Desde mediados del 2020 comenzaron a acompañarnos y desde setiembre de ese mismo año se convirtieron en un requisito para estar en lugares públicos cerrados. Nos incomodan, nos dan calor, respiramos aliviados cuando ya podemos quitarlas. Lo cierto es que la mascarilla no se va, seguirá siendo nuestra compañera durante varios meses más. O tal vez poco más de un año. Y después de eso podría quedarse para circunstancias específicas.
Aunque en este momento nuestro país ve una baja abrupta en casos, hospitalizaciones y fallecimientos, especialistas en epidemiología, salud pública y química en aerosoles no ven que lleguemos pronto a deshacernos de ellas.
José Luis Jiménez, especialista en química de aerosoles e investigador de la Universidad de Colorado en Estados Unidos, dijo que mucho dependerá de la dinámica del virus, pero que, a como se muestra en este momento, este dispositivo seguirá acompañándonos al menos unos meses más. Sus estudios en los últimos meses se han volcado hacia los modos de transmisión del virus SARS-CoV-2 y a cómo bajar el riesgo de contagio.
“Veamos la experiencia de otros sitios. Por ejemplo, en el Reino Unido hace unos meses estaban bajando mucho los casos gracias a una vacunación masiva y dejaron más laxo el uso de las mascarillas y ahora están teniendo un incremento de casos. Es difícil de controlar. Muchos de estos contagios han sido en niños, que todavía no tienen una vacuna a su disposición”, expresó el científico.
“Las olas vienen y van, y que una ola baje no quiere decir que vaya a ser la última. Parte de lo que causa la baja en la enfermedad son las mascarillas, lo que queremos es que siga bajo. A mí me aburre llevar mascarilla, como a todo el mundo, ya quisiera dejar de usarla, este todavía no es el momento”, añadió.
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Esta dinámica de olas pandémicas nos demuestra que la vacunación tiene un papel trascendental, pero la mascarilla debe ser complementaria.
“Seguirá el uso de la mascarilla. Es incómoda, es molesta, pero así lo son las medias, pantalones o el saco cuando tengo que ir vestido a un evento. Se transforman en reglas sociales”, apuntó Tomás de Camino, director de la Escuela de Sistemas Inteligentes de la Universidad Cenfotec.
¿Hasta cuándo? Los especialistas consultados por La Nación no se atreven a dar fechas específicas, pero sí aseguraron que ellas nos acompañarán a recibir el 2022 y más allá de este inicio.
“El uso de mascarillas, al menos todo 2022″, resumió Ana Cecilia Morice Trejos, epidemióloga, exviceministra de salud y asesora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
Jiménez divide al uso de cubrebocas en dos: una es la más generalizada, que se mantendrá mientras la pandemia siga y el virus tenga una circulación alta, y otra, tiempo después, cuando la pandemia ya acabe y este dispositivo se vea en circunstancias específicas, por lo que no desaparecerá del paisaje. Él es un poco más optimista que Morice sobre la época de uso más sostenido, pero no descarta que pueda mantenerse por más tiempo.
“Vamos a necesitar que los números bajen mucho y se mantengan bajos por un tiempo. Esto podría suceder en algunos países antes que en otros, podría ser en mayo del año entrante tal vez en lugares con mayor vacunación, pero no hay nada seguro, dependerá de las olas en cada país”, manifestó.
Lo impredecible de la acción del virus es una de las principales razones por las cuales no hay una fecha específica. Y posiblemente el uso del cubrebocas no termine de un solo. Probablemente las recomendaciones primero sean liberar en unos lugares o circunstancias sí y en otros no. De momento, las recomendaciones de hace un año se mantienen.
“No dejar de usar la mascarilla todavía, debemos estar pendientes. Puede haber surgimiento de variantes que vayan a complicar el escenario. Esperemos que no, por el momento no se contempla, pero no se puede descartar”, manifestó Daniel Salas Peraza, ministro de Salud.
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¿Por qué es necesaria la mascarilla?
Todos los especialistas consultados insisten en que la mascarilla sigue siendo implemento de primera necesidad, especialmente cuando nos encontramos en sitios cerrados y con poca ventilación. José Luis Jiménez, especialista en química de aerosoles, indicó que esto se debe a la forma de transmisión del virus.
Cuando muchos de los infectados por el virus SARS-CoV-2 tosen, estornudan, hablan, gritan o cantan, partículas del virus salen disparadas a través de su saliva. De ellas, algunas, las más grandes, podrían impactar directamente en las personas cercanas y contagiarlas, pero en su mayoría caerán al suelo. Por el contrario, otras más pequeñas quedan suspendidas en el aire por más tiempo, viajarán más lejos y podrían infectar a quienes las inhalan antes de que caigan. Esta es la llamada transmisión por aerosoles.
“El virus queda flotando en el aire, como el humo del cigarrillo, por ejemplo. Y nosotros al respirar inhalamos partículas del virus. No toda persona con el virus expulsa estos aerosoles en todo momento y no todas lo hacen en la misma cantidad, pero debemos prevenir al máximo”, explicó Jiménez.
En este sentido, las mascarillas tienen dos utilidades:
1- Si hay alguien infectado el uso del cubrebocas hará que muchos de estos virus queden “atrapados” en él y no salgan. Con esto se minimiza el riesgo de infectar a otras personas.
2- Si hay alguien susceptible de ser infectado la mascarilla actuará como filtro y se minimizaría el riesgo de que partículas virales ingresen a su nariz o boca.
Sin embargo, el mejor cubrebocas no funcionará ni nos protegerá, si no sabemos utilizarlo bien.
Los expertos sostienen que las vacunas funcionan incluso mejor de lo que en un inicio se esperaba, pero que estas nunca fueron concebidas como una medida única para salir de la pandemia, podrán ser el ingrediente más importante, pero no el único necesario para completar la receta.
“Las vacunas que tenemos son increíblemente efectivas para prevenir las hospitalizaciones, la necesidad de cuidados intensivos y las muertes, pero las vacunas son insuficientes para acabar con la pandemia. Tenemos las otras herramientas, y debemos usarlas”, dijo Maria Van Kerkhove, jefa técnica de covid-19 de la OMS, este jueves, durante una conferencia de prensa.
Así se usa una mascarilla
No basta con tener una mascarilla, también debemos saber cómo usarla.
FUENTE: Academias Nacionales de Ciencia, Ingeniería y Medicina de EE. UU. || INFOGRAFÍA / LA NACIÓN.
¿Todas las mascarillas protegen igual?
La respuesta corta es no. La respuesta completa es más compleja y tiene diferentes componentes, tanto de la mascarilla en sí como de su usuario y del virus que se encuentra circulando en el ambiente.
Según Jiménez, algunas mascarillas filtran solo 20% de los virus, incluso menos. Otras filtran más allá del 95% (como el respirador N95).
“No es lo mismo una N95 o una KN95 a adaptar la tela de una camiseta y colocarla en nuestra nariz y boca”, ejemplificó.
1- Que tenga un buen filtro. Que si el aire pasa por ahí los virus se queden “pegados” y no crucen la barrera del cubrebocas. Lo ideal en este sentido es preferir ya sean las KN95 o utilizar mascarillas de tela con tres capas de una tela “tupida” en el que la segunda capa sea de un material diferente.
“Hay mascarillas de tela muy seguras, otras que pueden ser muy bonitas y hacer juego con el vestido y ser un asunto de moda y que protegerán en algo, pero no en mucho”, manifestó.
2- Que no se nos dificulte respirar. Si esto es así vamos a ser más proclives a quitárnosla por momentos para poder respirar mejor.
3- Que tengan un buen ajuste. Si hay huecos o el aire se escapa no va a filtrar de forma correcta los virus. Esto sucede más frecuentemente con las mascarillas quirúrgicas, pero puede suceder con otras. El usuario debe cerciorarse de que esté bien asegurada y no le quede grande, si no está bien sujeta no protege igual.
“Al aire le cuesta pasar por la tela de la mascarilla, pero no por los huecos. Ajustarla bien, ya sea con nudos o ajustando las tiras. Esto es gratis. A veces sentimos ‘esta sí me deja respirar’ y es porque dejamos muchos agujeros y lo que hacemos es convertir a la mascarilla en mera decoración, porque mucho aire va a salir”, afirmó Jiménez.
Hay otras cosas que también entran en juego, por ejemplo, habrá infectados que porten más virus que otros, o que expulsen más virus que otros. Además, hay personas más susceptibles a infectarse que otras. También hay variantes del virus más transmisibles que otras.
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El futuro más a largo plazo
Cuando la pandemia se acabe y el SARS-CoV-2 sea un virus respiratorio que forme parte de nuestro “repertorio viral”, todavía podrán darse brotes, especialmente en personas más vulnerables. Por ello, Jiménez aseveró que hay circunstancias en las que las mascarillas no desaparecerán y, más bien, será aconsejable usarlas (aunque difícilmente serán obligatorias).
Una de ellas será cuando tengamos síntomas de resfrío o catarro y debamos salir de casa o reunirnos con alguien. En este caso, la mascarilla será por consideración a las demás personas a quienes no querríamos infectar.
También se utilizarían en hospitales y citas médicas, donde la presencia de virus de transmisión respiratoria puedan ser mayores.
O al visitar enfermos en sus casas, para protegerlos de infectarlos con algún patógeno que portemos y no nos hayamos percatado.
También se seguirán viendo en aviones o medios de transporte como trenes, donde se comparte aire por varias horas con muchas personas y no podemos saber quiénes están con alguna infección.
“Yo vivo en Estados Unidos pero mi familia es de España. Antes me sucedía que cuando iba o regresaba me resfriaba. Ahora veo que una posibilidad es que haya sido mientras viajaba. Tantas horas compartiendo aire con muchas personas en un avión sin saber si alguno de ellos tenía algún virus”, concluyó Jiménez.
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