Hace 365 días un anuncio rompió la cotidianidad mundial. Las autoridades de salud de México alertaron de una enfermedad desconocida, caracterizada por una fuerte gripe y complicaciones respiratorias: un nuevo tipo de influenza que se presumía había matado ya a 20 personas.
“Podríamos tener dos millones de enfermos y un millón de muertos en tres meses”, dijo en ese entonces el secretario mexicano de Salud, José Ángel Córdova.
El mundo no tardó en reaccionar: la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró alerta mundial y el 11 de junio decretó la primera pandemia del siglo XXI, la que comparó con las de 1918 y 1957 –que causaron más de 40 millones de muertos–. Pronto se inició una carrera contrarreloj por conseguir una vacuna.
Costa Rica no se quedó atrás. Se tomaron medidas en el aeropuerto Juan Santamaría para los vuelos que venían de México, se crearon zonas especiales en los hospitales para atender casos sospechosos y se ponía en cuarentena a todas las personas con el virus y a sus posibles contactos.
Hoy, un año después, el temido AH1N1 no tuvo ni la mitad de los efectos que se esperaban en un principio. Y el virus deja más preguntas que respuestas, sobre todo si se actuó de manera precipitada al declarar alerta mundial.
La enfermedad se extendió rápidamente por más de 200 países; sin embargo, a la fecha solo 17.798 personas han muerto en el mundo, una cifra mucho menor que la de la gripe común –que mata por año a medio millón de personas– .
En Costa Rica la situación es similar. La influenza pandémica tuvo un comportamiento mucho menos agresivo que en otros países. El último reporte del Ministerio de Salud indica que se han presentado 3.181 casos y 50 muertes.
“Es una decisión que costó enormes cantidades de dinero y que alarmó a la población de todo el mundo de manera innecesaria”, dijo esta semana a la prensa internacional Paul Flynn, miembro del Parlamento británico, quien dirige una investigación sobre la forma de actuar de la OMS con la AH1N1.
Flynn agregó que Francia adquirió 94 millones de vacunas y pagó $800 millones (unos ¢414.400 millones), pero menos del 10% de la población se vacunó.
A esto se unen críticas que señalan que se apresuró la creación de una vacuna contra la enfermedad y que esta no es tan segura y eficaz como se dice.
Sin embargo, la OMS sostiene que estas medidas fueron preventivas y que la declaratoria de pandemia no corresponde a la gravedad del virus, sino a su diseminación.
“Era un virus desconocido, no podíamos tener certeza de lo que ocurriría con él. El virus se diseminó muy rápido, pero afortunadamente tuvimos una pandemia más suave”, dijo Keiji Fujuda, jefe de Epidemiología de la OMS.
Fujuda añadió que el virus sí fue agresivo en personas de alto riesgo como embarazadas, hipertensos, diabéticos, obesos y personas con enfermedades respiratorias.
Para la ministra de Salud, María Luisa Ávila, desde el 2005 había preparación para una pandemia y esto hizo que las cosas fueran más fáciles.
Ella considera que la OMS sí actuó bien, aunque las autoridades de salud de algunos países se precipitaron.
“Algunos países, sobre todo los poderosos, se precipitaron precomprando o acaparando la vacuna, incluso antes de que se desarrollara; eso, sin duda, creó angustia y temor en los países que no la tenían”, explicó.
Los especialistas consideran que el virus podría ir bajando aún más y llegar al fin de la pandemia y que AH1N1 se convierta en un virus más de gripe común.
“Es posible que estemos cerca del fin de la pandemia, pero falta observar lo que pasará en el próximo invierno del Cono Sur y cuál va a ser el comportamiento del virus; todavía hay que ser vigilantes”, agregó Ávila.
La OMS se muestra cautelosa y dice que el virus aún puede comportarse de manera desconocida. Faltan muchas preguntas por responder sobre el AH1N1.
“Debemos seguir vigilantes. La pandemia resultó leve, pero no hay que bajar la guardia”, dijo Federico Hernández, representante de la Organización Panamericana de la Salud en Costa Rica.