El gastroenterólogo Giovanni Traverso se enfrentó a un reto científco cuando estuvo frente a un paciente al que quería ayudarle con una dolencia. Él parecía reaccionar de manera adversa al omeprazol, un medicamento comúnmente utilizado para tratar úlceras estomacales y problemas de reflujo. Cuando llevaba una semana de tomarlo, se comenzó a sentir cada vez peor.
En esta historia había algo más que nadie había tomando en cuenta: el individuo también sufría de enfermedad celíaca, un trastorno que afecta al 1% de la población y la hace intolerante al gluten, sustancia presente en el trigo, avena, cebada, centeno y sus derivados. En estas personas, este componente es veneno y les causa, en el corto plazo, malestar estomacal y diarreas. En el largo plazo, pueden desarrollar pérdida de peso, huesos frágiles o caída del cabello.
Traverso analizó los componentes de dicho medicamento –que había sido recetado por un médico y comprado en una farmacia– y observó que dentro de sus ingredientes había derivados de trigo.
Este componente no era parte del principio activo del fármaco, es decir, no tenía ninguna función en provocar alivio o mejora para las úlceras estomacales. Tan solo era un llamado ingrediente “inactivo” o excipiente, los cuales ayudan a estabilizar el componente activo o facilitan su absorción. Sin embargo, en este caso, dicho ingrediente inactivo era la razón del malestar del paciente.
Esto llevó a Traverso, médico en el Hospital Brigham and Women’s en Massachusetts y profesor del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés) a preguntarse, ¿cuántas personas pueden enfrentar situaciones parecidas? ¿Qué clase de ingredientes inactivos están en nuestros medicamentos? ¿Cuán inocuos realmente son?
“Eso me puso a pensar en lo poco que realmente sabemos de las tabletas que consumimos y de los potenciales efectos adversos que podrían tener. Creo que hay una subestimación tremenda del impacto potencial de los ingredientes inactivos”, destacó Traverso en un comunicado de prensa.
Y añadió: “aunque llamamos a un ingrediente ‘inactivo’, en muchos casos, no lo es. Aunque las dosis puedan ser bajas, no sabemos cómo pueden reaccionar en algunos individuos”.
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No importa si se trata de pastillas contra los síntomas del resfrío que se consiguen en el supermercado o en la pulpería, o si son cápsulas muy específicas que requieren de una receta médica para tratar condiciones puntuales, todos esos fármacos orales no solo contienen la sustancia que busca generar un efecto para mejorar nuestra salud. De hecho, este principio activo puede ser un porcentaje muy pequeño del peso total de la píldora.
¿Entonces, qué más hay dentro de una medicina como estas? Según los investigadores del estudio, hay todo un “coctel” de ingredientes inactivos, que, en buena teoría, carecen de efectos en el paciente.
Para Jorge Pacheco, profesor e investigador en tecnología farmacéutica de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Costa Rica (UCR) y farmacéutico, considera que el nombre correcto de este tipo de sustancia es excipiente, pues todos los ingredientes cumplen una función activa, aunque no tengan que ver con la salud de las personas.
¿Para qué se incluyen los excipientes en una pastilla? Cumplen diferentes propósitos: darle estabilidad, un sabor particular, apariencia o ayudan a que el principio activo no pierda su efecto ante el paso del tiempo o la manipulación usual que se le da.
Antes de que se incluyan en un fármaco, estos componentes usualmente son sometidos a análisis rigurosos de toxicidad y se ha comprobado que no tienen efectos secundarios significativos en la mayoría de los pacientes. Pero, como en todo, hay excepciones.
“Para la gran mayoría, no importa si hay un poquito más de lactosa, un poquito de fructuosa, o de almidón. No obstante, hay una subpoblación de pacientes –cuyo tamaño desconocemos– que pueden ser extremadamente sensibles y esos ingredientes inactivos podrían disparar síntomas”, aseveró a la prensa Daniel Reker, uno de los autores del estudio.
A pesar dicha realidad, Pacheco pide cautela. “Esto es muy importante. No importa si usted tiene enfermedad celíaca, es intolerante a la lactosa o a algún otro componente, nunca abandone un tratamiento sin antes consultarle al médico, por más que usted sienta algún efecto. Es posible que lo que usted está tomando ni siquiera tenga algo a lo que sea intolerante o le cause alergia”, afirmó.
Y para tranquilidad de los costarricenses añadió: “en el caso de Costa Rica, el Ministerio de Salud revisa muy bien cada ingrediente de los medicamentos, tanto principios activos como excipientes antes de registrarlo y se mantiene vigilante por si hubiera nueva información de algún componente. Además, se exige la rotulación y etiquetado de algunos excipientes como aspartame, azúcares, alcohol y algunos colorantes”.
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El estudio, publicado en la revista Science Translational Medicine, constó de varias partes.
Los investigadores primero revisaron la literatura médica en busca de reportes de casos de personas que hubieran tenido algún tipo de efecto secundario a los ingredientes inactivos.
Fue así como encontraron que hay 38 sustancias de este tipo que están relacionadas con reportes de casos en donde se vieron reacciones adversas.
Posteriormente, los científicos analizaron la base de datos llamada The Pillbox Database, que contiene información sobre la formulación de 42.052 fármacos orales con un total de 354.597 ingredientes inactivos.
Según estos datos, una cápsula o pastilla contiene en promedio 8,8 componentes inactivos, pero se encontró que 596 medicamentos tenían 20 o más. Asimismo, se detectaron presentaciones en las que hay hasta 35 excipientes.
Si lo vemos en porcentaje, en promedio, una cápsula, tableta o pastilla tiene 280 mg de ingredientes inactivos y 164 de ingredientes activos. En otras palabras, solo el 29% del peso promedio de las pastillas o cápsulas corresponde al ingrediente activo, mientras que el 71% restante se compone de estos ingredientes inactivos. En algunos casos aislados, estos los exipientes llegan al 99%.
Con la gran mayoría de los ingredientes inactivos no existe riesgo alguno. De hecho, dentro de los casi 355.000 analizados, solo 38 causan síntomas de alergia o intolerancia.
El problema es que, según el análisis, el 92,8 de las medicinas revisadas tenía al menos uno de esos 38 ingredientes inactivos. Por ejemplo, el 45% contenía lactosa, el 33% poseía algún tipo de colorante que podría generar efectos secundarios. Además, cerca del 55% poseían azúcares que pueden desencadenar problemas digestivos en quienes tienen síndrome de intestino irritable.
Por otra parte, aunque solo 0,08% contenía aceite de maní, se vio que en el caso de algunas drogas, como la hormona progesterona, son pocas las presentaciones sin este ingrediente. Entonces, quienes sufren alergia a este alimento pueden estar en riesgo si consumen dicho fármaco.
¿Cuáles son los posibles efectos secundarios?
Como se ha dicho, es un hecho que la mayoría de pacientes no sentirán efecto alguno debido a los componentes inactivos. Y, quienes sí los sientan, tampoco es que van a poner en peligro su vida, aunque sí presentarán reacciones que comprometan su bienestar y comodidad.
¿Cómo puede afectar esto a cierta gente? Por ejemplo, si alguien es alérgico o intolerante a determinado ingrediente inactivo y no lo sabe, es posible que sus síntomas sean confundidos con un rechazo al principio activo, y el médico recete otro tratamiento que puede tener otro tipo de efectos secundarios, o que sea más caro y afecte su bolsillo.
Por otra parte, se pueden generar síntomas digestivos en poblaciones muy sensibles.
Veamos el caso de la lactosa. Aunque algunos medicamentos la contienen y no generan problemas a la mayoría de organismo, hay individuos tan sensibles o intolerantes a esta sustancia que podrían presentar síntomas.
El panorama se complica si la persona deben tomar varias dosis al día, tal y como sucede con los mayores de 65 años. Ellos consumen, en promedio, más de cinco medicamentos diarios y si se suman los niveles de lactosa de cada píldora, la reacción podría ser más evidente.
“Cuando eres un médico, lo menos que quieres es preescribir algo que pueda causar una reacción alérgica a un paciente, por eso es necesario conocer bien los componentes y las posibles alergias que pueda generar en cada caso", manifestó Traverso.
El especialista indicó que los médicos usualmente recetan según el principio activo y no los inactivos. A esto se le une que, aunque los fármacos sí enumeran los ingredientes inactivos, no todos ponen la dosis de cada uno. O incluyen términos confusos, por ejemplo, ingredientes que contienen gluten podrían no ser descritos necesariamente como gluten.
¿Qué deben hacer las personas que perciben algún efecto secundario al tomar su píldora? Pacheco es muy claro: lo mejor es conversar con el médico, para analizar si efectivamente se trata de un efecto causado por un excipiente y, de ser así, buscar una opción adecuada.
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A futuro
¿De qué sirve toda esta información? Los investigadores señalaron que un primer objetivo de su estudio es el hacer conciencia para que así surjan regulaciones que soliciten a las compañías farmacéuticas informar las dosis exactas de cada ingrediente inactivo en sus formulaciones. Esto ayudaría a los doctores a recetar a los pacientes con alergias o intolerancias específicas.
Además, los científicos ya trabajan en un estudio de seguimiento en donde se hablará con distintos centros de salud y médicos para ver si han visto historias de este tipo, y así tener los números más claros.
Además, planean hacer ensayos clínicos para estudiar cómo se manifiestan la lactosa u otros ingredientes inactivos comunes en las personas con intolerancia a dichos componentes.
Pacheco también expresó que si una píldora tiene un almidón sería bueno que indicara de dónde proviene, pues no es lo mismo un almidón de trigo o cebada (que contienen gluten) a uno de papa o arroz (que no lo contienen y no serían de riesgo para las personas con enfermedad celíaca).