“Lo vemos como algo muy cómodo, porque nos lleva al trabajo, a la casa, a una fiesta, a ver a nuestra pareja, pero un carro o una moto es un arma mortal, que debe manejarse con el mismo cuidado que cualquier otra, porque podemos poner en riesgo nuestra vida, la de nuestro copiloto, pasajeros y las otras personas con las que compartimos la calle”.
Así, la psicóloga Paola Vargas comentó la importancia de autocontrolar las emociones como la ira y la frustración cuando estamos detrás del volante, ya que un mal manejo puede tener repercusiones lamentables.
Esta semana se tuvo un ejemplo, cuando un motociclista falleció atropellado por un hombre de 71 años que, según los testigos, lo persiguió durante varios minutos.
Aparentemente, todo comenzó porque la víctima le reclamó al conductor el irrespeto a una señal de alto, lo que desencadenó una discusión y, posteriormente, la persecución que habría terminado con el fatal desenlace.
“Hay personas que no piensan en las consecuencias ni las miden. En este caso, el señor posiblemente actuó de forma impulsiva y no midió que podía terminar en la cárcel, ni pensó en la vida de este muchacho, que iba a quedar una viuda y una chiquita sin papá”, destacó la especialista.
Y añadió: “lo que hacemos no solo podría afectar la carrocería del vehículo que manejamos o de un carro vecino, también las personas que viajan con nosotros o las que están a nuestro alrededor pueden verse afectadas”.
Las razones
¿Por qué se ven este tipo de reacciones en las calles? Vargas es enfática en un aspecto: nada justifica el uso de violencia, independientemente de las situaciones que pueda estar viviendo cualquier conductor.
No obstante, sí hay detonantes que pueden hacer que una persona estalle detrás del volante. Entre ellas, problemas personales, laborales, sentimentales, o de noticias que recibimos que pueden complicar nuestras reacciones.
“Supongamos una persona que es muy controlada y tenga un buen manejo de sus emociones, pero que lleve seis meses desempleada y tenga una entrevista de trabajo. De pronto, se enfrenta con un choque y con cierres de calles que complican el camino. Esa persona no quiere llegar tarde porque piensa que puede perder la oportunidad. Ahí puede estar enojada, frustrada y con ira. Recordemos que las emociones no son malas en sí mismas, lo malo es la reacción”, aseveró la psicóloga.
Por otra parte, también hay individuos con una tolerancia a la frustración muy baja: explotan muy rápido, de forma colérica, son impulsivos, toman decisiones a la ligera, no piensan consecuencias.
Este tipo de seres humanos pueden representar mayor peligro a la hora de manejar cualquier tipo de vehículo, pues acontecimientos menores los pueden hacer reaccionar de forma extrema.
“No toda persona tiene capacidad de tener ese control necesario para conseguir una licencia de conducir, debería haber un filtro mayor, ya que puede poner en riesgo su vida y la de otras personas”, puntualizó Vargas.
Asimismo añadió: “usted puede ir tarde a una cita médica que lleve meses esperando, pero no puede ser tan egoísta como para manejar más rápido, saltarse las señales y tirarle el carro a la gente. Las consecuencias pueden dañar a muchas personas".
¿Cómo actuar ante las presas?
La psicóloga aseguró que hay herramientas que pueden parecer muy básicas, pero que muchas veces se nos olvida poner en práctica y podrían hacer la diferencia en nuestra convivencia en carretera.
La primera está relacionada con salir más temprano. “Si ya sabemos que vamos a durar mucho, hay que prever salir con más tiempo para ir con más calma. Ya está demostrado que lo que antes se hacía en 30 minutos, ahora puede demorar entre 45 y 60. También es bueno negociar con la persona que nos espera y explicarle que pueden darse atrasos”, dijo Vargas.
Otra alternativa es, según el gusto de cada persona, escuchar música clásica –o hay a quienes más bien les sirve más escuchar música más movida–, poner audiolibros o podcasts, o llamar a alguien y ponerlo en altavoz o usar manos libres e ir conversando, para así hacer más llevadero el trayecto.
“Eso sí, usted debe conocerse para saber qué poner en práctica para calmarse. No tenemos la culpa de lo imprevisto, pero sí de cómo reaccionamos. De nada me sirve tener todas las herramientas si no las tomamos en cuenta. Ante la ira y la frustración no podemos actuar con impulso, mucho menos en carretera”, agregó Vagas.
Si se sabe que una persona presenta comportamientos violentos o estalla en determinados escenarios, sería conveniente buscar ayuda profesional, con el fin de que aprenda a manejar mejor sus emociones.
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