Olga Arguedas Arguedas, la muy conocida directora del Hospital Nacional de Niños (HNN), no siempre se imaginó con gabacha blanca y estetoscopio; hubo años en que se imaginó más bien con micrófono y lapicero, o en el escenario de una sala de teatro. Sí, de joven consideró ser periodista o actriz.
“Cuando la gente dice ‘yo, desde que nací, estaba segura de la Medicina’, qué dichosos, pero yo no. Yo tenía afinidad por otras cosas también”, relató la médica.
La actuación fue más una pasión de la época colegial, pero la marcó de forma considerable.
“Siempre me gustaron las letras, la Filosofía. Me gustaba muchísimo el teatro, muchísimo. En el colegio, me gustaba participar en obras de teatro y en la comedia. Teníamos un club de teatro y yo era muy activa”, recordó.
Cuando llegó el momento de escoger carrera universitaria, Medicina estaba en mente, pero no era la primera opción. La primera en la lista era Comunicación Colectiva, ya que quería ser periodista, una pasión que había comenzado desde muy niña, con su afición por la lectura.
“Ya a los cuatro años yo sabía leer; me encantaba leer los periódicos. Aprendí a leer con el periódico La Nación. Cogía las sílabas y las pegaba”, rememoró.
Luego, comenzó a escribir y por eso pensó en el periodismo. Quería hacer prensa escrita, pero su mamá, preocupada por la situación de la guerra en Centroamérica, tenía miedo de que su hija estuviera en peligro. Le dijo que probara un año con Medicina y, si no le gustaba, luego se cambiara a Comunicación.
“Nunca más quise cambiarme. Medicina fue la decisión correcta”, afirmó.
¿Y cómo terminó en la Pediatría?
Aunque creció rodeada de niños a los que cuidó, ya que era hija mayor, esto no fue tan determinante en el camino que la llevó a especializarse en la salud de los niños. Fue el hospital que hoy dirige el que la enamoró.
Ella quería ser internista y tratar adultos, pero cuando llegó a rotar al HNN, en su cuarto año de carrera, la decisión cambió drásticamente.
“Yo me enamoré del hospital, más que de la Pediatría. Siempre estaba limpio, impecable. El trato a los pacientes, a los papás, fue lo que me hizo dar una vuelta de hoja”, enfatiza.
La Inmunología llegó poco después. Gracias a un convenio con una agencia sueca que promocionaba las maestrías y doctorados para personas en países en desarrollo, ella aplicó para una beca y sacó ambos títulos en la Universidad de Gotemburgo.
Una niñez ‘clásica costarricense’
Lo que somos hoy es una construcción que comenzó de muy niños. Arguedas es la mayor de tres hermanas, pero se crió con muchos primos y vecinos, según cuenta. Pasó su niñez en Barva de Heredia; sus dos padres son oriundos de ahí. Su casa estaba al lado de la de su abuela y compartían un patio que describe como muy grande, y ahí llegaban varios niños a departir.
“Siempre fui muy inquieta. Me subía a los árboles, andaba en patines, andaba en bicicleta. Sabía jugar trompo, jackses. Eso sí, siempre pendiente de cuidar a mis hermanas más pequeñas y primos menores”, rememoró.
Creció en una familia de educadores. Ahí comenzó a cultivar una pasión por la docencia, que la llevó a dar clases en la Facultad de Medicina de la Universidad de Costa Rica (UCR), rol en el que se ve incluso después de que llegue su edad de pensión.
Esa familia de educadores también la impulsó a aprender a leer y hacer operaciones matemáticas básicas desde sus primeros años. De niña, comenzó a escribir y nunca le riñeron por hacerlo con la mano izquierda. “Orgullosamente zurda”, bromea.
Y justamente esto la llevó a su principal hobby: la lectura. Se considera “lectora empedernida”, un pasatiempo que combina con uno que considera muy latinoamericano: el baile.
Desde paso doble hasta reguetón
De pequeña, siempre estaba dispuesta a bailar. De adolescente, también. De adulta, lo sigue estando, y no tiene la menor duda de que de adulta mayor (algo para lo que todavía faltan cinco años) también lo estará.
“Me gusta bailar de todo, de todo. Paso doble, reguetón, disco, salsa. Lo que sea”, admite.
“No significa que lo haga bien, yo digo que soy una principiante con muchos escrúpulos”, ríe.
Recuerda que, cuando estaba joven e iba a una fiesta, ella bailaba toda la noche, hasta en los intermedios, no se sentaba ni un minuto. Al inicio estaba esa costumbre, que ella considera arcaica, de que siempre debía tener un compañero masculino, pero poco después llegó la moda de ponerse a bailar en grupo en la pista.
“Yo bailaba hasta sola. Y lo sigo haciendo”, destaca.
Aunque tiene los días muy llenos de actividades laborales, domésticas y académicas, sí busca dedicarle ratitos al baile y a la lectura.
“Tengo los días sobrevendidos”, dice entre risas.
Cuatro libros a la vez, para ‘remediar el duelo’
Entre el baile, su faceta más dinámica, y la lectura, su faceta más reposada, Arguedas confiesa que ha tomado “medidas drásticas” para no sufrir cada vez que se le termina un libro. Estas consisten en tener cuatro libros a la vez, para que, al finalizar uno, todavía le queden tres y pueda comenzar uno nuevo sin sufrir (tanto) por el recién terminado.
“Si no hago eso, quedo con una sensación de vacío, como si me quedara sin casa. Un libro es como una casa donde uno se refugia”, admite.
¿Cuáles son los cuatro en este momento? Uno se llama Viral, del investigador español radicado en Estados Unidos, Juan Fueyo, que habla del impacto de los virus en la Tierra. Ese es el que lee antes de dormir, los días que anda con “espíritu científico”.
También está leyendo Catarsis, del ruso Andrzej Szceklik, un análisis artístico de los orígenes de la Medicina y un libro de un médico norteamericano que se llama Primero los niños, que son pequeñas historias de su experiencia como cirujano.
En la lista no puede faltar una novela, para distraerse. Y sus favoritas son las latinoamericanas. En este momento disfruta de Santa Evita, del argentino Tomás Eloy Martínez.
Familia de tradición cocinera: transmitir amor y química
Tiene poco tiempo en medio de sus obligaciones. Incluso, los domingos en la mañana se dedica a estudiar. Pero trata de buscar tiempo para dedicarse a la cocina.
“Es una forma de dar amor, pero también es ciencia, es química”.
De hecho, desde hace varios años es la encargada de hacer el pavo de Navidad en su familia. Un amigo inglés le enseñó a preparar su ya famoso “Pavo con música”. Pero, como buena tica, sabe que no hay Navidad sin tamal y allí la tendrán haciendo tamales con su familia.
También ama hacer ensaladas, con variedad de colores y sabores y, según dice, los frijoles molidos le quedan muy bien.
La cocina es algo que heredó de su madre, que en paz descanse, y de sus tías. Como madre de tres hijas, les ha pasado también la tradición.
Viuda desde hace 13 años, Arguedas asegura que sigue extrañando a su esposo, pero atesora lo mucho que él le dio, así como a sus hijas.
“Me casé con un esposo maravilloso. Sergio Vásquez. Era pediatra, igual que yo, neonatólogo. Hemos seguido adelante en la vida las tres chiquitas y yo, con el agradecimiento de que tuvimos un esposo y un papá maravilloso”, enfatiza.
La pandemia en su trabajo y en su vida
Dos años y ocho meses después del primer caso de covid-19 en Costa Rica, Olga Arguedas dice que, hasta donde ella sabe, continúa “invicta” y no ha sido víctima del SARS-CoV-2, aunque su hija menor, con quien vive, sí lo tuvo, en dos oportunidades. No hubo contagio en su hogar.
“Practico lo que predico. Somos muy consistentes, tomamos las medidas cuando llegó al hogar. Mi oficina colinda con el área covid. La tengo justo a la par, pero sí hemos logrado controlarlo. Tengo mis cuatro vacunas y me pondré las que sean necesarias”, subraya.
Como humana, dice que lo que más extrañó fue abrazar. “Me encanta abrazar, ese contacto físico. A mis hijas, a mis pacientes, a mis amigos”.
“Es el golpe más duro que hemos podido recibir los profesionales en salud en toda nuestra vida. Las primeras semanas, había muy poca información, pero sabíamos que sería algo grave, que nos cambiaría la vida. Yo creo que todos tuvimos miedo. Yo lo tuve, pero se neutralizó con acción”, dice.
De los años 2020 y 2021, rescata el valor del trabajo en equipo, del aprendizaje. Eso fue disipando el miedo. Lo que nunca vio fue tanta reticencia vacunal.
“Nos ha tocado establecer puentes de diálogo, convencimiento, empatía, y así hemos logrado convencer, pero mientras no logremos vacunarnos todos, habrá gente vulnerable”, advierte.
Futuro
Todavía le queda trabajo antes de pensionarse, pero sí se ve haciendo más cosas luego de su periodo en el hospital. Lo que no se ve es dejando la docencia. “Creo que tengo mucho que dar a futuras generaciones”.
“En la vida todo tiene su momento. Yo amo el hospital, este ha sido mi segundo hogar. Pero en un momento dado, tomaré la decisión de jubilarme, y eso será obtener gozo de otras actividades de la vida”, manifiesta.
Le gustaría tener más tiempo para ser ella misma y dedicar aún más tiempo a leer, y, de vez en cuando, pegarse una bailadita.
Todavía no tiene nietos, pero asegura que le encantaría ser abuela. Mas “todo a su tiempo; en esta nueva generación, nos hacemos abuelas un poco más viejas, ellas (mis hijas) lo decidirán”.