Su nombre es Marcela Garita Hernández. Es farmacéutica, investigadora biomédica, doctora en terapia celular y medicina regenerativa, costarricense y una de las investigadoras que, en el ámbito internacional, busca una posibilidad para tratar la retinosis pigmentaria.
Se trata de una enfermedad degenerativa en la retina, en la que la persona pierde poco a poco la capacidad visual y puede desembocar en ceguera.
Esta posible solución combina la terapia celular, las células madre y la genética (específicamente una rama llamada optogenética) y es el resultado de trabajos realizados en el Instituto de la Visión de París con otros siete profesionales de otros campos como biología, física y electrofisiología.
La ceguera por retinosis pigmentaria es un tema que la toca de manera personal y por el cual lucha desde la ciencia básica. De momento, estos esfuerzos han sido válidos con células de laboratorio y luego con células de ratones y monos ciegos; aún no se comienzan estudios en seres humanos, pero lo obtenido hasta ahora ya da esperanzas.
Sus estudios ya fueron patentados y es posible que compañías internacionales se interesen en desarrollar estudios en seres humanos para así buscar una posible cura o tratamiento esta enfermedad.
“Debemos ser enfáticos y transparentes en que esto, en este momento, no está listo para ser usado en seres humanos, no podemos jugar con las esperanzas de la gente. Sin embargo, sí tenemos un camino más recorrido en entender esta condición y en tener una posible solución”, destacó la científica, quien conversó con La Nación después de dar la lección inaugural del segundo semestre de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Costa Rica (UCR).
Mal aún sin solución
La retinosis pigmentaria es un grupo de enfermedades neurodegenerativas (y, en la mayoría de los casos, hereditarias) que afectan progresivamente la visión. Primero impactan la vista periférica y nocturna, y posteriormente, pueden causar ceguera total.
Es una enfermedad poco frecuente y se considera que la padece una entre cada 3.000 o 4.000 personas.
En este momento no existe un tratamiento que frene la progresión de este trastorno ni una posible cura, por lo que cualquier avance científico puede resultar en una diferencia –en unos años– para los pacientes.
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En busca de respuestas
El estudio llevó por nombre Optostem, y se basa en una subrama de la ciencia llamada optogenética, que combina métodos ópticos (en este caso, destellos de luz), con métodos genéticos para transferir neuronas.
En palabras más sencillas: esta técnica mezcló la luz, células madre de la retina y un gen para buscar su propósito.
Ella trabajó con neuronas fotorreceptoras: las encargadas de la transmisión de luz, para transformarlas en impulsos eléctricos. Las pesquisas se concentraron en los conos, las fotorreceptoras que dan información sobre el color.
“Cuando una persona tiene males en la retina, los conos se degradan. Queríamos encontrar una alternativa terapéutica de la mano de la terapia celular. Era hacer conos a partir de células madre y trasplantarlos con la ayuda de un gen en la retina”, destacó la científica.
Solución de la mano de genética y células madre
Este procedimiento aún no es un tratamiento médico y no se ha estudiado en seres humanos.
FUENTE: MEDLINE PLUS, ASOCIACIÓN DE OFTALMOLOGÍA DE EE. UU., MARCELA GARITA, INVESTIGADORA. || w. s. / LA NACIÓN.
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“El momento ‘¡Eureka!’ fue en el 2016, pero había que seguir trabajando. En el 2018 ya pudimos patentar el hallazgo, para así poderle dar beneficios a los pacientes. Ya casi estamos con la publicación en una revista científica también”, agregó.
Este trabajo se realizó con profesionales de diversas ciencias, que en su mayoría no tienen relación con medicina, ni farmacia, ni otra ciencia de la salud, si no más bien con la biología, la física y la electrofisiología.
“El mayor error es pensar que los médicos solo pueden trabajar con médicos, o los farmacéuticos solo pueden trabajar con farmacéuticos. Cada vez es mucho más necesario complementar los conocimientos con otras profesiones. Eso es trabajo en equipo. No somos un profesional en particular, somos investigadores”, puntualizó.
Y añadió: “Si yo no llego a trabajar con un electrofisiólogo y no llego a trabajar con un físico, no habría sabido cómo calibrar los microscopios, cómo colocar los espejos, cómo saber cuánta cantidad de luz emitir. Los necesitaba”.
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¿Qué sigue?
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Los resultados del proyecto Optostem dan esperanzas de que, algún día, las personas con retinosis pigmentaria puedan encontrar una solución que les permita ver.
Para ello, se necesitan primero años de investigaciones en seres humanos. Estas aún no comienzan, pero la conclusión del estudio anterior ya deja el campo listo para desarrollarlos.
Garita se mudó en junio pasado a Montpellier, al sur de Francia, para asumir un puesto como investigadora en terapia celular y medicina regenerativa en el Instituto de Neurociencias de Montpellier.
“Sigo desarrollando otras ideas de alternativas terapéuticas para enfermedades de la retina”, explicó la investigadora.
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La mujer más allá de las ciencias
No todo son pipetas, líneas celulares y microscopios en la vida de Marcela Garita. Ella se define como una “mujer normal” que al salir del trabajo lleva una “vida normal”.
Pero también tiene sus aficiones, por ejemplo, cuando era más joven practicaba danza moderna. Esto le sirvió para que, una vez fuera del país, formara parte de una asociación de costarricenses en Francia, practique las danzas típicas y colabore con el Instituto Costarricense de Turismo (ICT) llevando bailes folclóricos en Francia.
También le gusta la escultura y la cerámica.
Una de sus pasiones también es difundir las culturas indígenas costarricenses en Francia.
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