Woods Hole, Massachusetts, EE. UU. Si comparáramos a los humanos con los pulpos o calamares, a simple vista diríamos que no tenemos nada en común.
Nosotros somos mamíferos, vivimos en la tierra, no podemos respirar bajo el agua y caminamos sobre dos piernas. Ellos, por su parte, son moluscos 100% acuáticos, tienen la capacidad de cambiar de color y pueden estirarse y encogerse de forma en la que pueden pasar por lugares sumamente estrechos. Y, por si fuera poco, su esperanza de vida se limita si acaso a seis meses, algo sumamente distante de lo que sucede con el Homo sapiens.
Entonces, ¿por qué estos animales captan el interés de biólogos marinos enfocados en la biomedicina? Tanto los pulpos y calamares como nosotros tenemos genes con procesos similares, que pueden ser muy útiles para entender enfermedades neurodegenarativas, especialmente las que suceden al final de la vida, como el alzhéimer o el párkinson,
Estos males se caracterizan por un daño progresivo e irreversible en el tejido nervioso que va disminuyendo las capacidades de quien las enfrenta.
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Por esta razón, científicos del Laboratorio de Biología Marina en Massachusetts, Estados Unidos (MBL, por sus siglas en inglés) dedican varias líneas de investigación para conocerlos en detalle.
Bret Grasse, coordinador del Centro de Estudios de Cefalópodos (clase de invertebrados marinos que agrupa a los pulpos y calamares) explicó que, si tomamos en cuenta el estudio de los genes, veremos que, desde el punto de vista evolutivo, hay muchas cosas en común.
"Hay ciertas estructuras de la evolución en las que nos parecemos. Por ejemplo, tanto en el caso nuestro como en el de los pulpos, se tienen órganos de visión profundamente complejos", manifestó el especialista a los periodistas que participan del Programa de Periodismo Científico del MBL, del cual La Nación es parte.
"Hace poco una investigadora nuestra terminó de secuenciar el genoma de una especie de pulpo y vio genes que solo se creían hasta el momento presentes en mamíferos. Genes relacionados con la memoria y las funciones cerebrales. Pero, aún más: mientras que en algunos mamíferos no humanos se veían solo 40 pares de estos genes, en el pulpo estudiado se vieron 168 pares", destacó Grasse.
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Estudio en condiciones diseñadas
Los investigadores en diferentes ramas de la biología marina (en su mayoría, biólogos evolutivos) toman muestras de diferentes cefalópodos en distintas etapas de su vida para estudiar su comportamiento y relacionarlo con el estado de vida de sus genes.
Para ello incluso tienen diseñados hábitats que se asemejen a las condiciones de vida que tienen los calamares o pulpos en sus primeros días de vida.
Estas pequeñas criaturas son colocadas en pequeños compartimentos dentro de una pecera y, conforme van creciendo, son trasladados a lugares de mayor espacio que se asemejan a las características de los lugares en los que vivirían en su ambiente natural, sin las vicisitudes del cambio climático o de depredadores que quieran acabar con ellos.
Con ese punto de partida, estudian las similitudes que eventualmente pudieran existir con otros seres vivos, incluyendo los humanos.
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"El que tengan un período de vida relativamente corto los hace atractivos para el estudio. Sería muy complicado tener una población amplia de cualquier ser vivo si vivieran diez años o más, pero, al ser seres que viven menos de un año podemos estudiar todo su ciclo vital completo y ver varias generaciones. Así determinamos las características específicas, vemos cómo se comportan y si sus funciones nerviosas van decreciendo al final del ciclo de vida y cómo", aseveró Grasse.
De acuerdo con el científico, otro aspecto importante de su corta vida es que si estos vivieran durante más tiempo sería más difícil sucumbir ante amenazas como el cambio climático o el fenómeno de El Niño. Al ser un período de vida más corto, es más fácil transferirles a las generaciones siguientes información de cómo adaptarse a estos cambios, lo que también es útil para estudiar.
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Investigación incipiente
El especialista fue claro: "no podemos decir que estos moluscos tengan alzhéimer u otra demencia al final de su vida, tampoco que tengan algo similar al párkinson, pero sí que sus funciones se ven disminuidas en un rango similar al que se ve en seres humanos y eso puede darnos datos interesantes. Aquí no estamos buscando la cura, es investigación en ciencia básica que nos permita entender mejor estos fenómenos con los que como sociedad debemos enfrentarnos día con día".
De acuerdo con Grasse y sus colaboradores aún no se tienen respuestas que logren dar a entender cómo se pueden relacionar los males neurodegenerativos de estos moluscos con los del ser humano, pero sí están comenzando a comprenderlos y esto ya es un primer paso para quienes estudian las neurociencias.
Al ser un nivel tan básico de estudio, esto quiere decir que es muy posible que los resultados tomen varios años (incluso décadas) en dar respuestas para los seres humanos, dada la complejidad de nuestra especie.
"Sabemos que el cerebro humano es mucho más complejo, pero con los moluscos tenemos la facilidad de poder estudiar el deterioro cerebral y del sistema nervioso de toda una vida en un período corto de tiempo y eso podría darnos algunas luces. No son respuestas definitivas, pero sí puede ser otro punto de partida para quienes investigan estos males y buscan soluciones específicas", concluyó Grasse.