Ya ha pasado un semestre desde aquel 6 de marzo cuando se anunció el primer caso de covid-19 en Costa Rica. Desde entonces, se han reportado cerca de 50.000 casos y más de 500 fallecidos.
¿Qué nos dice el comportamiento de la enfermedad y las acciones tomadas durante este tiempo? Para Juan José Romero, coordinador de la maestría de Epidemiología de la Universidad Nacional (UNA), las medidas restrictivas tomadas al inicio permitieron un aumento lento de casos que le dio tiempo al sistema de salud para prepararse.
Sin embargo, el crecimiento visto en los últimos días dejan al descubierto los huecos provocados por la falta de sistemas de información y de recursos, lo que complica el panorama actual.
Igualmente, estos seis meses han puesto en evidencia, más que nunca, las desigualdades de nuestra sociedad.
“Costa Rica trabajó muy bien en la preparación para el embate y para la contención de los primeros casos, pero no así en la mitigación (minimizar los impactos negativos de un evento, en este caso, la enfermedad)”, destacó Romero la mañana de este martes, durante una conferencia de prensa.
En ese aspecto, según el especialista, hay tres problemas:
1. No se está realizando la cantidad de pruebas necesarias.
2. Hay retrasos en el reporte de los recuperados y eso “nubla la vista” sobre la cantidad de casos activos y de cuántas personas podrían contagiar a otras.
3. Por la falta de recursos y de sistemas de información, no se le lleva el pulso a las características de la gente que se contagia.
Una primera fase que casi no levantó
Entre ese 6 de marzo y la segunda mitad de julio, los casos tuvieron un crecimiento muy lento, con muy pocos casos.
Durante esos primeros 90 días, los casos nuevos reportados por día fluctuaban entre 20 y 40, los hospitalizados se contaban en menos de 40 y había períodos de hasta de dos y tres semanas sin reportar fallecimientos.
“Hay gente que lo ve como una primera ola. Yo no lo veo como ola, si no como una fase; los casos subían de forma muy lenta y casi no se veían hospitalizados o muertes”, señaló Romero.
Sin embargo, las medidas restrictivas tomadas en esos momentos, según el epidemiólogo, dieron tiempo al sistema de salud para abastecerse, aumentar sus recursos y así evitar el colapso de los hospitales.
“Lo que se hizo en los primeros tres meses preparó el terreno para enfrentar estos segundos tres meses”, apuntó.
Si se observa este gráfico, se ve que durante los primeros meses de la pandemia, los casos casi no se despegaron de la base, cosa que comenzó a cambiar a finales de junio, con un aumento más sostenido después de la segunda quincena de julio.
Segunda semana de julio cambió todo
A partir de la segunda semana de julio, los casos registraron un crecimiento mucho mayor y, aunque este crecimiento no fue tan alto en hospitalizaciones, sí ha puesto presiones sobre el sistema de salud.
Ahora el número de contagiados se ha multiplicado hasta por más de 50 veces. La buena noticia es que el aumento de casos graves y de muertes no ha crecido con el mismo ritmo.
¿Qué sucedió después de esos tres meses para tener este aumento en los registros de casos nuevos? Romero lo resume así: “la pandemia se vistió de pobreza”.
“La segunda fase encontró un caldo de cultivo en lugares vulnerables en donde la condición de pobreza ya había producido una tierra más fértil para el contagio.
"Ellos no podían quedarse en casa, debían salir a trabajar. No podía haber distanciamiento físico porque muchos vivían en hacinamiento, así era más fácil aumentar el contagio en todo el país”, recalcó el epidemiólogo.
La condición social de estas personas también complicó al sistema de salud.
La situación de pobreza de esa población provocaba que muchos no estuvieran asegurados y, por ello, tendrían algunas enfermedades crónicas sin diagnosticar y estarían mal compensados, por lo cual les resultaría más difícil enfrentar una infección de covid-19.
Además, es posible que estas personas buscaran ayuda tarde, ante el temor de no ser atendidos.
Esta “cascada” de casos presentó varios problemas: las personas que se dedican al registro de enfermos no dieran abasto ante la cantidad de reportes, órdenes sanitarias e informes de recuperación, lo que lleva al retraso de estadísticas.
La situación también dificultó que se puedan hacer y procesar todas las pruebas necesarias en el tiempo adecuado; esto también atrasa los datos y dificulta conocer la realidad.
“Le vamos atrás al evento”, resumió Romero.
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El panorama hoy
Los atrasos en los datos no permiten saber, de forma objetiva, cuántas personas han enfrentado la enfermedad, cuántas están con el virus activo (y por ende podrían contagiar a otros) ni cuántas se han recuperado.
“A esto debemos sumarle que hay asintomáticos, personas con síntomas muy leves y otras personas que por alguna razón no buscan ayuda o no se hacen la prueba. Realmente, hay más casos de los que se reportan; yo me atrevería a decir que hay entre 80.000 y 100.000 casos”, subrayó Romero.
No obstante, el especialista añadió: “la cantidad de casos nos dice que, a como estamos, si no se hubieran tomado las medidas que se tomaron, tendríamos el doble de casos y de dos a tres la cantidad de hospitalizados y de muertes”.
Para el epidemiólogo, los datos más fiables son los de hospitalizados, porque presentan una estadística de lo que se lleva al día a día.
Aunque los hospitalizados sí han aumentado, no lo han hecho con la agresividad registrada en otras naciones. Estos pacientes, en este sentido, dan la pauta y, aunque lo ideal sería bajar las cifras, nos dan una buena noticia en comparación con otras latitudes.
En cuanto a la letalidad, los últimos datos indican que fallece el 1,04% de la población afectada. Este porcentaje siendo uno de las más bajos del mundo y, a criterio de Romero, podría ser más bao aún si se reportaran todos los casos.
Los problemas con el sistema de información y con los rezagos sí repercuten sobre los datos que la ciudadanía recibe a diario.
“Estamos en cerca de un 38% o 39% de reporte de recuperados. En casi todos los países este es del 70%, pero no sabemos a ciencia cierta cómo estamos”, aseguró Romero.
Otra de las trabas que se encuentran actualmente tiene que ver con el número de pruebas realizadas.
“Unas 30.000 personas por millón han sido tamizadas, esto está por debajo del promedio mundial y no nos permite ver de la mejor forma la realidad, se necesitan más pruebas”, enfatizó el epidemiólogo.
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Los retos y posibles soluciones
Romero insiste en que hay que realizar cambios sustanciales para retomar el control de la pandemia.
“Esto no se acaba en 1, 2 o 3 meses. Debemos retomar el control de los datos para saber la realidad que enfrentamos y tener mayor control de la epidemia”, expresó.
Los retos y cambios necesarios son, a su juicio, tres:
Aumentar la cantidad de pruebas. En este momento se están realizando más de 2.500 por día, pero esto no es suficiente para llevarle el paso a la enfermedad. Una posible solución sería utilizar pruebas que den resultados en más corto tiempo y sean más baratas. Hay universidades trabajando en ello, por ejemplo, la Universidad de Costa Rica (UCR) trabaja en una prueba de detección que utilizaría la saliva de la persona y daría resultados en cuestión de una hora.
Mejorar los sistemas de información. De nada sirve tener las pruebas si no tenemos un sistema de información y comunicación que nos diga quiénes son estas personas, sus factores de riesgo y cómo se va desarrollando la enfermedad, asimismo, que suministre datos para poder seguir a sus contactos, establecer nexos y poder controlar mejor posibles contagios.
Mejorar la comunicación con la población. El mensaje ha sido muy “plano”, según Romero. “Le estamos hablando igual a todos, y no todos captan el mismo mensaje de la misma forma. Necesitamos adaptar el mensaje para que llegue mejor”, concluyó.
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