Antes de 1921, un diagnóstico de diabetes era cercano a una sentencia de muerte. No era una muerte inmediata, la incapacidad del páncreas de procesar la glucosa no era un desencadenante fulminante, más bien su desarrollo era paulatino y la persona sufría daños en diferentes órganos antes de fallecer.
La página de Internet de la fundación Nobel recoge la historia, pues este descubrimiento fue merecedor del Premio Nobel de Medicina y Fisiología en 1923.
La historia se remonta a octubre de 1920, cuando el canadiense Frederick Banting, quien fuera médico militar en la Primera Guerra Mundial, leyó un artículo donde ya se hablaba del deterioro de algunas células productoras de insulina en el páncreas en personas que presentaban esta enfermedad, y se preguntó si podría aislarse esta sustancia. Pero Banting no era un científico especializado en ensayos clínicos, entonces él y su asistente Charles Best, se unieron al especialista en fisiología John James Richard Macleod, quien era investigador en la Universidad de Toronto.
En diciembre de ese mismo año comenzaron a analizar la posibilidad. En mayo de 1921 extrajeron insulina del páncreas de un perro y se la dieron a otro perro con diabetes. Durante dos horas los niveles de azúcar en el can se regularon. Este fue el primer paso del cambio. Ya para noviembre, habían mantenido a un perro 70 días bajo tratamiento. El 12 de diciembre de ese mismo año, su descubrimiento fue publicado en la revista American Physiology.
LEA MÁS: Diabetes aumenta en niños y adolescentes costarricenses
El primer humano en recibir la insulina como tratamiento no tardaría en llegar. Para ese entonces, el equipo de trabajo había sumado al bioquímico James Collip, quien trabajó más a fondo una sustancia apta para humanos. Miles de pacientes estaban en busca de una esperanza. Uno de ellos era Leonard Thompson tenía 14 años y la diabetes tipo 1 estaba acabando con su vida. Él recibió la primera inyección en enero de 1922, cuando sus niveles de azúcar en sangre eran peligrosamente altos. Los científicos trabajaron en purificar la sustancia y recibió una segunda inyección en febrero, sus niveles de azúcar volvieron a estar cercanos a la normalidad, sin efectos secundarios.
LEA MÁS: Ejercicio físico: aliado en el control de la diabetes
La diabetes tipo 1 dejó de ser sentencia de muerte. Para mayo de ese mismo año, se empezó la producción industrial de esta hormona. Hoy, nueve millones de personas con diabetes tipo 1 en el mundo dependen de esta hormona para evitar complicaciones; otros más de 400 millones con diabetes tipo 2 la necesitan para controlar su enfermedad.
Pero los problemas de acceso persisten. Este viernes la Organización Mundial de la Salud (OMS) indicó que cinco de cada 10 personas con diabetes tipo 2 todavía no tienen acceso a la insulina y solo tres compañías dominan el 90% del mercado, lo que aumenta los precios.
“Esto es inaceptable. Todas las personas merecen acceso a un tratamiento que pueda salvarles la vida. No puede ser que las personas mueran como lo hacían hace 100 años, cuando la insulina no estaba disponible”, dijo en conferencia de prensa Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS.
La OMS lidera una lucha junto con organizaciones de pacientes para que este tratamiento le llegue cada vez a más personas.
LEA MÁS: ¿Cuántos tipos de diabetes hay? ¿El alzhéimer está ligado? La ciencia busca respuestas