En los últimos años, los probióticos se han vuelto uno de los temas de conversación cuando de llevar un estilo de vida saludable se trata.
Estos productos se ven en farmacias y en macrobióticas, mientras que en los supermercados se comercializan cada vez más yogures, kombuchas o kéfires que tendrían propiedades para mejorar la salud digestiva o el sistema inmunitario.
Los probióticos son microorganismos, bacterias o levaduras que en determinadas concentraciones ayudan a repoblar la microbiota (popularmente llamada “flora intestinal”).
Aunque se tienden a ver en general y como si todos sirvieran para lo mismo (fortalecer nuestra salud digestiva y “repoblar” las “bacterias buenas”), no todos son iguales. El gastroenterólogo francés Jean-Marc Sabaté explicó que algunos ayudarán más contra alguna enfermedad específica, otros cuando se tiene un tratamiento con antibióticos y otros contra otro tipo de condiciones.
“Es como con los vehículos, un Ferrari deportivo y un doble tracción son ambos vehículos, pero sirven para diferentes escenarios y cosas. De la misma forma que no todos los carros son para montañas, tampoco todos los probióticos son para lo mismo”, dijo Sabaté a La Nación durante su visita a Costa Rica.
El especialista advirtió de que por eso es necesario consultar a un especialista y preguntar qué recomienda para una situación específica, pues no es lo mismo tener síndrome de intestino irritable a tener una gastroenteritis, o a tener SIBO (sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado), cursar alguna patología digestiva mayor o a estar tomando antibióticos.
Marianela Alvarado Salazar, presidenta de la Asociación Costarricense de Gastroenterología, coincidió al señalar que los diferentes padecimientos y sus tratamientos tienen un impacto distinto sobre la microbiota.
“El problema es que venden grandes cantidades de probióticos, suplementos que dicen que lo son. Estos no necesariamente van a ser malos, pero hay cepas que han sido estudiadas para tener una acción específica para su condición en la cantidad correcta. Hay guías de la Organización Mundial de Gastroenterología de uso de estos productos para las diferentes patologías. Ya estos están hechos con la cantidad y especies de microorganismos para cada patología”, explicó Alvarado.
No siempre basta el yogur
Alvarado manifestó que es normal que muchos pacientes le digan que consumen sus probióticos a través de yogur, kombucha o kéfir. Esto no es malo, y sí puede funcionar para mantener el organismo en condiciones normales, pero no cuando se está con una patología o tratamiento.
“No está mal consumir esas cosas; tienen un aporte nutricional y de probióticos que sirven, pero se debe complementar con lo que indique un profesional a cargo”, expuso.
¿Y si nada más quiero mantener mi microbiota?
Si usted no está pasando por un proceso de enfermedad o de ingesta de medicamentos que puedan afectar su flora bacteriana, no es necesario buscar la ayuda de recetas de probióticos.
Alvarado recalcó que una alimentación adecuada con buena cantidad de fibra y de vitaminas va a tener una acción prebiótica, es decir, facilitará que la microbiota intestinal sana se mantenga bien.
Una microbiota sana, manifestó la gastroenteróloga, no solo ayudará a una mejor salud del tracto digestivo, sino que va más allá, pues el eje intestino-cerebro trasciende a una simple comunicación entre órganos.
Nuestro intestino es considerado un “segundo cerebro”, y envía información de forma permanente al cerebro y viceversa. Una disfunción de este eje podría estar relacionada con numerosos trastornos gastrointestinales, metabólicos, neurodegenerativos y neuropsiquiátricos, pero también en ciertas enfermedades de la piel.
Por eso, una microbiota sana, con una buena alimentación o tomando los probióticos necesarios en caso de enfermedad o de ciertos tratamientos médicos, contribuye para tener una salud integral.
Otra recomendación que dan ambos especialistas es que si se tienen síntomas gastrointestinales lo mejor es acercarse al médico, de preferencia gastroenterólogo, para que dé una guía.