Costa Rica comienza el año número tres de la pandemia con una cobertura de vacunación que va a un 82% en primeras dosis, un 74,8% de esquemas completos y un 28,8% de población con refuerzos. A esto se le debe sumar que uno de cada cuatro niños de 5 a 11 años tiene al menos su primera vacuna.
En este momento los esfuerzos se enfocan en terminar la vacunación pediátrica y los refuerzos, y, especialmente en abarcar los 245.261 mayores de 12 años que, según registros de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) no han comenzado su esquema.
Sin embargo, ¿qué sucederá en el futuro? ¿Se verán cuartas dosis? ¿Cambiará la formulación de estos biológicos? ¿Tendremos vacunas como las que ya se prueban en diferentes partes del mundo, por ejemplo, las nasales?
Profesionales que atienden la enfermedad y científicos que han seguido al virus de cerca explicaron a La Nación que las respuestas aún no son definitivas, ya que muchos de los pasos que se tomarán dependerá de la evolución del virus.
“Es muy temprano para decir si será una dosis cada año, cada dos, o todavía más espaciada, o si algunos grupos no necesitarán más. Todavía no hay información contundente. Tenemos que esperar más tiempo para ver el comportamiento. Hay que estar pendiente de la evolución de las vacunas. Posiblemente, las personas de mayor riesgo necesitarán más dosis, pero todavía no es el momento, el panorama no está suficientemente claro”, destacó Daniel Salas Peraza, ministro de Salud.
El jerarca agregó que siempre hay posibilidades de que se incorporen nuevas herramientas en las estrategias de vacunación.
Leandra Abarca, coordinadora del programa ampliado de inmunización de la CCSS, es de la misma opinión: “esperar a que la evidencia científica y el comportamiento epidemiológico indique la necesidad de hacer una vacunación periódica o la aplicación de cuartas dosis en un grupo específico”.
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¿Qué dice la ciencia hasta hoy?
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Para la viróloga Eugenia Corrales Aguilar, de momento no se justifica aplicar cuartas dosis. “Terceras sí, de hecho muchos discutimos que este esquema completo debió ser de tres dosis desde un inicio, pero las cuartas o quintas en población sana, según lo visto en algunos países de momento, no generan mayor beneficio”, resumió.
Sin embargo, sí habría que ver situaciones muy específicas, como las de pacientes inmunocomprometidos, en los que su sistema de defensas está disminuido y no funciona bien. Esto tiene consecuencias tanto en el caso de enfrentarse con el virus, pues tendrían menores armas, pero también, en poner a “funcionar” las vacunas, pues las defensas no logran construir una protección tan alta como en quienes tienen un sistema inmunitario normal.
¿Entonces no será como la influenza, contra la que nos vacunamos cada año? Corrales lo resume así: “nos vacunamos contra la influenza todos los años porque todos los años cambia la composición de la vacuna”.
Si en algún momento este coronavirus se comportara como la influenza, como sugieren algunos especialistas, y mutara lo suficientemente rápido como para motivar nuevas composiciones de vacunas al año, entonces probablemente algunas personas con mayor riesgo sí deberían inocularse anualmente, pero con esa nueva composición de las dosis, no con la misma que recibieron este año.
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Las pesquisas hacia mejores vacunas
Las vacunas actuales han sido claves para prevenir las complicaciones, hospitalizaciones y fallecimientos, pero no así los contagios o la enfermedad con síntomas leves.
El Grupo Técnico Asesor en la Composición de Vacunas de Covid-19 (TAG-CO-VAC, por sus siglas en inglés) indicó este martes en un comunicado que deben preverse futuras variantes del virus en las que tal vez ya los productos actuales no funcionen y debe seguirse trabajando, ya sea en productos específicos contra una variante, como los ensayos ya realizados contra ómicron, o en opciones multivariantes.
También instan a los institutos de ciencia y farmacéuticas a buscar opciones que también reduzcan las probabilidades de infección y de transmisión del SARS-CoV-2, virus causante de la covid-19.
Sin embargo, el grupo pide equidad de distribución mundial para estas vacunas “actualizadas”, y que no se vean los vacíos que se han visto hasta ahora, donde países africanos siguen luchando para tener un 20% de su población vacunada cuando otros ya tienen a más de un 85%.
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¿La respuesta la encontraremos en la nariz?
Corrales explicó que la vacuna no ha logrado bajar el riesgo de contagio por el lugar donde sucede la infección. Las membranas respiratorias (fosas nasales, cavidades nasales, boca, faringe) son sitios donde no hay mayores componentes inmunitarios que prevengan de infectarnos.
La vacuna sí es buena una vez que el virus ingresa al cuerpo y entrena al organismo para atacarlo, pero, al ser ineficiente en su ingreso, no impiden que la persona se infecte y desarrolle algunos síntomas, y que (aunque en mucho menor medida que un no vacunado) pueda transmitir.
Precisamente, varias instituciones científicas se han volcado a estudiar vacunas nasales, que puedan reforzar la protección inicial que por naturaleza tenemos débil y así minimizar el riesgo de que el patógeno ingrese al organismo. Estas buscan proteger las mucosas nasales, justo esa puerta de entrada donde el virus se aloja para comenzar a replicarse.
Dentro de quienes están en esta pesquisa están el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciones de Estados Unidos (NIAID, por sus siglas en inglés), quienes trabajan en un producto nasal para niños e infantes, el Instituto Gamaleya de Rusia, que prueba una versión nasal de su vacuna Sputnik, pero tal vez el más avanzado sea el proyecto del laboratorio indio Bharat Biotechnologies, que ya tiene aprobación para una fase III de ensayo clínico, donde la vacuna se prueba en una mayor cantidad de personas para determinar su eficacia.
Esta vacuna, en la mayoría de los casos, no se plantea como un esquema primario; más bien sería un refuerzo después de un esquema inicial inyectado. El combinar inyección con spray nasal ya vio resultados en una investigación en ratones. En enero, los científicos estadounidenses difundieron los resultados iniciales en una publicación preliminar preimpresa.
A esto se le une una ventaja: es más fácil de administrar de forma masiva, no se requiere de personal entrenado para inyectar, y será más fácil de convencer a quienes puedan tener ciertos miedos a las agujas.
Sin embargo, también es difícil alcanzar los resultados deseados. La compañía Altimmune lo intentó, y en junio pasado frenó el ensayo clínico dado sus pobres resultados.
De momento, mientras se tenga un producto definitivo, los laboratorios siguen en la búsqueda de este complemento para bajar el riesgo de infección y transmisión.
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