Cuando le preguntan qué ha sido lo más inusual que ha tratado en su vida, el gastroenterólogo Alexánder Cordero Jiménez lo tiene muy claro: con la ayuda de su equipo del Hospital Tony Facio, en Limón, tuvo que sacar una cantidad inusual de lombrices intestinales de un tamaño que sus ojos nunca habían visto en todos lo años de carrera y de servicio en el hospital: hasta 25 cm.
El parásito al que se enfrentó ya era conocido, pero no en esas dimensiones, nunca en ese tamaño ni en esa cantidad.
“Uno ve chiquititas, pequeñitas en una colonoscopia habitual, pero este tamaño, esta cantidad de parásitos que producían este tipo de obstrucción lo vemos en los libros, en los libros de medicina legal, porque, lamentablemente la mayoría de estos pacientes fallecen. A veces estos gusanos ya adultos migran al pulmón y tienden a obstruirlo, migran a otros órganos y pueden causar estragos”, enfatizó el especialista de 45 años.
Sin embargo, en este caso la historia fue diferente. La recuperación del paciente de 44 años fue casi inmediata cuando le dieron “caza” a las lombrices.
“Antier (el martes) estuvo aquí, hablé con él. Me decía que sí se acuerda de haber visto la primera lombriz, porque en ese momento estaba despierto, no lo habíamos sedado. Me dijo que le pasara las fotos para enseñárselas a la esposa, porque lo ve tan bien que no le cree”, comentó.
El enemigo
El equipo se enfrentaba a un tipo de lombriz intestinal llamada Ascaris lumbricoides. Es el tipo de lombriz intestinal más común, pero el tamaño y la cantidad llevaban a este paciente a otro nivel de riesgo.
¿Cómo llega alguien a infectarse así?
“Es un parásito que se adquiere en forma de huevecillos a través de una superficie contaminada”, expresó.
Casi siempre estas infecciones están relacionadas con la manipulación de heces, dado que el organismo tiene que haber recorrido ya cierta parte de su ciclo de vida para tener la posibilidad de infectar. Entonces, explicó Cordero, esta etapa infecciosa la viven en otro ser humano.
¿Cómo es esto? La primera persona infectada deja la infección en sus heces y con ellas contamina el agua o la tierra. También hay familias que utilizan las heces como abono en los cultivos y llegan a contaminar ese suelo. Si la persona consume esos huevecillos es donde la Ascaris toma fuerza para crecer y “viajar” por casi todo el cuerpo humano.
Una vez consumidos, los huevos eclosionan y liberan larvas dentro del intestino delgado. Al cabo de unos días, estas larvas migran a través del torrente sanguíneo hasta los pulmones. Luego suben a través de las vías respiratorias grandes de los pulmones y son ingeridas de nuevo hacia el estómago y al intestino delgado.
“En zonas rurales se habla de poca higiene al consumir alimentos o bebidas”, afirmó. Además, no todas las personas que trabajan en cultivos toman medidas de seguridad, como el uso de guantes. Para personas que trabajan en este tipo de labores, él sí recomienda usar desparasitantes.
“En adultos por lo general no se recomienda, no es necesario, pero en quienes tienen este tipo de labores que trabajan la tierra, yo sí recomendaría cada seis meses”, señaló.
La historia de un procedimiento inusual
Aquella mañana llegaron a buscarlo sus compañeros del servicio de Emergencias para pedirle revisar a un limonense vecino de una zona rural que tenía dolores de estómago insoportables. También tenía náuseas y vómitos. En ese momento, el personal médico ya le había hecho exámenes de sangre, orina y ultrasonidos y no hallaban la respuesta. También se había explorado la función de su hígado y riñones. La única pista que tenían era una pancreatitis aguda, es decir, la inflamación del páncreas.
“Esta inflamación puede ser mortal en pocas horas o comprometer la vida del paciente en poco tiempo”, recordó el especialista.
El paciente mejoró con parte de las intervenciones, pero el dolor no se iba y más bien se acrecentaba. Tuvieron que acudir a fármacos tan fuertes como la morfina y no conseguían el alivio. “El paciente se revolcaba del dolor”, resumió el médico.
Los resultados de los exámenes le hacían sospechar a Cordero que había una obstrucción de la vía biliar. Este es un conducto muy importante, pues permite el drenaje entre el hígado, la vesícula y el intestino delgado. El páncreas también drena esa vía.
El especialista solicitó entonces un TAC, y ahí se notaba algo obstruyendo, pero no lograba verse qué era. Entonces indicó una gastroscopia.
“Con la ‘gastro’ llegué a la segunda porción del intestino delgado y encuentro unas lombrices enormes, entre los 15 y 25 centímetros, eran gruesas y de mucha movilidad”, rememoró.
Fue entonces que, junto con el equipo de emergencias, tomaron la decisión de sedar al paciente, cambiarlo de posición y hacerle otro procedimiento para posicionarse en frente de la vía biliar. Allí le realizaron otro examen llamado duodenoscopia, que tiene una visión lateral. Allí vieron dos lombrices enormes y sabían que tenían que sacarlas.
La propia duodenoscopia les permitía ingresar con instrumentos mínimamente invasivos y “lazarlas”, como se hace en un rodeo y sacar cada lombriz.
Primero sacaron las dos que estaban obstruyendo la vía, y ahí todos los líquidos comenzaron a drenar como si una represa se abriera. Lograron contener eso, pero quedaban más, y si no las sacaban en cuestión de un par de horas volverían a obstruir el conducto.
“La segunda se partió en dos, lo hice con mucha fuerza. Ahí dije ‘calma’, vamos trabajando. Ya después fue más fácil”, señaló.
En ese momento comenzaron a sacarlas una por una. En total, contaron 12.
“Para el tamaño y la madurez de estos parásitos esta infección debió haberse dado hace meses. Nunca tuvo síntomas, hasta que ya era una emergencia”, aseguró el médico.
Cordero rescata el valor de que un hospital regional, como el limonense, contara con cada insumo que le permitiera realizar el procedimiento. Si se hubiera tenido que trasladar al Hospital Calderón Guardia, en San José, habrían sido cuatro o cinco horas de un viaje que hubiera complicado las cosas.
“Vimos el caso de un hombre de 44 años que a las seis horas del procedimiento ya estaba de lo más bien y hoy ya tiene los exámenes normales. Eso nos demuestra que sí se puede”, concluyó.