Todos tenemos bacterias en nuestros intestinos. Millones de ellas. ¿Pero qué pasa cuando los números pierden balance y se suman más de la cuenta, específicamente en el intestino delgado? Muy probablemente tengamos síntomas como náuseas, dolores de estómago, flatulencias, diarreas (o más bien estreñimiento) o distensiones abdominales (hinchazón o sentirnos “inflamados”). Si esto es así, posiblemente un médico nos dirá que tenemos SIBO.
¿Qué es SIBO? Es un acrónimo en inglés para sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado. La gastroenteróloga Vivian Araya Arce explicó que en todo el tracto gastrointestinal tenemos bacterias, y sus colonias forman nuestra microbiota. Esto es normal, y el sistema digestivo tiene sus funciones para mantener el balance de bacterias en todo nuestro tracto.
En condiciones normales, la mayoría de estos microorganismos está en nuestro intestino grueso. Lo que no es normal es cuando estas bacterias comienzan a reproducirse más de la cuenta y a crecer en número, y, por si fuera poco, comienzan a verse más en el intestino delgado.
“Nosotros tenemos en todo el intestino más de un billón de bacterias, en general, pero distribuidas. Lo que pasa con el SIBO es que se acumula en el intestino delgado una mayor cantidad de bacterias, y de un tipo que usualmente no está ahí. Son coliformes y fermentadoras y por esto causan muchos de estos síntomas”, expresó la especialista.
Esto se ve más en las mujeres que en los hombres. No se sabe por qué; se ha relacionado con un tema hormonal, pero no es definitivo. En adultos mayores también se ve más, porque ellos comienzan a ver daños en los pequeños nervios que hacen que el intestino se mueva normalmente.
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¿A qué se debe?
Araya afirmó que el SIBO es una manifestación de que algo anda mal en el sistema digestivo. Como se mencionó anteriormente, este sistema se encarga de mantener el equilibrio de nuestras bacterias, entonces cuando este equilibrio se rompe es señal de que una de las barreras que contiene el equilibrio se rompió.
La primera barrera, según la experta, es el ácido gástrico, la mayoría de las bacterias no sobreviven a este ácido del estómago. Otra barrera son las enzimas que produce el páncreas, así como los ácidos biliares. Pero la más importante es la motilidad: “el movimiento, que todo se mantenga en movimiento”, puntualizó.
Si este equilibrio se rompe, las bacterias se reproducirán más y comenzarán a aumentar en número.
“Si alguien tiene SIBO se tiene que buscar qué lo provoca y usualmente es una de esas barreras que falló. La más común son los desórdenes en el movimiento normal del intestino delgado. Si se mueve mucho más lento, las bacterias aprovechan y se reproducen más de la cuenta y comienzan a producir síntomas”, explicó Araya.
Detección
La especialista aclaró que estos síntomas no son exclusivas del SIBO, más bien se comparten con muchos males gastrointestinales, por eso mismo a veces el diagnóstico se complica.
Ahí tienen que estudiarse los antecedentes y la historia clínica del paciente. Para ello se exploran primero posibles factores de riesgo. Uno de ellos es la diabetes, que provoca pequeños trastornos en los nervios, y los intestinales no son la excepción. Esto provoca que el intestino se mueva más lento. La enfermedad de Párkinson es otra.
También hay medicamentos, especialmente opioides (tramal, morfina, codeína), que aumentan el riesgo.
Los pacientes con síndrome de intestino irritable también son propensos a un SIBO.
La prueba diagnóstica de oro no se utiliza mucho, porque es muy complicada e invasiva. Consiste en que a través de una gastroscopia, se toma una muestra de líquido del duodeno y se lleva al laboratorio para determinar si crecen bacterias en un número mayor al esperado.
“No se hace en el día a día, es más para investigación. A nivel del día a día hacemos un test indirecto que nos diga si se está produciendo mucho hidrógeno y metano a punta de la fermentación que hacen las bacterias. No hay células productoras de hidrógeno y metano, entonces si hay aumento es que hay aumento de estas bacterias. Este examen consiste en una prueba de aliento, la persona sopla a través de una manguerita”, aseveró.
Tratamiento
Una vez que se determina que el paciente tiene SIBO, viene el tratamiento. Pero este no es únicamente para el SIBO, hay que atacar la causa inicial, de lo contrario, el problema persistirá y el paciente recaerá.
“Hay que ver si se tiene una diabetes mal controlada o ni siquiera diagnosticada, o si tenemos una enfermedad del sistema inmune, o cirrosis, o pancreatitis crónica o el uso de medicamentos”, aseguró Araya.
De acuerdo con la especialista, si se maneja bien la enfermedad de fondo se podrá manejar el síntoma.
Para el SIBO en sí mismo, al ser una gran cantidad de bacterias, el tratamiento usual son antibióticos, aunque últimamente se tiene más cautela, pues hacer un uso indiscriminado de estos medicamentos puede causar efectos secundarios a la persona o aumentar la resistencia.
En estos casos se recetan los llamados antibióticos no digeribles, que quedan en el intestino y no llegan al torrente sanguíneo. El tratamiento va de 14 días a un mes.
La segunda recomendación está relacionada con la dieta, en este caso, más bien se le elimina o baja al máximo la fibra, pues esta es muy fermentable y podría complicar la situación. También se eliminan los edulcorantes, así como las bebidas alcohólicas.
“Lo ideal es tener una guía con un nutricionista para que nos diga qué eliminar de elementos fermentables sin generar deficiencias en los nutrientes necesarios”, concluyó.