“Todo va a estar bien y solo tenés que ver el lado positivo de las cosas”. “Todo es cuestión de actitud, si ponés buena actitud vas a ver cómo sale”. “No seas tan negativo, la negatividad atrae lo malo”. “¿Por qué estar triste con todo lo bueno que tenés”. “Si sos agradecido, el universo conspira a tu favor”. “Todo siempre sale bien cuando se pone empeño”, “Podría ser peor, ve todo lo bueno que hay”. “No hay pretexto para no estar feliz y agradecido”, “¿Por qué no querés celebrar tu cumpleaños?, na fiesta con nosotros va a hacerte sentir mejor”.
Tal vez, con las mejores intenciones del mundo, alguien ha dicho estas frases, sin percatarse del daño que pueden causar.
A estas situaciones se les conoce como positividad tóxica u optimismo tóxico. Todo se resume a que cada persona tiene contextos diferentes, dificultades distintas, no todos tienen las mismas herramientas de apoyo, ni una misma situación genera las mismas emociones en dos personas. Y que lo que puede resultar para un individuo, no necesariamente resulte para el otro.
“Es pensar que con una con una cuestión de actitud, ya podemos obviar nuestra realidad y las circunstancias que humanamente nos pueden generar una reacción de enojo, molestia o tristeza. Y eso puede culpabilizar a la persona. Pensar que una persona siempre tiene que estar feliz, o que si está feliz es porque tiene buena actitud, y eso significa salud mental, es un concepto errado. Y esto puede ser un sentimiento muy culpógeno”, manifestó la psicóloga Paola Vargas.
Para quienes viven estas situaciones puede ser muy dañinas estas frases, porque pueden sentirse culpables de no lograrlo. El problema, según Vargas, se da cuando se sobregeneraliza un estado feliz y optimista sea cual sea la situación, se pretende silenciar emociones vistas como negativas, cuando son emociones necesarias.
“Ojalá todo fuera tan fácil como querer sentirme mejor, ver el lado positivo y, ya, con esa fuerza de la voluntad de querer estar feliz, simplemente vaya a estarlo. Ojalá animarme fuera tan fácil como la gente me dice. Sí me he sentido culpable y malagradecida, me ha costado entender que está bien no estar bien”, destacó Ana María, una mujer de 36 años que pidió no revelar su apellido.
“No es que el optimismo no sirva y tengamos que desecharlo del todo. En su buena medida es necesario. Es que no podemos forzarnos a estar felices siempre ni a recomendarle eso a la gente, eso no es sano. Tampoco decirles que todo problema tiene solución, desgraciadamente eso no es así”, dijo Vargas.
En entrevista con la BBC, el psicólogo clínico Antonio Rodellar, expuso lo mismo.
“La psicología positiva aplicada correctamente es una práctica muy útil, pero de forma indiscriminada genera una visión muy parcial de la realidad y una sensación de indefensión. Negar las situaciones dolorosas y dañinas de la vida es como ver la realidad con solo un ojo”, afirmó.
El daño de ‘estar siempre feliz’
El problema viene en varios sentidos, según lo explican los especialistas:
Distorsionar los sentimientos. Las emociones son emociones. No hay ni buenas ni malas. Hay algunas placenteras y otras displacenteras, pero todas son necesarias. La tristeza me hace apreciar lo que es importante, el enojo me permite poner límites. Por eso es importante validar estas otras emociones. La vida es como los latidos del corazón, con sus sube y sus bajas.
Culpabilización. Quienes no se sienten felices, por más que lo intenten, pueden sentirse culpables y esto desencadenar en más frustración, tristeza, enojo y detrimento de su salud mental.
Ignorar las realidades. Las personas con trastornos mentales, como depresión o ansiedad, en donde las personas no quieren sentirse así, pero están sin ánimo para un festejo. Ignorar que esto existe puede ser muy contraproducente.
Lo mismo sucede con quienes tienen carencias económicas fuertes o pasan procesos de enfermedades incurables. La positividad tóxica puede causar un daño mayor.
“La realidad de estas personas no se quita un pensamiento de ‘todo va a estar bien’. No se pueden dar soluciones rápidas a problemas grandes. Pretenderlo es invisibilizar las necesidades de gran parte de la población”, señaló Vargas.
Idealización de un estilo de vida. Añorar el estilo de vida y la felicidad que las personas proyectan en las redes sociales, aunque de antemano se sepa que las personas comparten casi exclusivamente lo bueno que les ocurre y no lo malo.
Somatizar. Cuando se trata de someter a la fuerza un estilo de vida y no se logra, la salud física comienza a deteriorarse, puede generar diferentes manifestaciones, como dolores, síntomas digestivos, y caída de cabello, entre otros.
Autoexigencia tóxica
Nosotros mismos podemos ser de los peores verdugos con la positividad tóxica hacia nosotros mismos.
“No debemos hacer las cosas o buscar ‘x’ sentimiento porque sí. Forzarnos puede ser muy dañino”, resumió Vargas.
La psicóloga Samara Quintero dio estas señales para identificar la positividad tóxica.
- Ocultar o enmascarar los verdaderos sentimientos
- Tratar de “seguir adelante” y se ignoran o descartan una o varias emociones
- Sentirse culpable por sentir lo que se siente
- Minimizar las experiencias de otras personas con citas o declaraciones que te hacen sentir bien
- Tratar de darle otra perspectiva (por ejemplo, “podría ser peor”) en lugar de validar tu experiencia emocional
- Ignorar las cosas que te molestan con un “es lo que es”
¿Qué hacer si recibo mensajes de positividad tóxica?
Muchos de los mensajes de positividad tóxica llegan en momentos de un duelo o problema, o más bien, en momentos que deberían ser de celebración, como un cumpleaños, una meta profesional o las fiestas de fin de año.
Para Vargas, hay pasos que deben tomarse en cuenta:
- Reconocer la emoción o las emociones que generan la situación que se vive: tristeza, apatía, enojo, ira, frustración.
- Reconocer la emoción o emociones que genera el escuchar las frases de positividad tóxica.
- Hablar directamente con la persona y expresar por qué no nos sentimos en modo de fiesta o por qué en este momento necesitamos vivir estas otras emociones. Es probable que esta conversación deba tenerla más de una vez.
- Rechazar las invitaciones a fiestas o celebraciones cuando no nos sentimos bien y no queremos ir. Aprender a decir que no.
- Recordar que está bien tener momentos donde no estamos bien.
- Recordar que no todos los problemas tienen solución y eso es parte de la vida.
- Si siente que pasa el tiempo y no ve mejoría, recurra a un profesional en psicología.
¿Cómo identificar si doy mensajes de positividad tóxica?
Lo primero es tener claro que nuestras experiencias personales no son igual para todos.
“Es como cuando le recetamos a una persona una pastilla para el dolor de cabeza o dolor de estómago porque a nosotros nos funcionó, y eso, muchas veces, más bien puede hacerles daño a esas personas”, destacó Vargas.
Otro punto es que hay personas que recurren a otra para ser escuchadas y no porque quieran un consejo o mensaje, muchas veces solo con escuchar es necesario. Preguntar si nuestro interlocutor quiere nuestra opinión o consejo es válido.
También es necesario recordar que quien nos pide opinión o consejo no necesariamente debe seguirlo.
Estas son señales que pueden ser señal de que estamos siendo artífices de positividad tóxica.
- Juzgar a los demás según nuestra realidad, nuestras experiencias pasadas o nuestra forma de ser.
- Tratar de “cambiar” los sentimientos o emociones de nuestro interlocutor.
- Repetir constantemente las frases del primer párrafo de esta nota.
- Tratar de imponer lo que a nosotros nos funcionó para x o y situación.
- Inundar a la persona con sentimientos felices y decirle que no pasa nada.
“Con las mejores intenciones podemos herir, lo bueno es que también podemos identificarlo y con base en eso cambiar. Dejar el positivismo tóxico y comenzar a validar los sentimientos de los demás y, cuando es necesario, animarlos a buscar ayuda profesional”, manifestó Rosellar a BBC.
“Si algo agradezco es cuando le cuento a alguien y me dice: ‘Uy sí, está horrible la situación y tenés razón de sentirte así'. Esto me ha ayudado mucho más a salir adelante y a encontrar ánimo que todas las frases de los porristas de la positividad tóxica”, concluyó Ana María, quien opinó, pero sin que se divulgara su nombre.
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