Más de la mitad de los escolares y colegiales costarricenses están en riesgo de sufrir trastornos alimentarios graves como la anorexia –dietas estrictas, ayunos y bajadas de peso drásticas– y la bulimia –atracones de comida para luego vomitarse o purgarse–.
Estas son las conclusiones de una investigación realizada por el Instituto Costarricense de Enseñanza e Investigación en Salud (Inciensa), la Universidad de Costa Rica (UCR) y la Universidad Estatal a Distancia (UNED) con 2.626 estudiantes de 64 centros educativos del país.
El informe revela que el 57,7% de los escolares y colegiales está en descontento con su imagen corporal. Aún más: casi cuatro de cada diez (35,9%) de los entrevistados con peso normal y el 24,9% de alumnos con un bajo peso confesaron sentirse "gordos", aunque sus familiares y amigos les digan lo contrario.
A esto se le debe añadir que el 37,2% dijo contar las calorías que come, el 31% evita comer "harinas" (carbohidratos), un 14,2% siente culpabilidad al comer y al 10,9% le gusta sentir el estómago vacío.
Las cifras se tornan más preocupantes para los investigadores: el 21,6% admitió tomar pastillas o tomar tés para adelgazar, 7,7% se provoca el vómito y 11% tiene ganas de vomitar después de comer.
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"Estas conductas no indican que ya existe un trastorno alimentario en sí, pero sí son factores de riesgo que exponen a los niños y jóvenes y hay que ponerles mucha atención", comentó a La Nación la trabajadora social Flory Virginia Alfaro, una de las investigadoras.
Alfaro agregó que les inquieta el hecho de que este panorama se vio por igual en mujeres y hombres de todas las edades y sin importar el grupo socieconómico al que pertenecen.
"En los grupos focales que hicimos algunas chicas sí nos decían que se sentían con mucha presión dentro de sus compañeros para estar delgadas y bonitas", aseveró la especialista.
Para las investigadoras, esto puede producir graves daños a la salud. Por ejemplo, la anorexia tiene consecuencias a más largo plazo, pero pueden ser mortales. El cuerpo humano está capacitado para almacenar energía y utilizarla en períodos en que no se coma, por lo que la anorexia puede demorar hasta 20 años en matar a una persona. Sin embargo, cuando ya el mal se vuelve crónico, los órganos responden de manera lenta, luego bajan la circulación y la frecuencia cardíaca.
Por su parte, la bulimia puede alterar de otras formas. El organismo está diseñado para vomitar solo en casos esporádicos, como defensa cuando un alimento cae mal o hay un virus o bacteria. Si se vomita en exceso, hay pérdida de líquidos y de jugo gástrico.
La presencia de jugo gástrico en garganta y boca, a su vez, causa problemas en esófago y pérdida de dientes. La acidez del cuerpo se desequilibra y se disminuye el potasio, esto inhibe la función de todos los músculos, incluyendo el corazón, que puede dejar de latir.
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¿Qué hacer?
Alfaro indicó que la mejor forma para saber si una persona está en riesgo de sufrir un trastorno de alimentación es fijarse si ese niño o adolescente come al menos una vez al día en familia.
"El compartir al menos una comida es clave para saber si los jóvenes están comiendo menos, prefieren no comer, dicen que hay un alimento que no van a volver a comer del todo, comentan que están preocupados por su cuerpo o muestran otro tipo de señales que deben conversarse. Es un trabajo de todos: papás, mamás, abuelos, tíos y hermanos pueden detectar estas señales", subrayó Alfaro.
Si se detecta alguna conducta de riesgo, se puede acudir con un médico, nutricionista o psicólogo. En el caso de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), los Ebáis refieren los casos a centros médicos (por lo general clínicas y hospitales) en los que hay un equipo interdisciplinario (médico, nutricionista, psicólogo, trabajador social y enfermero).
"El apoyo de la familia para detectar y tratar estos casos es vital. Acompañar a los niños en su crecimiento es muy importante", concluyó Alfaro.
¿Cómo se hizo el estudio?
Estas cifras son los resultados preliminares de un proyecto de investigación mucho más grande llamado La educación como promotora de la salud integral en la niñez y la adolescencia en y desde los centros educativos costarricenses, que explora la promoción de la salud desde diferentes ópticas como la alimentación, la actividad física, y la educación, entre otros.
El estudio no va en una sola línea, por lo que cinco diferentes profesionales ven los distintos aspectos: dos nutricionistas, una educadora, una microbióloga y una trabajadora social.
Como se mencionó al principio, las pesquisas tomaron en cuenta a 2.626 estudiantes de 64 centros educativos (40 escuelas y 24 colegios) de todo el país. Se incluyeron instituciones públicas, privadas y subvencionadas de zonas rurales y urbanas de las siete provincias.
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Las investigadoras realizaron un cuestionario en donde se les preguntó a los niños y adolescentes por su actitud ante la comida, las costumbres a la hora de comer en casa –y fuera de esta– y cómo se sentían con su imagen corporal. En los niños de primer y segundo grado las científicas realizaban las preguntas; de tercer grado en adelante los jóvenes llenaban un cuestionario.
También se realizaron grupos focales con las diferentes poblaciones (según región, sexo y edad) para tener resultados más cualitativos.