Los últimos días del año y los primeros del siguiente suelen venir acompañados de una ingesta de licor mayor de la que nuestros cuerpos están acostumbrados. Muchas personas siguen de vacaciones hasta el 8 de enero, por lo que las ocasiones de alto consumo podrían continuar.
Como resultado del abuso, se darán síntomas variados en número e intensidad, según la persona y su ingesta, que pueden incluir cansancio, debilidad, sed, dolor de cabeza, dolor muscular, náusea, dolor de estómago, vértigo, sensibilidad a la luz y al ruido, ansiedad, irritabilidad, sudor y presión arterial alta.
A esto se le conoce como “resaca” o, en buen tico, “goma”.
Estos síntomas usualmente se disipan cuando el alcohol se va de la sangre, pero cuando el abuso se mantiene varias veces al día se puede entrar en un círculo vicioso.
¿Cómo remediar este malestar? ¿Hay alguna receta que podamos seguir? En Siéntase Pura Vida lo exploramos, eso sí, haciendo énfasis en que bajo ningún motivo deberíamos ingerir tanto alcohol como para llegar a sentirnos así. Sin embargo, si sucede, podemos aliviar los síntomas al tiempo que nos prometemos no repetir la conducta en el futuro.
“El alcohol no es malo en sí mismo, lo malo es la cantidad que se bebe”, especificó el médico general Jorge Luis Sampson.
Lo que existe, según explicó, es que todos tenemos un límite, sobre el cual. el cuerpo ya no tolera la cantidad ingerida. En general, los hombres tienen un tope de tres tragos por día, y las mujeres de dos, expresó el médico.
Sin embargo, esto también puede estar influido por el peso y metabolismo de cada persona e incluso de lo que se tome y su nivel de alcohol. Los tragos con más azúcar tenderán a provocar una mayor resaca.
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De acuerdo con el Instituto Nacional de Abuso de Alcohol y Alcoholismo de Estados Unidos (NIAAA, por sus siglas en inglés, uno de los diferentes institutos de salud de EE. UU.), son varias las causas por las cuales el organismo humano reacciona así.
Deshidratación: el alcohol inhibe la liberación de vasopresina, una hormona producida por el cerebro que envía señales a los riñones para que retengan líquidos. Como consecuencia, el alcohol aumenta la frecuencia para orinar y la pérdida excesiva de líquidos. La deshidratación leve resultante probablemente contribuye a los síntomas de resaca como sed, cansancio y dolor de cabeza.
La nutricionista Marisol Fournier explicó que las bebidas alcohólicas, en sí mismas, causan deshidratación, por lo que nunca deberíamos buscar hidratarnos con cerveza, por más calor que tengamos. El licor es el único tipo de líquido en el que al buscar hidratarnos logramos el efecto contrario.
Hablando de hidratación, en “Siéntase Pura Vida” ya tocamos este importante tema, puede leer los consejos aquí.
Lo que comemos mientras ingerimos alcohol también influye.
“Si además de esto comemos alimentos ricos en carbohidratos esto podría hacer que los síntomas sean menos agradables todavía”, puntualizó el médico.
Interrupción del sueño: las personas pueden dormirse más rápido después de beber alcohol, pero su sueño está fragmentado y tienden a despertarse más temprano. Esto causa cansancio, dolor de cabeza y debilidad, así como la pérdida de productividad.
“Si dormimos mal la noche anterior las consecuencias pueden ser peores”, indicó el médico.
Irritación gastrointestinal: el alcohol irrita directamente el revestimiento del estómago y aumenta la liberación de ácido, lo que puede provocar náuseas y malestar estomacal.
Inflamación: el alcohol aumenta la inflamación en el cuerpo. La inflamación contribuye al malestar general que las personas sienten cuando están enfermas, así que también puede contribuir a los síntomas de la resaca.
Procesos metabólicos: el metabolismo del alcohol, principalmente por el hígado, genera el compuesto acetaldehído, un subproducto tóxico y de corta duración que contribuye a la inflamación del hígado, páncreas, cerebro, tracto gastrointestinal y otros órganos.
“Mini abstinencia”: al beber, las personas se pueden sentir más tranquilas, más relajadas e incluso eufóricas, pero el cerebro se adapta rápidamente a esos efectos positivos ya que trata de mantener un equilibrio. Como consecuencia, cuando desaparece el mareo, las personas pueden sentirse más inquietas y ansiosas que antes de beber.
“Además, todos estos procesos van a consumir mucha de nuestra energía. Pusimos a trabajar a nuestro cuerpo un montón. Esto nos va a hacer sentirnos más débiles y sin ganas”, destacó Sampson.
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Mitos y verdades
Con el afán de “tomar tranquilamente” sin riesgo de resacas hay todo tipo de mitos, los cuales, en su gran mayoría, no tienen fundamento científico. Estos son algunos de ellos, según recopila la NIAAA.
Beber café o ducharse pueden evitar o curar la “goma”. La única manera de evitar una resaca por completo es no beber alcohol o consumir una cantidad mínima. No existe ninguna cura para la resaca, solo el tiempo.
El orden de las bebidas afecta a la resaca. Se escudan con el dicho “cerveza antes del vino y estarás bien”, pero esto no es cierto. En general, cuanto más alcohol bebe una persona, peor será la resaca. Esto ocurre independientemente de si la persona bebe cerveza, vino, bebidas alcohólicas destiladas o una combinación de estos.
Beber un trago de alcohol en la mañana después de una noche de alcohol ayudará a evitar los síntomas. Esta es de las prácticas más difundidas, el buscar “un trago” de lo que nos llevó a estado de intoxicación para evitar la goma. En realidad esto podría minimizar algunos síntomas temporalmente, pero puede contribuir y prolongar el malestar general y otros síntomas de la resaca.
Otra de las creencias es que el alcohol se sube más ―y por ende la “goma es mayor”― es si combinamos diferentes tipos de licor. Sin embargo, Sampson destacó que esto se da porque, a la mayor mezcla, mayor oportunidad de tomar de más tendremos.
Además, mezclar hace que se tengan mayor variedad de componentes. Es decir, el ron o el whisky tienen más alcohol, pero el vino y los cocteles más azúcar. Mezclar hará que se tenga más alcohol o más azúcar en sangre (según el caso) que si hubiéramos tomado una sola cosa.
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Entonces, ¿qué hacer?
El primer consejo sería, como ya se ha expuesto, o no tomar o evitar llegar a un nivel de intoxicación en el que nuestro cuerpo responda así. No existe algo que nos vaya a quitar esa “goma” de forma milagrosa. El tiempo es lo que puede ayudar a que los síntomas se disipen. Pero tener unas cuantas horas con estos malestar no es agradable, por lo que es usual querer disiparlos lo más rápido posible.
Empecemos por lo que podemos hacer antes (además de no abusar del licor). Mantenernos hidratados es clave.
“Si por cada copa o trago tomamos un vaso con agua podemos contrarrestar la deshidratación y seguramente no sintamos tanta sed y tomemos menos”, manifestó Sampson.
Otro aspecto que puede ayudar es mantenernos bien alimentados durante el día. Si combinamos el alcohol con comidas más grasosas esto también puede ayudar a que el efecto al día siguiente no sea tan alto.
Si ya amanecimos con estos síntomas sí podríamos echar mano de una que otra idea, pero ninguna funciona en absolutamente todas las situaciones o personas. Cuanto más alcohol consumamos y más seguido lo hagamos, mayores serán las probabilidades de tener estos síntomas y de vivirlos más seguido.
Mantenernos hidratados durante el día nos va ayudar a bajar la deshidratación. Agua e incluso líquidos calientes como un caldo de pollo le sentarán bien a nuestra hidratación y a la digestión.
El tomar efervescentes usualmente diseñados para la indigestión también puede contrarrestar la inflamación estomacal.
Consumir durante el día proteínas que sean más “nobles” y menos pesadas, como pescados y mariscos (que además tienen grasas Omega 3) también puede ser de utilidad.
Hay quienes buscan tomar sueros. Sampson destacó que los sueros que normalmente se usan para cuando las personas tienen diarrea o vómito no servirán. En este caso son más recomendables las bebidas isotónicas que toman los deportistas, pues reponen los nutrientes que se necesitan, aunque no actúan de manera mágica o inmediata.
Eso sí, advirtió en contra de la práctica popular de tomar un trago de aquella bebida que nos emborrachó y llevó al estado de “goma”.
“No va ayudar en nada. Suscitará un nuevo estado de euforia que disimulará los síntomas y tal vez por eso sintamos que ya se nos pasó, pero luego hará el proceso de la goma más largo y nos va a costar más salir”, concluyó Sampson.
¿Y en caso de la llamada “goma moral” de arrepentirnos de lo que hicimos o dijimos cuando estábamos bajo los efectos del licor? En este caso lo que queda es “apechugar” y hacernos responsables de nuestras acciones.
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