Todos saben qué es el hipo porque nadie se ha escapado de sentirlo. Sin embargo, pocos conocen con exactitud qué lo desencadena y qué es lo que pasa en el cuerpo para generar el “hip hip”, que a veces resulta molesto.
Para empezar, hay que saber que ese sacudón seguido del sonido característico es el resultado de contracciones involuntarias de un músculo llamado diafragma, que es como una especie de tienda de campaña que separa el pecho del abdomen y tiene un papel muy importante en la respiración.
También hay que entender que a cada contracción que produce esta sacudida le sigue un cierre repentino de las cuerdas vocales, que terminan produciendo el inocultable ruido, lo que interrumpe la respiración de manera violenta y, en ocasiones, dolorosa.
El hipo, que técnicamente se conoce como singulto, tiene varias formas, y se clasifican según su duración y causas. Aunque la mayoría de los episodios desaparecen por sí solos, en algunos casos pueden prolongarse en el tiempo y convertirse en un verdadero síntoma que requiere estudio.
En ese sentido, los especialistas hablan de hipo transitorio para referirse al que tarda apenas algunos minutos.
También hay hipo persistente -aquel que se prolonga por más de 48 horas- y, por último, está el hipo recurrente, aquel que aparece con regularidad y perdura más tiempo de lo normal.
Aquí vale decir que los dos últimos pueden afectar seriamente la calidad de vida del hiposo.
Una mirada al origen
La verdad es que la mayoría de las veces se desconoce la razón real por la cual el diafragma termina contrayéndose de manera involuntaria; sin embargo, se han descrito algunos factores que pueden desencadenarlo.
Entre ellos están, por ejemplo, la dilatación del estómago por culpa del aumento de gas, ocasionado por algunas bebidas o por el simple exceso de comida.
Este aumento del tamaño estomacal acaba empujando el diafragma desde abajo y estimulando su contracción.
Se sabe que el alcohol puede modificar la velocidad de conducción de los nervios que comandan el músculo diafragma y el intestino, por lo que algunos borrachos se identifican por la aparición del hipo.
El reflujo gastrointestinal ha sido culpado también como generador, lo mismo que la falta de calcio, potasio y sodio en la sangre, al igual que el exceso de urea cuando hay enfermedades renales.
Llama la atención que al respirar rápidamente, el cuerpo elimina el CO2 y estos bajos niveles desencadenan hipo.
Tampoco hay que dejar de lado como causa de esta molestia los efectos de algunas cirugías abdominales, ciertas enfermedades respiratorias, algunos problemas hepáticos y hasta intestinales.
Por último, se ha evidenciado que algunas enfermedades degenerativas del sistema nervioso, como la esclerosis múltiple o, incluso, tumores dentro del cráneo se acompañan de hipo, sin olvidar que medicamentos como los esteroides pueden provocar hipo persistente.
¿Cuándo preocuparse?
Cuando existe, el hipo prolongado se ha relacionado con daños a nivel del sistema nervioso central o en los nervios que movilizan el intestino y el músculo diafragma (vago y frénico). Y entre algunos factores que pueden ocasionar estos daños están tumores en el cuello, laringitis, encefalitis, meningitis, traumas y diabetes.
Se ha evidenciado que los hombres son más propensos a padecer hipo prolongado, como también la ansiedad, el estrés y las variaciones bruscas en las emociones.
En el mismo sentido, se ha demostrado que las personas sometidas a procedimientos quirúrgicos bajo anestesia general pueden desencadenar hipo de larga duración.
Sobra decir que en los casos de hipo prolongado hay que consultar con el médico, y se han encontrado algunos medicamentos o procedimientos para contrarrestarlo, sobre la base de que su presencia puede afectar el sueño, la alimentación, promover irritabilidad y afectar procesos de recuperación enfermedades o cirugías.
**Autor: Carlos Francisco Fernández, asesor médico de El Tiempo, Colombia.
**Fuente: Asociación Colombiana de Sociedades Científicas, Clínica Mayo, Asociación Colombiana de Medicina Física y Rehabilitación, Unidad de Rehabilitación, Hospital San Ignacio. El Tiempo/GDA