Se llama hepatitis a un grupo de enfermedades que se caracterizan por la inflamación del hígado. En este momento, en Costa Rica se registra un aumento considerable de casos de Hepatitis A, los que al finalizar setiembre sumaron 1.435.
Son varias las situaciones que pueden causar esta inflamación del hígado y todas tienen formas de prevenirse. Por ello, La Nación contactó al gastroenterólogo Wagner Ramírez Quesada, para entender los diferentes tipos de la enfermedad, sus características, y síntomas.
La primera pregunta que puede venirse a la mente es ¿por qué hay varios tipos de hepatitis? De acuerdo con Ramírez, la hepatitis es un término inespecífico que solo refiere a la inflamación del hígado y esta puede darse por múltiples razones. La población recuerda más las hepatitis causadas por virus denominados con letras que van desde la A hasta la E, a estos se les conoce como hepatotrofos.
No obstante, hay otras causas, como consumo de alcohol, enfermedades como la cirrosis, o algunos casos específicos de hígado graso o medicamentos.
Las hepatitis virales todavía tienen otra división, ya que pueden ser agudas o crónicas. Las agudas, explicó Ramírez, son aquellas en las que una persona se expone al virus, desarrolla síntomas producto de la infección y finalmente se recupera.
Las crónicas, entretanto, son las que persisten durante más de seis meses, en algunos casos para toda la vida. Estas personas, con el debido tratamiento pueden mantener el virus bajo control y no sufrir complicaciones, aunque este permanecerá.
La Hepatitis A
Es la más frecuente y la de mayor incidencia en el país en este momento. Sus manifestaciones son agudas y sería sumamente raro que desembocara en un mal crónico.
Su forma de transmisión es fecal-oral. Puede darse por alimentos o agua contaminada, falta de higiene o, dependiendo de la práctica sexual, el contacto sexual también puede transmitir este virus.
El periodo de incubación (tiempo que transcurre entre la infección y los primeros síntomas) es de 15 a 45 días. En un inicio, los síntomas son muy similares a los de otras enfermedades: malestar general, debilidad, fatiga, dolor de cuerpo y cabeza, en algunas personas habrá cuadros de diarrea.
Asimismo, el 80% de las personas experimenta ictericia, es decir, la piel se torna amarilla; también pueden presentarse orina oscura y heces blancas. Todo esto se debe, comentó Ramírez, a que hay problemas en el hígado para la excreción de bilirrubina, y destrucción (de forma transitoria) de varios tejidos hepáticos.
Normalmente, estos síntomas duran siete días y el sistema inmunitario se encarga de llevar la infección a su fin. Sin embargo, luego de esta etapa, el cuerpo podría seguir excretando el virus por hasta 30 días, por lo que si no se toman medidas, podría contagiar a otras personas por esta vía fecal-oral.
En cerca del 5% de los casos estos síntomas de la segunda fase de la enfermedad duran más de una semana. Según Ramírez, por lo que ha visto en su consultorio, varios de quienes han enfermado este año tienen estas características.
En los cuadros más extraños la enfermedad cesará y volverá por etapas.
Finalmente, en los casos más esporádicos, puede desencadenar en una falla hepática aguda. Se ve en menos del 1% de los enfermos, pero podría llevarlos a requerir un trasplante. Personas con enfermedad hepática anterior o con problemas inmunitarios pueden tener más riesgo.
Los casos que se están viendo ahora desarrollan fácilmente brotes, porque cuando un enfermo llega a su centro de trabajo u hogar con el virus, un mal lavado de manos o de alimentos podría causar el contagio de varias personas.
“Uno de los peores vectores que tenemos es el celular, perfectamente podría tener coliformes fecales y podríamos transmitirlo por esta vía (al tocar el teléfono)”, explicó Ramírez.
Entre las recomendaciones del especialista están:
- Vacunarse. Esta vacuna no está dentro del esquema básico, pero puede comprarse. Los precios podrían rondar entre ¢20.000 y ¢35.000 por dosis. Esta vacuna consta de tres dosis que se aplican cada seis meses. Las personas con enfermedades crónicas, hígado graso o inmunocomprometidas serían las más beneficiadas.
- Lavado muy riguroso de manos y de alimentos.
- Evitar comer alimentos crudos.
- Prácticas sexuales sanas.
- Si en el hogar hay una persona con hepatitis, en la medida de lo posible que tenga su propio baño.
La Hepatitis B
Es muy diferente del A. El virus B tiene la particularidad de que se adhiere al cuerpo humano.
“Se fusiona con nosotros, llega al hígado y se ‘pega’ a las celulitas del hígado de forma que se integra en su material. Por eso no se logra una cura real, se tiene una cura funcional, en donde no afecta a la persona, pero no se va a eliminar”, manifestó el gastroenterólogo.
Es una enfermedad más contagiosa que la Hepatitis A o la C, e incluso que el virus de inmunodeficiencia humana (VIH).
La Hepatitis B se transmite a través de sangre y fluidos como el semen o el vaginal, por lo que también se considera una infección de transmisión sexual (ITS). O, en el caso de la sangre, con instrumentos que puedan tener sangre, como agujas, navajillas, entre otros. Se ve, por ejemplo, en quienes usan drogas endovenosas.
La otra vía de transmisión importante es la vía perinatal, de madre a hijo en el vientre.
La mayoría de los pacientes adultos van a tener una resolución funcional. El sistema inmunitario controla la infección y no cronifica.
En cambio, en la infección de madre a bebé, entre el 85% y el 90% van a desarrollar una forma crónica. Y esto va lesionando poco a poco el hígado, hasta causar cirrosis. Además, este virus está relacionado con el cáncer de hígado.
Sí hay tratamientos para mantener el hígado en control, pero aun cuando el cuerpo controle la infección, esta puede reactivarse si tiene algún tipo de enfermedad o tratamiento médico que debilite las defensas.
La ventaja es que desde 1995 existe una vacuna en el esquema básico de vacunación. Es de las primeras que reciben los bebés al momento de nacer.
La Hepatitis C
La Hepatitis C tiene un modo de transmisión muy similar a la B, principalmente por fluidos en una relación sexual, por drogas intravenosas o de la madre al bebé durante el embarazo. Sin embargo, la transmisión no es tan eficiente como con el virus B. La vía más fácil de transmisión es a través de sangre.
“Es diferente completamente del virus A y el B. Durante mucho tiempo se desconoció; se le decía ‘hepatitis no A y no B’ y esto es porque costó mucho aislar el virus e identificarlo”, recalcó Ramírez.
Durante mucho tiempo, los tratamientos eran muy groseros, señaló el médico, pero ahora hay antivirales de acción directa que incluso logran curar infecciones crónicas. Estos medicamentos los tiene la seguridad social.
No obstante, la crisis de los opioides, principalmente en Estados Unidos, hacen que la transmisión sea más fácil y haya más reinfecciones.
Lo negativo es que no tiene vacuna, pero sí puede detectarse a tiempo con un examen de sangre.
Otros tipos menos comunes de hepatitis
También existen enfermedades menos comunes, como las hepatitis D y E.
La D o Delta no es un virus como tal, es una partícula subviral. Requiere que la persona esté infectada con Hepatitis B. Esta infección provocaría cambios en las células del hígado que permitirían al agente D infectar y producir enfermedad con mayores complicaciones. En este caso, la mejor forma de prevenir la Hepatitis D es vacunándose contra la B, si una no afecta, la otra tampoco podrá hacerlo.
El abecedario llega a su fin con la Hepatitis E, se considera que es una zoonosis, es decir, se transmite a través de animales. Es normal que se dé en cuidadores de animales silvestres, por heces de animales o por carne de animal mal cocida. Esta enfermedad es más rara, pero podría ser letal en embarazadas o personas con problemas inmunitarios.
Finalmente, durante 2022 también se vieron casos de una hepatitis infantil de origen desconocido. En Costa Rica hubo 10 internamientos en el Hospital Nacional de Niños. La Organización Mundial de la Salud (OMS) sigue investigando el adenovirus F41 como parte de la hipótesis principal, pero podría haber otras causas.
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