El País Internacional
Una investigación del Centro de Estudios Sociosanitarios (CESS) de la Universidad de Castilla-La Mancha, España, reveló que un programa de actividad física con juegos tradicionales reduce la obesidad infantil.
Del trabajo también se desprendió que el juego aumenta la autoestima y el rendimiento académico de los niños.
En el programa “Evidencia científica en la prevención del sobrepeso en escolares: estudio de Cuenca”, participaron más de 1.000 niños de cuarto y quinto grados de educación primaria, de nueve a 11 años, pertenecientes a 20 colegios públicos, donde se establecieron dos grupos, uno de control y otro de intervención.
Los resultados revelan que en el grupo de intervención disminuyó la obesidad (del 33,16% al 27,08%), el pliegue cutáneo tricipital (del 17,41 a 16,83 milímetros) y el porcentaje de grasa corporal (del 24,29% al 23,99%).
Asimismo, se redujo la APO B, una proteína relacionada con el “colesterol malo”, y aumentó la APO A, una proteína relacionada con el “colesterol bueno”.
Los niños más delgados aumentaron el pliegue cutáneo mientras que disminuyó en los más obesos. Asimismo, las cifras de grasa corporal se redujeron ligeramente en los más obesos y aumentaron en los más delgados.
“De las aproximadamente 1.000 calorías que gasta un niño al día solo se puede influir en el 10% del gasto energético. Este estudio ha demostrado que el grupo de intervención gastó 300 calorías más que el grupo control, pero no disminuyó significativamente el peso. Lo que ha sucedido es cambiar grasa por músculo”, apuntó Vicente Martínez, director del CESS y responsable del proyecto.
Diversión. Según explica Mairena Sánchez, responsable del diseño y coordinación del programa de actividad física, “cuando nos planteamos el programa lo primero que dedujimos es que lo único que quieren los niños a esas edades es jugar. Así que pensamos en qué tipo de juegos y de qué manera podrían participar todos los escolares, con independencia de su nivel de habilidad, o forma física”.
“Introdujimos el ejercicio como una actividad divertida, con juegos tradicionales atractivos, como el típico juego de carrera de sacos, zancos, paracaídas, o pelotas de colores gigantes. Estas actividades se realizaban durante hora y media, tres veces a la semana”, explicó.
El trabajo confirma, al mismo tiempo, que aquellos pequeños más activos tienen una mayor calidad de vida, mejoran su autoestima, tienen mejor rendimiento académico y menos limitaciones en su vida cotidiana.