Cuando una mujer queda embarazada, una de las frases que más escucha es que, durante los siguientes meses deberá comer “para dos”, dado que su alimentación le permitirá tener un bebé con buen peso y saludable.
Sin embargo, lo que pocos toman en consideración es que lo que una madre consume durante el proceso gestacional va más allá del nacimiento; la nutrición influirá en su hijo durante toda su existencia.
Este fue uno de los temas presentados durante el último Congreso Médico Nacional, realizado recientemente en La Fortuna de San Carlos. Varios estudios científicos, consultados por La Nación, también respaldan esta tesis.
“Se dice que la alimentación durante los primeros 1.000 días es clave para el bebé, pero lo que se consume desde la concepción a través de lo que come la madre también es vital”, recalcó la médica Alicia Boza Mora, quien impartió la charla en el congreso.
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¿Qué nutrientes no deberían faltar?
Dentro de los nutrientes a los que se les debe dar mayor relevancia durante la gestación, porque repercuten directamente en el bebé en desarrollo, destaca el ácido fólico. Este es un suplemento que la mujer debería, en la situación ideal, consumir incluso antes de planear el embarazo.
El ácido fólico ayuda a prevenir defectos congénitos graves como la anencefalia (el bebé nace sin partes del encéfalo porque este no se desarrolla bien), o espina bífida (afectación en la columna vertebral que podría dejar a la persona sin caminar y sin movilizar algunas partes del cuerpo).
Algunas investigaciones también sugieren que el consumo de pescados colabora en el desarrollo cerebral del feto. Un estudio de la Universidad de Tohoku en Japón, por ejemplo, indicó que esto podría ser así debido a los ácidos grasos Omega 3 y Omega 6 presentes en algunos de estos productos marinos.
No obstante, los científicos admiten que este estudio, publicado en la revista Stem Cells Journal, apenas está en sus fases preliminares y no puede ser del todo concluyente. Además, cabe recordar que hay otras investigaciones que piden a las embarazadas moderar la ingesta de pescados, pues el mercurio presente en algunos de ellos más bien podría generar el efecto contrario para el cerebro de los fetos.
La Agencia de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés), recomienda comer de dos a tres raciones de atún en lata por semana y solo una ración de atún blanco.
Otros alimentos y nutrientes que no deberían faltar durante la gestación son las proteínas que ayudan a la formación de las células y la sangre; los carbohidratos (con moderación) que están relacionados con la producción de energía y el calcio que fortalece los huesos del bebé y permite el buen funcionamiento de los nervios y músculos. También destaca el hierro, que es clave en la producción de glóbulos rojos.
Incluir muchos alimentos altos en grasa no es una buena idea. En el 2017, un estudio de la Universidad de Oregon en Estados Unidos, publicado en la revista Frontiers in Endocrinology, exploró las dietas altas en grasas en embarazadas y encontró que estas aumentan la producción anormal de neuronas que contienen serotonina, una sustancia crítica en el desarrollo del cerebro de los bebés.
Por lo demás, si la futura mamá es saludable y tiene un peso normal podrá tener una alimentación similar a la que tenía antes el embarazo con algunas adaptaciones que le pedirá específicamente su ginecólogo o nutricionista. Ahora bien, si mediante exámenes de sangre se comprueba que ella tiene deficiencia de algún nutriente o presenta exceso de colesterol o triglicéridos, entonces sí requerirá una dieta especial con la debida asesoría profesional.
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Sin ayunos y vigilando la balanza
Para la nutricionista Melissa Durante, lo más importante, en todos los casos, es que la embarazada mantenga una alimentación constante, sin que pase largos períodos de ayuno.
“Nuestro bebé tiene que tener un flujo constante de nutrientes, si dejamos de comer por muchas horas él va a resentirlo”, expresó la profesional.
Otra cosa importante, según Durante, es aclarar que se debe comer “para dos” y no “por dos”, es decir, si la mujer come el doble de lo que comía antes del embarazo más bien podría perjudicar a su bebé.
En ese sentido, un estudio de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Columbia en Estados Unidos encontró que los hijos de mujeres que suben mucho de peso durante el embarazo tienen mayor riesgo de nacer y vivir con sobrepeso. Este reporte fue publicado en la revista Maternal & Child Nutrition.
“Ganar algo de peso en el embarazo es normal, pero las mujeres deben saber que subir mucho de peso puede poner a su hijo en riesgo de ser obeso en la niñez y también cuando crezca", señaló en un comunicado de prensa Elizabeth Widen, coordinadora del estudio.
Dentro de los estudios, algunos mencionan que una dieta balanceada y adecuada para la madre, así como el mantener un buen peso durante el embarazo aumentan las posibilidades de que el menor nazca a término, sin complicaciones y que mantenga un desarrollo normal en comparación con otros niños de su edad.
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¿Y el ejercicio?
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Al hablar de ejercicio, los estudios revisados por La Nación son enfáticos en un punto: el nivel e intensidad de la actividad física varía según cada mujer y debe ser su ginecólogo quien realice las primeras recomendaciones.
Pero, si una embarazada está en condiciones de hacerlo, esto también beneficiará mucho a su hijo de por vida.
Una investigación preliminar de la Universidad Estatal de Washington señaló que el ejercicio regular y moderado prevendría que el niño desarrolle obesidad, ya que el ejercicio motiva la reconstrucción y regeneración de células y tejidos.
El reporte fue presentado en la reunión anual de la Asociación Estadounidense de Biología Experimental, realizada en abril pasado en Orlando, Florida.
La primera fase del experimento fue en ratones, pero los investigadores pronto harán análisis para ver cómo influye en los seres humanos.
Además, otro estudio, esta vez sí llevado a cabo en mujeres embarazadas, encontró que tan solo 20 minutos de actividad física tres veces por semana sí constituía una diferencia para el desarrollo cerebral del bebé.
Científicos de la Universidad de Montreal en Canadá dividieron a mujeres embarazadas en dos grupos: unas no hicieron ejercicio y las otras hicieron 20 minutos tres veces por semana.
Luego de que los bebés nacieron se les pusieron electrodos en sus cabezas para monitorear la actividad cerebral y la respuesta a sonidos.
“Nuestros resultados muestran que los bebés nacidos de madres físicamente activas tienen una activación cerebral más madura, lo que sugiere que sus cerebros se desarrollaron más rápido”, concluyó en un comunicado de prensa Daniel Cournier, uno de los investigadores.
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