Los niños nacidos de forma prematura (antes de cumplir las 37 semanas de gestación) tienen mayores problemas para desarrollar la corteza auditiva en su cerebro, lo que daría como resultado retrasos para hablar y escuchar cuando cumplen sus dos años de vida.
El problema es especialmente fuerte en aquellos cuyo nacimiento se dio al principio del tercer trimestre del embarazo.
Sin embargo, si esto se detecta a tiempo y se trabaja estimulando los oídos del menor, es posible equiparlos sin problema en poco tiempo.
Estas son las conclusiones de un estudio realizado por la Universidad de Illinois, en Estados Unidos, y que fueron publicadas este lunes en la revista eNeuro, de la Asociación Mundial de Neurociencia.
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Los investigadores, liderados por Brian Monson, neurólogo especialista en habla y escucha, tomaron como base todos los niños nacidos de forma prematura en el hospital de niños de la localidad, entre 2007 y 2010, y les dieron seguimiento por cinco años.
En total, 90 menores se sometieron a resonancias magnéticas entre una y cuatro veces por año desde el momento de su nacimiento. Además, todos ellos recibieron ultrasonidos especiales que vieron cómo era su desarrollo cerebral en el vientre materno.
Los investigadores examinaron también a 15 menores nacidos a término para que fungieran como control.
El equipo utilizó una técnica conocida como neuroimagen difusa, para determinar el crecimiento de la corteza auditiva.
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"Esta técnica mide cómo el agua se difunde en los tejidos cerebrales, y esto puede decir mucho acerca del desarrollo de las neuronas y sus conexiones. Conforme las estructuras del cerebro crecen y maduran, la difusión del agua en la materia gris y la materia blanca también cambia y toma cierto tipo de patrones. Esto permite ver cómo evoluciona el tejido y a qué nivel", explicó Monson.
Los científicos se enfocaron en la corteza auditiva primaria, que es la primera región en recibir señales auditivas desde otras partes del cerebro. También se analizó la corteza auditiva no primaria, que juega un rol sofisticado en el procesamiento de los estímulos provenientes de los sonidos.
"Queríamos saber cuál era la relación entre esas dos zonas cerebrales tan ligadas al oído. ¿Maduran al mismo tiempo, pero a diferentes ritmos? ¿Maduran en tiempos diferentes pero con ritmos similares? Un ritmo diferente en la maduración podría volver más vulnerables a retrasos en el desarrollo a quienes nacen antes de tiempo", manifestó Monson.
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El análisis encontró que, para la semana 26 de gestación, la corteza auditiva primaria estaba en un estado de desarrollo mucho más avanzado que la corteza auditiva no primaria. Posteriormente, entre las semanas 26 y 40, la corteza auditiva no primaria maduraba de forma rápida en los bebés prematuros, al punto de "emparejarse" con la corteza primaria. Esto no sucedió con los menores niños nacidos a término.
El equipo también encontró asociación entre un retraso en la formación de lenguaje y expresión oral en los menores prematuros cuando llegaban a los dos años de vida. Los investigadores surgieren que esto se debe a que la interrupción que sufrió el bebé al nacer antes de tiempo puede propiciar problemas en el habla y la escucha.
¿Qué sucede con los bebés a término?
Este estudio fue motivado por investigaciones anteriores acerca del desarrollo del sistema auditivo en bebés que sí completaron su tiempo de gestación.
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"Tenemos un conocimiento muy limitado de cómo la parte auditiva se desarrolla en los niños que nacen prematuros. Investigaciones anteriores nos han dicho que los niños a término cuando están recién nacidos no solo oyen, también escuchan y aprenden, pero hay mucho desconocimiento con qué pasa con quienes nacen antes de tiempo", indicó a la prensa Monson.
Dentro de los estudios que Monson menciona, están algunas investigaciones que se realizan con la ayuda de ultrasonidos en la semana 25 de gestación (un embarazo completo a término dura 40 semanas). Estas investigaciones indican que los fetos pestañean o se mueven ante sonidos externos.
Otros estudios señalan que los recién nacidos a término prefieren oír sonidos a los que estuvieron expuestos durante la gestación (como las voces de sus padres o allegados o la música que escuchaba) y se alteran con sonidos desconocidos.
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"Este tipo de estudios ya nos decían que los niños en el tercer trimestre ya oían, escuchaban y creaban recuerdos. Es impactante que un sistema tan inmaduro tenga la habilidad de distinguir entre los sonidos y aprender", dijo Monson.
¿Qué sigue en las investigaciones? Monson enfatiza que este es un tema al que todavía le queda mucho por analizar. Por ejemplo, uno de los retos es poder identificar cuáles niños podrían tener mayores problemas de lenguaje y darles terapia desde que comienzan a balbucear, para que no tengan mayor retraso a la hora de comenzar a hablar.
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