Cuando el 2020 arrancó, en los planes de muchos jóvenes estaba comenzar una carrera universitaria, celebrar los 18 años con una fiesta llena de amigos, pasear, viajar...
A mediados de marzo, todo cambió. Keylor, Jéssica y a Elizabeth, por ejemplo, dejaron de salir, recibieron lecciones virtuales y no hubo celebraciones con amigos.
Adaptarse a la “nueva normalidad” no ha sido fácil, pero cada uno de ellos afirma haber encontrado estrategias para manejar la situación que se impone por la pandemia de la covid-19.
Estos tres jóvenes viven en lugares distantes uno del otro y con realidades muy distintas. Cada uno, a su manera, se ha tenido que adaptar a las nuevas reglas del juego que impuso el confinamiento, como señaló el psicólogo Mariano Rosabal.
“No hay una forma estándar y única de vivir la adolescencia, pero igual se vive una adolescencia. E igual, en medio de la pandemia se vive”, destacó el especialista del Instituto de Investigaciones Psicológicas de la Universidad de Costa Rica.
Para los especialistas, la adolescencia es una etapa en donde las personas se alejan de los padres y se acercan a gente de su edad para ir afianzando su personalidad. Los amigos y las primeras parejas adquieren un rol preponderante, algo que con esta situación ha cambiado.
“Si visualizamos el tema como una cancha de básquet que ya está delimitada y con sus reglas, pero, de pronto, nos cambian la cancha, y nos ponen límites diferentes, y además con la amenaza de un virus. Es una amenaza externa, que no es fácilmente controlable”, apuntó Rosabal.
“La consecuencia psicológica es muy fuerte: es pérdida masiva, es vivir varios duelos a la vez”, añadió.
Jessica Zeledón tiene 17 años y vive en Moravia, San José. Según dice, la pandemia con todas sus restricciones le “pegaron mucho” pues ya desde antes tenía crisis de ansiedad, estrés y hasta pánico.
“Al inicio fue muy difícil, pero hay que ir generando estrategias dentro de cada uno”, dice la muchacha quien recién comenzaba a estudiar Arquitectura.
Para ella, el apoyo de sus papás, la natación, adoptar un perro y ponerse a hacer repostería han sido parte de la solución.
“Yo soy hija única, y este tiempo nos ha unido montones a los tres. A mi novio lo he podido ver muy poquito desde marzo, solo de lejos y con mascarilla, con los amigos solo tengo contacto virtual, pero todo eso ayuda mucho también”, añadió.
A unos 70 kilómetros de distancia, en Turrialba, Keylor Aguilar, quien cumplió sus 18 años a inicios de año, también afronta retos para manejar el aislamientos social.
“No todos lo estamos viviendo igual, pero todos estamos siendo afectados”, dijo quien lamenta estarse perdiendo las fiestas de todos sus amigos que cumplieron 18 años después de marzo. “Yo me salvé porque soy de inicios de año”, comentó entre risas.
Aguilar, al igual que, Zeledón, adoptó una perra, y asegura que esa compañía le ha generado mucho bien.
“Yo tengo muchas ventajas de vivir aquí en ‘Turri’, porque salgo a caminar y en 15 minutos ya estoy en una montaña, con otro tipo de cosas alrededor y puedo despejarme. Me ha servido el construir redes de apoyo a distancia, el tener con quien hablar siempre”, aseguró el joven.
Para Elizabeth Price, vecina de Limón centro, uno de las frustraciones fue que solo pudo vivir el sueño de comenzar a estudiar en la universidad y tener nuevos compañeros por una semana.
“Yo estaba muy, muy emocionada y se vino la pandemia. No entendíamos nada, era pura incertidumbre. Veía gente desempleada, y gente, que por otra parte, ofrecía remedios caseros para prevenir la enfermedad, gente que se creía cualquier mensaje de WhatsApp y se asustaba”, comentó la muchacha.
“Con los amigos también fue durísimo. Yo soy egresada de un proyecto de jóvenes de Limón que se llama Trayectorias Juveniles, y nos veíamos todo el tiempo, a veces más de una vez a la semana. Ellos son mi segunda familia, tuvimos que recorrer a vernos de forma virtual, pero no todos tienen el mismo acceso a Internet, no todos pueden”, afirmó la joven, de 18 años.
Price vive sola desde sus 15 años, lo cual es otro reto porque no tiene con quién compartir durante el tiempo de cuarentena. “Me he puesto a limpiar la casa como nunca antes, hasta la menor manchita (...) a veces incluso ensucio para volver a limpiar”. confesó.
DISEÑO / LA NACIÓN.
Etapa decisiva
Zeledón, Aguiliar y Price, en sus diferentes contextos, conforman lo que especialistas en niñez y adolescencia llaman “las adolescencias”.
“Ninguna es igual a otra. A todos nos afecta el aislamiento y la pandemia, pero no es lo mismo en quienes viven en un hogar sólido con estabilidad económica, a quienes viven situaciones de riesgo. Por lo mismo, debemos estar preparados para entender a todas esas adolescencias”, expresó Milena Grillo, directora ejecutiva de la fundación Paniamor.
Esa organización de hecho, brindó teléfonos celulares durante un tiempo a los jóvenes de Limón para que pudieran reunirse.
“Paniamor nos dio teléfonos con saldo para estar hablando, no todos tenían ese acceso, eso nos ayudó, muchos de nosotros nos sentimos más cerca así. Es algo difícil para todos, yo estuve a punto de salirme de la universidad porque no entendía muchas cosas, pero la red de jóvenes, que es mi segunda familia, me apoyó para que siguiera adelante”, dijo Price.
Como expresa Milena Grillo, aunque a todos les gustaría pensar que este periodo es un paréntesis en el que se está metido, es la realidad.
“Nos toca adaptarnos y convivir con las diferentes edades. La niñez y adolescencia deben tener voz y voto”, aseguró.
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Tecnología es aliada y obstáculo
En estos momentos, la tecnología se volvió una herramienta para tener no solo contacto social, sino también para poder estudiar. No obstante, existen poblaciones donde esto es complicado por diferentes factores.
“Yo estudio Arquitectura, fui 10 semanas a clases, en la semana 11 nos enviaron a la casa, y es mucho más difícil así, no es lo mismo”, dijo Zeledón.
A esto deben añadirse las brechas sociales.
“Yo no tengo problemas, pero qué pasa con muchachos que viven en pobreza, que no tienen para una computadora o para pagar Internet, las posibilidades les bajan a todos”, reconoció Aguilar.
Sin embargo, muchos logran agenciárselas.
“Yo estuve solo una semana en clases de la Universidad, ni conocí bien a los profesores. Aquí en Limón se puede ir el Internet si hay un aguacero y yo me quedo sin oír al profesor. Yo necesito estar con el profe cerca, pero algo he logrado entender. A través de WhatsApp todos nos hacemos preguntas y nos ayudamos. Incluso ‘se me fregó' la computadora, no la he podido reparar, pero sigo en clases desde el teléfono, yo sigo estudiando”, puntualizó Price, quien estudia Turismo Ecológico, pero considera pasarse a Inglés.
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DISEÑO / LA NACIÓN.
En sus palabras
Los tres muchachos aseguran que no hay un caso igual que el otro, pero comparten sus consejos para sobrellevar esta etapa de incertidumbre, que todavía no se sabe hasta cuándo se prolongará.
“Yo le digo a la gente que no se sienta mal de sentirse triste o sola, a todos nos pasa, que busque a alguien, no necesariamente a un psicólogo, puede ser ese amigo a quien le tenga más confianza y con quien se sienta mejor hablando o con quien pueda despejarse”, manifestó Zeledón.
Para Price, cada persona debe conocerse para saber cómo manejar mejor su propio estrés, pero el apoyo de otros es vital.
“Busquen un apoyo. Somos un montón de jóvenes pasando por lo mismo. Todos podemos apoyarnos. Y no se dejen llevar por todo lo que dice WhatsApp del virus, eso más bien confunde”.
Aguilar concluyó: “que no se hagan planes a largo plazo, porque no sabemos cómo será ese largo plazo y qué posibilidades tengamos, que seamos generosos y compasivos con nosotros mismos. Si aprendo otro idioma en esta cuarentena, genial, pero nada pasa si no puedo, hay muchas formas de aprovechar el tiempo y no es igual para todos”.