Su propósito original era tratar la diabetes, pero conforme pasó el tiempo se comenzó a observar que quienes tenían obesidad y usaban estos medicamentos no solo controlaban sus niveles de azúcar en sangre. Además, bajaban de peso y podían controlar algunas de las consecuencias de la obesidad, como fallas cardíacas y riesgo de infartos o accidentes cardiovasculares. Esto llevó a ensayos clínicos con personas sin diabetes; los estudios vieron la luz este año y confirmaron esta posibilidad.
Su nombre puede resultarle desconocido y raro: agonistas GLP-1, pero tal vez sus nombres comerciales, como Ozempic, Wegovy, Rybelsus o Mounjaro, le sean más familiares. Estos fármacos inyectables que se asemejan a un bolígrafo o lapicero (aunque también hay una versión en píldora) fueron considerados el Hito Científico de 2023, galardón anual de la revista científica Science.
Desde 2014 estos fármacos se han usado como tratamiento contra la obesidad, pero no fue hasta 2023 que sus resultados cardioprotectores recibieron más respaldo de artículos y revisiones científicas.
“Los fármacos contra la obesidad han tenido un pasado lamentable, que normalmente ha estado acompañado por una presión social para perder peso y un pensamiento imaginario colectivo de que el exceso de peso refleja una voluntad débil”, señaló Jennifer Couzin-Frankel, al escribir la noticia de este galardón.
Sin embargo, la revista también reconoce que hay incertidumbre, e incluso ansiedades que pueden venir con estos descubrimientos. Igualmente, señalan que la obesidad viene con muchas complejidades médicas y sociales.
¿Cómo funciona?
Para entender bien por qué un medicamento para la diabetes termina como una solución para bajar de peso, debemos comprender cómo funcionan las moléculas con las que está diseñado. Veamos su nombre para irlo desmenuzando y comprender: agonistas GLP-1.
Un agonista es una sustancia química que “enciende” la actividad de una proteína, hormona o tejido del organismo. GLP-1 es una hormona que nuestro intestino produce cada vez que nos alimentamos y es uno de los responsables de regular el apetito y enviar al cerebro señales para que genere esa sensación de saciedad y así, cuando llegamos a cierto límite, dejemos de comer.
Sin embargo, estos medicamentos parecen hacer este trabajo mejor, pues generan mayor sensación de saciedad por más tiempo.
Una investigación publicada en el 2021 en la revista New England Journal of Medicine (NEJM) indicó que los usuarios con sobrepeso y obesidad habían perdido 15% de su peso en 16 meses (año y cuatro meses), una cifra mucho mayor a la vista con otros métodos para bajar de peso. Este estudio tomó en cuenta un GLP-1 llamado semaglutida, principio activo de Ozempic y Wegovy.
Otro estudio, realizado con otro GLP-1 llamado Tirzepatida, principio activo del medicamento Mounjaro, encontró que había una reducción de hasta un 21% de peso pasadas 72 semanas (18 meses, o año y medio) de uso. El artículo también se publicó en NEJM en agosto pasado. Esta no solo es un GLP-1, también tiene la facultad de mimetizar la función de una hormona adicional en nuestro cuerpo.
En ambos estudios, quienes consumían este fármaco además indicaron tener menos ansiedad por comer.
No obstante, lo más importante de este medicamento tal vez no sea la pérdida de peso, sino un menor riesgo de infartos, accidentes cerebrovasculares y fallas cardíacas. Un estudio publicado en noviembre pasado también en NEJM dio cuenta de eso.
Las pesquisas se centraron en la semaglutida. Se tomaron en cuenta 17.604 pacientes sin diabetes, pero que sí tenían sobrepeso u obesidad e historia de enfermedad cardiovascular.
Se les dividió en dos grupos: 8.803 recibieron una dosis de 2,4 miligramos semanales de semaglutida, mientras que 8.801 recibieron un placebo.
A los pacientes se les dio seguimiento durante 39,8 meses (3 años y 3 meses, aproximadamente). Se buscó determinar, en primera instancia, dos variables: las muertes por causas cardiovasculares y los infartos no mortales. Estos eventos se dieron en el 6,5% de quienes se inyectaron el fármaco y en el 8% de quienes se inyectaron el placebo, lo cual es visto como una diferencia estadísticamente significativa, pues ese 1,5% de diferencia en puntos porcentuales implica una reducción de riesgo del 23,08%.
Con cautela
Sin embargo, todo medicamento tiene efectos secundarios que también deben entrar en la balanza. En el estudio presentado en noviembre pasado, se vio que el 16,6% de personas que recibieron semaglutida abandonó el ensayo clínico; más del doble del 8,2% que lo hicieron en el grupo de placebo. Esto puede deberse a que el 10% de las personas en el primer grupo sufrieron de problemas gastrointestinales, contra un 2% del grupo control.
Por otra parte, un estudio realizado en Canadá y publicado en octubre pasado en la revista JAMA, indicó que el uso de los agonistas GLP-1 estaba asociado a pancreatitis (inflamación del páncreas) y otros problemas gástricos. En Estados Unidos, las autoridades reguladoras colocaron, en setiembre pasado, una advertencia de un riesgo potencial de obstrucción intestinal.
También está el efecto rebote. En 2022, se reportó que luego de un año de haber abandonado el tratamiento, dos de cada tres personas volvieron al peso que tenían cuando empezaron el tratamiento.
Por estas razones se recomienda utilizar estos fármacos solo con la guía de un médico.
“Estas nuevas terapias están reformando no solo la forma de tratar la obesidad, sino también de cómo se entiende: una enfermedad crónica con raíces en la biología y no en la fuerza de voluntad. Y esto puede tener mucho más impacto que cualquier fármaco”, indica la nota de Science.
Otros posibles usos
Otra de las razones por las cuales estos productos son el hito del año es porque no solo podría ayudar contra la diabetes y la pérdida de peso, también contra otras enfermedades.
Una de las líneas de investigación que se está probando es en las adicciones, ya que los usuarios reportaron menos apetito para la comida y para los cigarrillos.
También comienzan a desarrollarse estudios para posibles soluciones para alzhéimer o párkinson, dada la forma en la que podría atacarse la inflamación en el cerebro.
No obstante, todas estas líneas son muy nuevas y requieren años de análisis.
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