La covid-19 no para de matar, incluso, ni en su tercer año de pandemia. Los datos del Ministerio de Salud son contundentes: entre el 1.° de enero y el 24 de mayo de 2022, última fecha para la que hay cifras, 1.137 personas fallecieron por complicaciones de esta enfermedad. Eso significa que cada mes, en promedio, se han apagado 227 vidas por esta causa. De estos decesos, la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) reporta 942 en sus centros hospitalarios.
Solo en las dos últimas semanas, los fallecimientos atribuidos a esta causa han sido de 28 y de 23, respectivamente.
“La letalidad ha sido baja por las vacunaciones. Pero la realidad es que mientras haya covid-19, habrá muertos”, resumió el médico y epidemiólogo Ronald Evans Meza, de la Universidad Hispanoamericana.
Su colega Ana Cecilia Morice Trejos va más allá: “No podemos ver la letalidad como solo tasas. Cuando una enfermedad es tan contagiosa como esta, un 0,5% o 0,6% puede significar muchísimas personas. Son muertes, y son muertes que en muchísimos casos pudieron evitarse”.
La letalidad es el porcentaje de fallecidos del total de contagiados.
Esos 1.137 decesos no son poca cosa si se compara con la principal causa de muerte en Costa Rica antes de la pandemia, y la segunda desde entonces: el infarto agudo al miocardio. En estos cinco meses del año, la covid-19 registra números similares a los de esta enfermedad cardíaca, que en todo 2017 fue la causa de muerte de 1.342 personas; en 2018, de 1.611 y en 2019, de 1.472. Luego, cuando la pandemia fue la principal causa de muerte en 2020, con 2.234 fallecimientos, el infarto se mantuvo con números muy similares de 1.375 muertes en todo el año.
“Hay personas que sin ningún rubor dicen ‘hay que convivir con el virus, siempre va a haber gente que se muera’. Pero aquí lo importante es que sí podemos hacer cosas para bajar esas muertes, debemos proteger a esas personas más vulnerables. ¿Cómo? Con vacunación y sí, con la mascarilla, que sigue siendo importante para bajar el ritmo de contagios”, aseveró Evans.
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Esquemas incompletos y enfermedades de fondo
Los datos de las 942 personas fallecidas en los servicios de salud de la CCSS indican que las personas que fallecen tienen algunos factores en común: su esquema de vacunación de tres dosis no estaba completo y en su mayoría eran adultos mayores y con varias comorbilidades (dos o más trastornos o enfermedades).
El 71% de los fallecidos eran adultos mayores, el 27,7% adultos y el 1,06% jóvenes. Pero si se ve más allá, quienes tenían dos dosis y ya eran candidatos para una tercera (porque habían pasado cuatro meses desde la segunda) y no la recibieron son quienes tenían más probabilidades de morir.
Las personas más jóvenes y con menos factores de riesgo (o sin factores de riesgo del todo) que fallecieron en estos cinco meses en su gran mayoría no estaban vacunadas o no habían completado su esquema.
“Los fallecidos que tenían esquema completo, tanto con o sin refuerzo, tenían más comorbilidades que quienes fallecieron con esquemas incompletos o sin vacunar”, señala el documento de la CCSS.
Por ejemplo, si se toman en cuenta los fallecimientos por covid-19 en los servicios de la CCSS entre el 16 y el 21 de mayo, la tasa de letalidad en los vacunados con esquema completo fue de un 0,5 por cada 100.000, el 75% de ellos tenía varias comorbilidades que complicaron su salud. En cambio, la letalidad entre los no vacunados fue del 0,8 por cada 100.000, y ninguno de ellos tenía comorbilidades.
“La vacunación pudo salvarles la vida a los más jóvenes y saludables”, indicó Morice.
Para el demógrafo y salubrista público, Luis Rosero Bixby, el que ya no se vean las cantidades de muertes que se vieron en los picos de la ola de la variante delta, en setiembre pasado, cuando había 30 o más decesos diarios, no quiere decir que sean números bajos, pues las complicaciones asociadas con esta enfermedad siguen matando a más personas que los accidentes de tránsito.
“Si la variante ómicron nos hubiera sorprendido antes de la era de las vacunas probablemente la letalidad hubiera sido horrible. Sabemos que la vacuna salva de las formas graves de la enfermedad y muerte. Muchas de las personas que se infectaron y estaban vacunadas se libraron del hospital. La ola de hospitalizaciones habría sido mayor”, subrayó Rosero.
Morice, quien fue viceministra de Salud, agregó: “El poder asegurar la vacuna ha sido importante. Hay muchos lugares donde la gente puede ir a vacunarse. Concientizar es importante, pero también la obligatoriedad ha sido importante para vacunar a esa porción de personas que no se han vacunado en los grupos donde ya es obligatoria. Con eso protegemos a esa persona, pero además a los que están alrededor”.
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¿Qué dicen las proyecciones?
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Luis Rosero destacó que las proyecciones que ha realizado señalan que los decesos de este año no superarán los 4.000 que hubo en el 2021, pero sí seguirán siendo altos.
“En el 2022 tendremos una pequeña recuperación de la esperanza de vida en relación con el 2021, pero seguirá siendo menor que en 2019″, manifestó.
Para el resto del año, en esta quinta ola no se pasará de 5 o 6 fallecimientos por día, cifra que es solo una fracción de la vista el año pasado. Sin embargo, estos son datos que también siguen siendo “muy serios” a criterio del demógrafo, si se comparan con otras causas de muerte, y por ello debe seguirse trabajando.
“Mantener la vacunación al día, especialmente en las personas más vulnerables, será necesario para que no se den muertes que pueden evitarse”, sentenció.
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Protección contra hospitalizaciones
Hospitalización según vacunación
En la tercera semana de mayo, estas fueron las tendencias de hospitalización en la CCSS, según vacunación.
FUENTE: CCSS. || INFOGRAFÍA / LA NACIÓN.
En lo que va del año, 7.446 personas llegaron a un hospital positivas por SARS-CoV-2. El informe de la Caja también revisó los internamientos que se dieron entre el 16 y el 21 de mayo pasados.
Allí se vio que el riesgo de ingresar a un centro médico era inferior cuanto más dosis tenía la persona. Así, los individuos con esquema completo internados eran 3,4 por cada 100.000 personas. En quienes tienen el esquema completo la tasa fue de 4,1 y en los no vacunados fue de 13,8.
Cuando se ve quiénes eran estas personas, la tendencia vista en los fallecimientos se mantiene. Por ejemplo, el 46% de las personas que no tenían vacunas eran jóvenes. En cambio, no hay personas en este rango de edad en quienes tienen esquema completo con refuerzo.
En quienes sí están vacunados, otras complicaciones de salud y la edad hicieron que su situación se complicara tanto como para requerir un hospital. Por ejemplo, el 46% de los internados con esquema completo (con refuerzo) son hipertensos y el 27% son diabéticos. En quienes tienen dos refuerzos, el 82% son hipertensos y el 49% diabéticos.
Para Evans, la vacunación ha sido una herramienta trascendental para evitar hospitalizaciones y muertes, pero no la única. Advirtió que, con la llegada de nuevas subvariantes de ómicron, como la BA.4 y BA.5, que son más contagiosas y pueden escaparse más fácilmente de los anticuerpos generados por vacunas y por la infección natural, el uso de mascarillas se vuelve decisivo.
“Por eso, estoy preocupado de que la mascarilla dejara de ser obligatoria en sitios cerrados. Es una aliada muy importante, nos queda seguir luchando con lo que hay”, destacó.
Morice concluyó: “Seguimos en pandemia, esto es una carrera de resistencia. Nadie está hablando de quedarse en casa o de restricciones vehiculares, no podemos seguir encerrados. Es de seguir usando la mascarilla, de vacunarnos cuando es necesario, si estamos enfermos quedarnos en casa o hacernos la prueba y de tener cuidados con quienes son más vulnerables”.