección y cuáles no.
En total, se incluyeron 304 casos y 719 miembros de los núcleos familiares. A todos los participantes se les tomaron muestras de sangre y saliva para ver los anticuerpos generados por el virus. Estos exámenes permitía confirmar si quienes convivían con los casos tuvieron el virus aun si no presentaron síntomas. También se les hizo una encuesta con el fin de determinar sus prácticas inmediatamente posteriores al diagnóstico del familiar.
Los investigadores vieron que la transmisión secundaria en el hogar se logra reducir hasta en un 90% si se implementan medidas como el uso de mascarilla y dormir en habitaciones separadas.
Según vieron los científicos, el 60% de las personas se contagió en el hogar y el 40% en la comunidad (es decir, fuera de casa). Además, solo el 30% de los casos dio origen al 80% de los casos vistos en los hogares. La gran mayoría de los contagios intrafamiliares se produjo en viviendas donde no se tomaron esas medidas.
“Compartir la habitación con un enfermo de covid-19 o estar a cargo del cuidado de casos positivos, incrementó el riesgo de infección para los miembros del hogar”, reveló Viviana Loría, investigadora de la ACIB y co-autora del artículo.
El trabajo de campo de este estudio se hizo entre noviembre de 2020 y el 31 de julio de 2021, en oleadas pandémicas previas a la aparición de la variante ómicron, caracterizada por ser más contagiosa. No obstante, el uso de la mascarilla y la distancia física se siguen considerando importantes para bajar los riesgos de transmisión al máximo posible.
“Es de importancia seguir implementando medidas de prevención para evitar la transmisión secundaria en el hogar, cuando hay un enfermo de covid-19″, puntualizó Loría.
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¿A quiénes se estudió?
Este análisis, llamado “estudio familiar” es parte de una investigación mayor denominada “Evaluación de la respuesta inmune al SARS-CoV-2 en Costa Rica” (RESPIRA, por sus siglas en inglés).
Los investigadores reclutaron casa por casa individuos que ya habían tenido covid-19 según una prueba de laboratorio y se invitó a quienes convivían con ellos a participar. En total, se invitó a 986 familiares, 719 aceptaron. Las pruebas de campo se hicieron en barrios de la Gran Área Metropolitana (GAM), Guanacaste y Puntarenas.
Las muestras de sangre se tomaron entre 30 y 60 días después del diagnóstico del virus, lo cual excluyó a quienes habían tenido el virus antes de eso.
Las viviendas de los casos fluctuaban entre 2 y 9 miembros, con un promedio de 3,3. La edad media de los casos era de 38 años, el menor tenía 0 años y el mayor 101. En cuanto a los familiares, el promedio de edad era de 32, cuyo rango oscilaba entre los 0 y los 93 años.
Durante los primeros meses del estudio la vacuna contra covid-19 no había llegado y, al momento de finalizar, la cobertura vacunal en Costa Rica era del 49,8% para una sola dosis y 16,48% para dos, según datos de la CCSS. En ese momento todavía no se contemplaba una tercera dosis y las campañas masivas apenas estaban arrancando. Si se toman en cuenta los meses de evolución, solo el 10% de los familiares estudiados se había vacunado.
El análisis de muestras indicó que el 53% de los miembros de las familias tuvieron el virus. Luego se determinó que el 40% habían obtenido el virus fuera de casa y el 60% dentro de casa.
Las probabilidades de infectarse en casa eran un 59% mayores si se cuidaba directamente del enfermo, 67% mayores si se dormía en el mismo cuarto, y 58% mayores si se tenía interacción con el individuo fuera de su habitación.
Paralelamente, si había uso de mascarilla y además la persona permanecía aislada en su habitación el riesgo bajaba hasta 90%.
Los científicos luego proyectaron un escenario hipotético en el que la población no seguían ninguna norma para aplacar la transmisión del virus: todos compartían un mismo cuarto, interactuaban con quien estaba enfermo durante más de 10 horas y no se usaban mascarillas. En este caso, las probabilidades de infectar a un familiar pasaban de un 19% a un 37%.
Estos resultados del estudio familiar fueron divulgados en una publicación preliminar preimpresa, manuscrito o preprint. En este momento se encuentra bajo revisión por pares (o peer review) por las revistas científicas del portafolio Nature, de las más importantes en el ámbito científico.
La revisión por pares es una parte vital del método científico en la cual un estudio es sometido a un grupo de expertos en la materia para que garanticen su veracidad, confiabilidad, integridad y consistencia.
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¿Qué más encontraron?
Otros resultados de este estudio familiar indican que tanto los individuos sintomáticos como los asintomáticos transmitieron la infección, pero la transmisión fue menor en los hogares más numerosos.
Además, se vio que los niños menores de 12 años y las personas obesas tuvieron mayor riesgo de adquirir la infección en el hogar. Se confirmó que los síntomas en los niños son menores, de hecho la mayoría de asintomáticos eran menores de 12 años, pero eran más propensos a infectarse. El estudio señala que esto puede deberse a que ellos pasan más tiempo al cuidado de adultos y por ello es más fácil tener contacto cercano con alguien infectado y contagiarse.
El sexo de los casos o de los miembros del hogar no influyó, hombres y mujeres se contagiaron por igual.
“El objetivo es conocer mejor el virus para encontrar la mejor manera de atender esta emergencia mundial”, agregó Amada Aparicio, investigadora de la CCSS.
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Limitaciones
Como todo estudio científico, este tiene sus limitaciones. Dentro de ellas, los autores señalan que no fue posible determinar la carga viral (cantidad del virus presente en la persona) durante las interacciones con más miembros del hogar. En términos generales, cuanto mayor es la carga viral mayor es el riesgo de transmisión.
Tampoco se determinó la ventilación de los espacios en los hogares. Conforme más abierto y ventilado esté un lugar, el riesgo de transmisión no desaparece, pero sí baja.
Finalmente, estos estudios se hicieron en una época donde la variante ómicron no había llegado y los escenarios y sus resultados no son extrapolables a variantes y subvariantes más transmisibles y con mayores probabilidades de evadir las defensas generadas por infecciones previas.
Sin embargo, los científicos destacan que sí se pone en evidencia que estas medidas ayudan a bajar el riesgo de transmisión inclusive en nuestros espacios más íntimos.
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